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Echar pa’lante sin dejar de mirar atrás

El deseo constante de echar pa’lante ha hecho que olvidemos conocer el pasado, repasarlo, comprenderlo y valorarlo.

13 de febrero de 2024
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  • Echar pa’lante sin dejar de mirar atrás
  • Echar pa’lante sin dejar de mirar atrás

Por Daniel Carvalho Mejía - @davalho

Curiosa paradoja ésta de la antioqueñidad: estamos muy orgullosos de nuestra tierra, pero poco sabemos de ella. Si a alguien de Medellín le hablas mal de su ciudad pondrá el grito en el cielo y hará todo por defenderla; pero si le preguntas en qué año se fundó, probablemente se quedará corchado. La célebre pujanza paisa tiene esas contradicciones: el deseo constante de echar pa’lante ha hecho que olvidemos conocer el pasado, repasarlo, comprenderlo y valorarlo.

“¿Antioquia pa’trás? Ni pa’ coger impulso” reza una frase clásica de nuestra cultura que merece una revisión, pues no podemos pretender construir un gran futuro si no tenemos claro nuestro pasado. Así como el edificio requiere unas bases sólidas y el árbol necesita estar bien enraizado, nuestra sociedad debe mejorar su relación con su pasado para proyectarse con sabiduría hacia lo que viene.

Quizás la mejor muestra de este desprecio por el ayer se nota en la forma en que gestionamos el patrimonio construido. Las instituciones encargadas de él suelen tener metas y presupuestos mediocres y son a menudo vistas como un simple botín para favores burocráticos. Mientras tanto, las reliquias de ese pasado que dio lugar a nuestra orgullosa identidad se pudren en la indiferencia. Quiero mencionar aquí algunos ejemplos, buscando mover alguna fibra y suscitar una reflexión al respecto.

El ferrocarril fue clave en el desarrollo industrial de Antioquia, la dificultad propia de su construcción en medio de una geografía compleja hizo más heroica aún su existencia; en la actualidad no hay trenes que recorran estas montañas y hay más de cien estaciones e inmuebles prácticamente abandonados en todo el departamento, pese a su declaratoria patrimonial. Al Puente de Occidente, ícono de la ingeniería paisa, le ha hecho falta una mano amiga que le ayude a terminar la gestión para ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Las chimeneas de Peldar, símbolo de ese Valle de Aburrá que creció gracias a la actividad industrial, están a punto de ser demolidas porque los dueños del proyecto de renovación urbana que ocupará ese predio no tienen la sensibilidad para entender que éstas le darían un valor adicional al desarrollo inmobiliario. Peor aún, a quienes han alzado la voz para que sean conservadas los tildan de “enemigos del progreso”, pues al parecer progresar es dejar de mirar atrás. Y el alcalde de Envigado aún no se ha puesto la camiseta de su conservación.

El Archivo Histórico de Medellín sigue buscando una sede digna. El Teatro Lido se cansó de escuchar promesas. Los vestigios del desarenadero del antiguo acueducto de Medellín, encontrados durante la construcción del Tranvía de Ayacucho, se están cayendo a pedacitos en pleno corazón de la ciudad, mientras EPM y la alcaldía se chutan la pelota de su padrinazgo. El barrio Prado, único con declaratoria patrimonial en Medellín, está “en recuperación” desde que yo era niño, pero ningún mandatario ha puesto el empeño necesario para rehabilitarlo, de la mano del sector privado.

Tanto el gobernador de Antioquia como el alcalde de Medellín suelen llenar sus discursos de alusiones al orgullo paisa y al amor por esta tierra. Qué importante sería que ese orgullo y ese amor se materializaran en una voluntad real de proteger nuestro patrimonio.

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