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Un hotel, la vivienda de los militares de Guaidó

Dos meses después del 23F, la realidad de los hombres que cruzaron en Cúcuta no es alentadora.

  • Los primeros militares venezolanos que cruzaron la frontera lo hicieron hace dos meses. La foto es del 23 de febrero. FOTO efe
    Los primeros militares venezolanos que cruzaron la frontera lo hicieron hace dos meses. La foto es del 23 de febrero. FOTO efe
24 de abril de 2019
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Las imágenes de los militares venezolanos cruzando la frontera generaron euforia colectiva. En Cúcuta fueron recibidos como héroes. Entre aplausos. Algunos lloraban, otros levantaban los brazos –en símbolo de victoria– y otros manifestaron su apoyo a Guaidó. Entregaron sus armas.

Pues bien, desde aquel 23 de febrero, día en el que el presidente interino Juan Guidó trató, sin éxito, de lograr el ingreso de ayuda humanitaria desde Colombia, los 1.400 uniformados que, según Migración Colombia, cruzaron la frontera, pasaron de la felicidad de un nuevo comienzo a la incertidumbre; de ostentar altos rangos militares, al anonimato, a vivir con miedo, con hambre.

Hasta ahora se encuentran distribuidos en nueve hoteles de la ciudad fronteriza y económicamente son respaldados por la Cancillería de Colombia, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Coalición de Ayuda Humanitaria que dirige el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó. Pagan $30.000 la noche. Una verdadera fortuna para ellos.

EL COLOMBIANO conversó con un grupo de ellos, puntualmente, con los que están ubicados en un pequeño hotel del centro de la capital de Norte de Santander. Hablaron solo bajo una condición: no ser fotografiados, ni una sola foto, ni siquiera de su sombra. En estos hoteles hay policías, hombres de las fuerzas de acciones especiales, del Ejército, de la Aviación y de la Armada. Hay guardias nacionales.

En el hotel al que tuvimos acceso, viven 120 hombres de las diferentes fuerzas de seguridad de Venezuela, 30 de ellos están acompañados por sus familias, en su mayoría niños muy pequeños que requieren de fórmulas médicas, pañales y alimentación especial. Nada de eso hay.

“Estamos desesperados, no queremos quedarnos en Colombia, queremos regresar a Venezuela, pero no en las condiciones que se está viviendo ahora. No sabemos qué hacer. Nos vinimos con un ideal, apoyamos una causa: que caiga el gobierno que está actualmente en Venezuela. No toleramos que los colectivos maten a la gente y nadie los detiene, ya están en la frontera y dentro de las trochas”, comentó el sargento primero Frank.

Los militares, los de las botas lustradas y uniformes impecables, caminan de un lado para otro, pero ahora en pantuflas, con ropa deportiva, fumando y cargando a sus hijos. Indefensos. El lobby del hotel es insuficiente para los 120 militares y por eso hay una sensación de hacinamiento.

“Queremos saber qué hacer. Nos tienen durmiendo y comiendo nada más. No sabemos cuál es la situación de nuestras familias en Venezuela. No estoy decepcionado del paso que di, pero tampoco estoy conforme, quiero saber qué van a hacer con nosotros... no podemos seguir permitiendo que el pueblo venezolano pase por la situación que allá se vive”, manifestó Frank.

Viven inseguros. Se sienten vulnerables y amenazados, pues han sido fotografiados, seguidos e identificados por desconocidos que merodean los hoteles. Tienen delirio de persecución. “Nosotros representamos la casa militar de Juan Guaidó, pero aquí hay ansiedad porque no se maneja información”, dijo Gerardo, de la Guardia Nacional, el oficial de más alto rango que está en el hotel hace mes y medio.

Desde su arribo hasta ahora ha recorrido cinco hospedajes y dice no comprender el trato que ha recibido por parte de quienes están a cargo de apoyar a los militares disidentes de Maduro. “He prestado servicio durante 28 años a las Fuerzas Armadas. Crucé la frontera porque uno tiene sangre y le duele recibir órdenes arbitrarias y tener que cumplirlas. Me arrepiento de haberme venido solo por mi familia. Mi mamá tiene 90 años y ella dependía de mí. Ahora no tengo cómo llevarle un mercadito. Aquí me han maltratado”, expuso el militar, quien agregó que “Guaidó debe saber quiénes están con él porque hay gente jugando a la desunión”.

Señaló que durante su estadía en Colombia ha pasado días sin comer, se enfermó y fue un policía colombiano, quién le prestó auxilio, le pagó un médico y medicinas. “No cuenten cuántos militares hay aquí, cuenten cuántos quedan. Hace dos semanas salieron 15 militares del hotel, no sabemos cuál ha sido su destino. Si tenemos la oportunidad de irnos a un lugar donde podamos estar mejor nosotros y nuestras familias, nos vamos”.

Vulnerables

También está el drama de sus familias. Aparece, por ejemplo, la historia de una joven, esposa de uno de los militares disidentes, con 40 semanas de embarazo, quien fue llevada de emergencia al hospital de Cúcuta, dio a luz allí y hasta bien avanzada la tarde de un viernes, de principios de abril, pudo salir del centro de salud y no tenía dinero ni para el pasaje hasta el hotel. “No había cómo sacarla del hospital ni para pagar el taxi teníamos. Hay varias mujeres embarazadas y no tienen cómo continuar el tratamiento prenatal. No hay leche ni pañales”, comentó Gerardo, quien ha tomado el mando del grupo.

Los niños que están en el hotel también la están pasando mal. Aunque el Icbf y algunas instituciones locales les han prestado apoyo, es claro que son los más vulnerables.

“Les damos acompañamiento desde la parte sicosocial, con sicólogos y antropólogos de la institución. Hacemos una valoración nutricional y hemos constatado que entre el 20 % de los niños presenta desnutrición. A la hora de alimentarse no se están tomando en cuenta como grupo etario y solo se brinda una alimentación general, más no la adecuada”, precisó una funcionaria del Icbf.

Reveló que han sido evaluados 130 niños y el diagnóstico es similar –desnutrición– por lo que la institución está apoyando a los hijos de los militares con leche, harina, arroz, avena y quinua que generan aportes de vitaminas y minerales que no se tienen en la alimentación diaria.

Y vuelven a lo mismo, insistiendo que tienen miedo y que han sido perseguidos. En corrillo cuentan que se mantienen en un estado de encierro obligatorio, aseguran que han sido perseguidos por hombres desconocidos, dicen que los abordan en la calle, que los asedian, que le hacen fotos al hotel...

“Les he dado instrucciones de que no se alejen del hotel. Si van a salir lo deben hacer en binomio y dar información hacía donde se dirigen”, explicó un coronel de la Guardia.

Entretanto, el rumor que se riega por las calles de Cúcuta, pero que ninguna autoridad confirma, es que estos militares están siendo entrenados. Niegan esto. Indican, también al unísono, que antes realizaban ejercicios de rutina, pero ahora se prohíbe hacer esas prácticas grupales.

“El día que nos digan que tenemos que entrar a Venezuela para apoyar al presidente Juan Guaidó y a convencer a nuestros compañeros para que pasen a nuestras filas, nos llevaremos el entrenamiento adquirido durante nuestra formación en las escuelas militares venezolanas. Yo sé disparar un fusil, pero ese entrenamiento lo tengo desde que salí del país, aquí no lo he vuelto a tener”, dijo un sargento.

Anotó: “Que digan que recibimos entrenamiento de los Estados Unidos o por parte del gobierno colombiano es falso, ni tampoco nos han dotado de uniforme alguno. Las mentiras se mantienen en Venezuela y lo hace el gobierno de Nicolás Maduro”, apuntó.

Habla la coalición

EL COLOMBIANO también conversó con representantes de a la Coalición de Ayuda Humanitaria en Cúcuta quienes son los responsables de la atención a estos militares.

Los voceros dijeron que se atraviesa “una situación complicada” y que se está tratando de evitar la llegada de más militares porque el presupuesto no alcanza para la manutención. “Hay militares que primero llegaron y luego se trajeron a sus familiares, incluso a personas con enfermedades crónicas como cáncer que ha tenido que asumirlas la Coalición”, reveló uno de los miembros de la coalición.

Ratifican que no tienen permitido trabajar y se está evitando que continúe una migración masiva. “Les decimos a los militares en Colombia que envíen mensajes a las tropas y cuarteles en Venezuela, porque se necesita apoyo allá adentro”.

Agregó que están gestionando talleres de formación con apoyo del gobierno colombiano, nacional, municipios y regional. “Hemos buscado recreación, jornadas médicas, talleres de artes plásticas, programas culturales y de lectura, visitas a biblioteca porque aquí hay más de 130 niños que aún no están estudiando. También buscamos capacitación para los militares a través del Sena”, informó.

Mientras se define su futuro o ellos deciden qué hacer con sus vidas, estos militares se convierten en parte del paisaje en el centro de la ciudad fronteriza. Los cucuteños que transitan por ahí, ven todos los días, a toda hora, a coroneles y sargentos, de civil, en pantuflas, fumando.

1.400
militares venezolanos están en Colombia, según Migración Colombia.
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