No cesa la controversia en Europa tras la determinación adoptada por el Parlamento británico, que aprobó un polémico proyecto de ley que autoriza expulsar a Ruanda a solicitantes de asilo que entraron ilegalmente a Reino Unido, después de un caldeado pulso entre las dos cámaras legislativas.
La propia ONU pidió este martes a Reino Unido “reconsiderar su plan” de expulsiones de migrantes a Ruanda, país africano a 7.000 km de distancia, que según Naciones Unidas “crea un peligroso precedente en el mundo”.
El Alto Comisionado a los Derechos Humanos, Volker Türk, y su homólogo encargado de los refugiados, Filippo Grandi, pidieron a Reino Unido que, en su lugar, “adopte medidas prácticas para hacer frente a los flujos irregulares de refugiados y migrantes, basadas en la cooperación internacional y el respeto de la legislación internacional sobre derechos humanos”.
El texto del proyecto de ley debe ahora recibir la firma del rey (una formalidad) antes de entrar en vigor. El gobierno espera iniciar las expulsiones “en 10 a 12 semanas”.
El primer ministro Rishi Sunak y su partido conservador estaban presionando para la adopción de este texto que obligará a los jueces a considerar a la nación del este de África, como un país seguro para los migrantes expulsados.
En la misma línea, desde Estrasburgo, el Consejo de Europa, organismo del que Londres hace parte, llamó también al gobierno británico a reconsiderar el texto.
El nuevo Comisario de Derechos Humanos, el irlandés Michael O’Flaherty, manifestó su “preocupación” por el hecho de que el proyecto de ley “permita deportar a personas a Ruanda sin que sus solicitudes de asilo hayan sido examinadas por las autoridades británicas en la mayoría de los casos”.
Esta ley “excluye la posibilidad de que los tribunales británicos examinen de forma completa e independiente los casos que se les presentan”, añadió.
O’Flaherty recordó que, en virtud del artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, Reino Unido no tiene derecho a devolver a los solicitantes de asilo a su país de origen, ni siquiera indirectamente a través de un tercer país.
El gobierno de Ruanda se declaró “satisfecho” del voto y se declaró “impaciente de acoger a las personas reinstaladas en Ruanda”.
Ruanda se presenta a sí mismo como uno de los países más estables del continente africano, pero varios grupos de derechos humanos acusan al presidente Paul Kagame, en el poder desde 1994, de gobernar en un clima de miedo, de reprimir la disidencia y la libertad de expresión.
Reacción entre los migrantes
“Pensaba que la humanidad les importaba”. La desilusión dominaba este martes los ánimos en el campo de migrantes de Loon-Plage, en el norte de Francia, tras la adopción por Reino Unido de una ley para expulsar a Ruanda a solicitantes de asilo irregulares.
“¿Realmente los enviarán a Ruanda?”, se pregunta incrédulo Sultan, quien acaba de enterarse de la ley adoptada en Londres.
Este afgano de 20 años y rasgos juveniles, que abandonó su país tras el regreso de los talibanes al poder en 2021, había escuchado hablar del controvertido proyecto de ley conservador.
“Pero no me lo tomaba en serio. Pensaba que la humanidad les importaba a esta gente”, dice entre dos risas nerviosas.
Sentado en una acera surcada por la vegetación, se levanta cuando llega otro hombre, desconcertado. A mediados de la mañana, la noticia no circula todavía en el campamento. Sultan se la anuncia en darí, una de las lenguas habladas en Afganistán, y subraya: “Nos pueden enviar a todos a Ruanda, sin importar de donde vengamos”.
“¿Qué se supone que debemos hacer ahora? ¿A dónde podemos ir?”, grita su amigo, antes de alejarse. “Todo el mundo está impactado”, resume Sultan, desilusionado.
“Yo solo quiero ser libre y ¿quieren enviarme a Ruanda? ¡Ruanda no es mejor que mi país!”, dice conmovido a pocos metros Sagvan Khalid Ibrahim, un kurdo iraquí de 29 años.
“Prefiero morir en Europa a que me envíen a Ruanda”, agrega el hombre de espesa barba pelirroja, que llegó en diciembre al campamento e intentó sin éxito atravesar el Canal de la Mancha dos veces.
Regresa de una de las cubas que rodean el campamento, donde llenó una botella. Los refugiados beben y se lavan con agua fría en esta zona, situada entre en un callejón sin salida de una carretera y un camino embarrado.
Ebrahim Hamit Hassou, un kurdo sirio de 25 años, acaba de lavarse los dientes... y de descubrir la adopción de la ley británica.
“Si realmente corremos el riesgo de acabar en Ruada, creo que no iré a Inglaterra. No sabemos si Ruanda es un país seguro”, reflexiona en voz alta.
Muchos a su alrededor esperan que el plan del gobierno británico de Rishi Sunak tenga sobre todo un efecto de anuncio para desanimar a quienes quieran alcanzar las costas inglesas y sea demasiado complicado de aplicar.
Si no fuera así, Hamid, un afgano de 30 años, cree tener la solución: “Iré a Irlanda”. “Estoy esperando que el estado del mar mejore e intentaré” una travesía hacia Inglaterra y, desde allí, a Dublín, donde vive “un amigo”, detalla.
Unos 45.000 migrantes alcanzaron en 2022 las costas inglesas desde el norte de Francia, un récord que cayó a casi 30.000 en 2023. Desde inicios de año, aumentaron en un 20% con respecto al mismo período del año pasado.
Los dramas también se acumulan. En la madrugada del martes, cinco migrantes, entre ellos una niña, perdieron la vida en la playa francesa de Wimereux. Desde inicios de 2024, 15 migrantes murieron, tres más que en todo 2023, según un conteo de AFP.