Job es un simpático personaje bíblico cuya peculiar historia nos pone cara a cara con eso que llamamos "malo".
Es un ser ficticio creado para enseñar el sentido de las penas y el papel de Dios ante ellas.
Cuando Dios da permiso a Satán para que Job pierda todo, incluida la salud, Job no pierde la fe y dice a su airada esposa:
Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿por qué no aceptaremos también lo malo?
Pues bien, esa manera de ver la vida perdura y aún se atribuye a Dios lo que vemos como bueno o malo.
Y esa creencia es errónea porque ignora una verdad esencial:
El bien y el mal vienen de nuestro libre albedrío, no de Dios.
Mejor aún, cada espíritu antes de encarnar programa su vida en lo esencial con dichas y desdichas.
Es un plan con aprendizajes y Dios siempre está ahí con su amor, pero no manda ni lo bueno ni lo malo.
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