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Cinco años después de la pandemia

09 de marzo de 2025
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  • Cinco años después de la pandemia

Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com

El 6 de marzo de 2020 se diagnosticó el primer caso de COVID-19 en Colombia: hace ya cinco años, increíblemente. Hoy parece un mal sueño el estado de histeria absoluta en el que el mundo se sumergió durante meses.

Pero todo fue real, por absurdas que parezcan muchas situaciones en retrospectiva: la desinfección de llantas antes de entrar a los centros comerciales, junto con la norma de estacionar los carros con distanciamiento, como si fueran a contagiarse; la desinfección de las bolsas del mercado, como si cada compra fuera sacada de un accidente nuclear; el encierro absoluto, las calles desoladas, el silencio ensordecedor de los primeros días en los que, sin carros transitando, el cielo se tornó sospechosamente azul; las restricciones de “pico y cédula” o, peor aún, “pico y género”; los videos traumáticos de hospitales a reventar en los países más ricos de Europa, sin camas suficientes para los enfermos en las primeras semanas; el desabastecimiento masivo de papel higiénico los primeros días; los aplausos en las noches y la incesante música de Color Esperanza que brotaba de los balcones; el pelo en la Biblia que, según TikTok, sanaba el COVID; la desinfección masiva de las calles; las canciones pedagógicas del “coronavirus, coronavirus”; la curva de aprendizaje para las llamadas de Zoom y Teams, donde la mitad de las reuniones se iban en problemas logísticos; que fuera más fácil salir al parque para los perros que para los niños; las pistolas de temperatura en las entradas de las tiendas, que marcaban menos de 20 grados —es decir, la muerte—, pero que igual permitían el ingreso mientras no superaran los 38; la espera ansiosa cada tarde por el nuevo boletín con el número de infectados y muertos; los tapetes de desinfección que, más de dos años después, seguían en todas partes, acumulando más contaminación que la propia Wuhan; la paranoia; la “rebelión de las canas” tras el encierro eterno de los mayores de edad; los niños tomando clases virtuales de educación física; el presidente convertido en recreacionista todas las tardes en Prevención y Acción; la “ley seca” en pleno encierro; la Sinovac y la Sputnik; que diera multa salir a caminar a la calle; el colombiano en Wuhan que prefirió no regresar; los vuelos humanitarios; el autoritarismo de los porteros; la persecución a los médicos por el riesgo de infección. La histeria colectiva.

Toda una pesadilla de días eternos que, ahora que lo único que queda son vestigios en restaurantes y tiendas con calcomanías descoloridas de “aforo máximo”, parece, increíblemente, como si nunca hubiera sucedido.

Pero fue real, y trágico: millones murieron. Ni “salimos mejores personas”, ni “fue una lección del mundo”, ni tampoco marcó un punto de quiebre para la sociedad o la democracia, como Harari y otros sofistas aprovecharon para vender. No hubo grandes despertares ni transformaciones colectivas. Solo fueron unos meses para el olvido.

Millones de niños quedaron marcados de por vida por los rezagos educativos que dejó la imposibilidad de socializar con normalidad y recibir clases en condiciones adecuadas. Se dispararon los problemas de salud mental, en Colombia y en otros países hubo estallidos sociales, millones de familias quedaron incompletas, cientos de miles de empresas y empleos se perdieron. Todo eso y más ocurrió hace cinco años.

Qué bueno que ya fue hace tanto.

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