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Ser Pilo Paga aumentó en un 44% las probabilidades de que los beneficiarios pudieran acceder a una universidad de ‘alta calidad’.
Por David González Escobar - davidgonzalesescobar@gmail.com
La semana pasada, FECODE tomó la decisión de convocar un Paro Nacional como forma de protesta contra un proyecto de ley impulsado por la senadora Paloma Valencia, el cual busca implementar un sistema de “bonos escolares” con el propósito de otorgar a los padres de niños en condiciones de vulnerabilidad la posibilidad de elegir entre colegios públicos o privados para sus hijos, financiados en su totalidad por el Estado.
Desconozco los detalles del proyecto en profundidad, al igual que tengo opiniones encontradas acerca de cuán concluyentes han sido los resultados de usar “bonos” y vouchers escolares en otros países como Chile. Sin embargo, me llamó la atención que uno de los argumentos principales de quienes están en contra de la propuesta de la senadora fuera que esta es una iniciativa que pretende “desviar” recursos de la educación pública al igual que Ser Pilo Paga (SPP), porque ahí sí me veo obligado a tomar postura clara: soy un defensor acérrimo de los méritos de este último programa.
El trabajo más completo que se ha escrito sobre SPP es el paper “Ayuda Financiera y Movilidad Social: Evidencia del Programa SPP en Colombia”, una investigación liderada por la economista Juliana Londoño Vélez. Utilizando datos de las Pruebas Saber y el SISBEN de beneficiarios y no beneficiarios de SPP, al igual que información del Ministerio de Educación y de PILA para evaluar tanto el rendimiento académico como la trayectoria laboral de los estudiantes, la investigación revela unos resultados contundentes: SPP igualó la probabilidad de matricularse en una universidad de alta calidad entre los jóvenes “pilos” de diferentes estratos, incentivó que los estudiantes de nivel socioeconómico más bajo tuvieran un mejor desempeño en el ICFES y mejoró el desempeño académico y los ingresos futuros de los estudiantes beneficiados por el programa.
Recordemos que SPP estuvo dirigido a estudiantes que cumplieran dos condiciones específicas al mismo tiempo: estar por debajo de la mediana de la distribución de riqueza de los hogares colombianos y estar entre el 10% de los mejores resultados del ICFES en su cohorte. A estos jóvenes se les ofrecía una beca completa para la universidad, sin importar si elegían una institución pública o privada, siempre y cuando estuviera acreditada como de “alta calidad”. La decisión libre de casi el 80% de los beneficiarios fue matricularse en universidades privada, de donde viene la mayoría de las críticas al programa.
Sin embargo, según el estudio, comparados frente a un grupo de control de estudiantes que no alcanzaron a tener el puntaje de ICFES para ser elegibles por el programa, SPP aumentó en un 44% las probabilidades de que los beneficiarios pudieran acceder a una universidad de “alta calidad”, al igual que incrementó entre el 26% y 36% los ingresos mensuales de los beneficiarios del programa durante sus primeros años de carrera laboral. Pero el efecto más importante para la movilidad social que pudo haber generado SPP fue la red que le permitió crear a los “pilos”: SPP aumentó la cantidad de estudiantes de estratos 1, 2 y 3 en las mejores universidades privadas del país en casi un 50%, permitiendo que personas de diferentes contextos crearan conexiones que de otra manera no hubieran sido posibles. SPP fue la mejor cosa que el país ha hecho en educación en muchos años.