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Saberse ir

El apego nos rebaja y el amor que sabe soltar eleva nuestro espíritu.

08 de diciembre de 2024
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  • Saberse ir

Por David Escobar Arango - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

“¿Qué mensaje le quieren dar a sus sucesores?”, nos preguntaron. “¿Mensaje?”, respondí, alarmado. “¡Ninguno en absoluto! Espero que hagan su tarea correctamente. Cuando uno se va de una organización, sea de una junta o de un cargo, debe tomar distancia, voltear la página, confiar en las personas y las instituciones que ayudó a construir”. Conversemos del arte de la despedida, de saber decir adiós a las tareas que desempeñamos, sin apegos ni dolores innecesarios, sin encunetarnos ni empezar a dar vueltas como corcho en remolino. Hablemos de aprender a irnos cuando corresponda, con soltura y dignidad.

La semana pasada tuve “mi primera jubilación”. Me retiré del Consejo superior de la universidad Eafit, por cumplimiento de periodo, después de 18 años de servicio y 31 transcurridos desde mi época como estudiante becado en ingeniería. No ha sido fácil, pero tampoco ha sido tan terrible. Confieso que cierto alivio me acompaña. Apegarse demasiado a una organización puede generar que la partida se vuelva un proceso doloroso. Para unos pocos, incluso, se convierte en un tránsito largo y traumático, se resisten a soltar, no logran avanzar. ¿Hablamos de cómo evitar aferrarnos a cargos y posiciones de dirección?

Uno de los elementos esenciales del buen gobierno es que nadie, absolutamente nadie, se perpetúe en un cargo directivo. En el Estado no se deben prolongar los periodos a riesgo de afectar el balance de las democracias. Análogamente, aunque con reglas diferentes y una clara autonomía para que cada una decida sus formas y procedimientos, las empresas y fundaciones deberían tener periodos o, al menos, edades de retiro. En cualquier caso, son clave las reglas que obliguen a que nadie se quede más de la cuenta en labor alguna, por bien que la ejecute. Las instituciones se benefician de la rotación al abrir espacios para líderes jóvenes y nuevas ideas. Los seres humanos, por otro lado, necesitamos cada tanto cerrar etapas y continuar nuestro camino.

Algunos ciclos se limitan expresamente, eso evita las veleidades del poder y muchas otras tentaciones. Quizá por eso las democracias son tan exigentes a este respecto. En las organizaciones privadas, sin embargo, la cosa no es tan sencilla porque la mayoría de las veces los gerentes y directores estamos a término indefinido. ¿Cómo encontrar el fin de un periodo en estos casos? Los más sabios nos dan ejemplo, lo intuyen, lo sienten en la piel y el corazón, se ponen plazos y se autoimponen límites. Salen antes de que los saquen los demás, la enfermedad o la Parca. Son conscientes de que el apego nos rebaja y el amor que sabe soltar eleva nuestro espíritu.

Saber irnos es un arte y, como todos los artes, necesita práctica. Por eso agradezco al buen gobierno corporativo el haberme permitido tener esta lección temprano en la vida y traerme la consciencia de que, como dice la canción: “Todo concluye al fin / nada puede escapar / todo tiene un final / todo termina”. Hagamos la tertulia y compartamos ideas sobre cómo aprender a irnos en paz, agradecidos, con la determinación de no llamar a nadie, de no joder por nada, de no convertirnos jamás en el “ex tóxico” y, convencidos de que, después de todo, un final es, indefectiblemente, la cara opuesta de un comienzo.

• Director de Comfama.

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