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La democracia es riesgosa porque el ciudadano siempre está expuesto a los cantos de sirena del demagogo, pero a veces nos sorprende con resultados que vuelven verdadero el dicho según el cual el pueblo es superior a sus dirigentes.
Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co
Muchas son las lecciones que pueden extraerse de las elecciones del 29 de octubre. Voy a destacar cinco, cuatro generales y una personal. Empiezo por las primeras.
La separación de calendarios de las elecciones locales y las nacionales se hizo con el propósito de dejar que en las primeras los ciudadanos atendieran al votar más a los problemas propios de su municipio o departamento que a situaciones de orden nacional, lo cual es totalmente congruente con la descentralización administrativa. En las del 29 de octubre, la separación de calendarios se convirtió en un elemento fundamental del sistema de contrapesos y permitió que los ciudadanos usaran su voto local para expresar su rechazo al desastroso desempeño del gobierno nacional y al proyecto político que encarna.
La transformación de las elecciones locales en un plebiscito contra el gobierno nacional fue resultado de su propia gestión calamitosa en todos los campos y del descrédito cada vez mayor por la financiación corrupta de la campaña de Petro. Los votantes castigaron un gobierno inepto e ilegítimo. Excepción hecha del Centro Democrático y, parcialmente, Cambio Radical, ninguno de los partidos con representación en el Congreso – Conservador, Liberal, de la U, Mira, etc. – adelantó campaña en abierta oposición al gobierno nacional y sus reformas.
La democracia es riesgosa porque el ciudadano siempre está expuesto a los cantos de sirena del demagogo, pero a veces nos sorprende con resultados que vuelven verdadero el dicho según el cual el pueblo es superior a sus dirigentes. En Bogotá, Bolívar, el tambor mayor de Petro, sufrió una humillante derrota con sus 570.000 votos frente a los 2.524.000 obtenidos por su jefe en la segunda vuelta presidencial. En Medellín, Upegui, el ungido de Quintero Calle, con menos de cien mil, no alcanzó la tercera parte de los obtenidos por el suyo cuatro años atrás. El pueblo, ciertamente, es superior a sus dirigentes y los castiga con severidad cuando lo defraudan.
Las espléndidas victorias de Andrés Julián Rendón y Federico Andrés Gutiérrez han traído tranquilidad y esperanza a la ciudadanía de Antioquia y Medellín. Han sido un duro golpe al clientelismo y la corrupción electoral que se creían imbatibles. El voto libre y consciente les ha dado también, especialmente al alcalde, una holgada mayoría en sus respectivos cuerpos colegiados que les permitirá avanzar en sus agendas sin necesidad de recurrir a alianzas con pequeños filibusteros políticos dispuestos a apoyar cualquier gobierno a cambio de una cuota burocrática. Con los 12 elegidos de CREEMOS y el CD se tiene mayoría en el Concejo pleno y en cada una de las comisiones.
Cuando todo depende de un conjunto de propuestas y de la trayectoria profesional, hacerse elegir es más difícil que hacerse nombrar porque los ciudadanos pueden resultar mucho más exigentes que el más riguroso de los headhunters. Esa fue mi experiencia en mi primera participación electoral a la tierna edad de 70 años y por eso estoy agradecido con quienes acompañaron mi campaña y votaron por mí.