“El chocolate está servido”, llamaba mi madre desde la cocina. En la ducha, con el afán del tiempo en contra, trataba de apurarme para no llegar tarde a la escuela. Con el uniforme encima —y el pelo todavía mojado— me sentaba en el comedor. En la mesa me esperaba un huevo revuelto, una arepita de maíz y una tazada de chocolate. “Es pa´ que quede bien llenito”, decía mi mamá.
Para que el niño de diez años, que alguna vez fui, recibiera en su mesa el chocolate todos los días, tuvieron que pasar muchas cosas. Desde 1920 la Compañía Nacional de Chocolates ha sido el catalizador para que los colombianos tengan en su mesa esta bebida que viene de un fruto que los indígenas catalogaban como “de dioses”.
“Hace miles de años, en las húmedas y calurosas selvas del Amazonas y el Orinoco, brotó de la tierra un exótico fruto al que los primeros investigadores bautizaron con un nombre que hablaba de su carácter: Theobroma cacao, que significa “el alimento de los dioses”, describe la Nacional de Chocolates.
Los primeros pobladores de estas tierras, que ahora conocemos como Colombia y América Latina, todavía no conocían el molinillo y la chocolatera. Pero sí que sabían de Cacao. Los Mayas, por ejemplo, utilizaban la fruta para sus rituales y los Aztecas, por su parte, la convirtieron en la moneda de la comunidad.
El 12 de abril de 1920 un grupo de visionarios antioqueños abrieron en una esquina de Medellín la que se conoció como la primera sede de la empresa. El esfuerzo resultó de la unión de pequeños empresarios locales, personas que fabricaban la pasta para el consumo de sus pequeños barrios. Su nombre inicial fue Compañía Nacional de Chocolates Cruz Roja.
Para entonces la ciudad también era testigo del surgimiento de la industria manufacturera. Las páginas de EL COLOMBIANO registraron el surgimiento de la compañía: “Chocolates Cruz Roja. El mejor”, se publicitaba e informaban que la libra de su producto costaba 51 centavos.
“Durante toda su historia, ha sido una compañía basada en el respeto por las personas y generadora de progreso. El primer siglo estuvo marcado por una expansión local, por su consolidación societaria, por su proceso de internacionalización y por el establecimiento de un marco de desarrollo sostenible dentro del cual se realiza su actuación”, señaló Carlos Ignacio Gallego, presidente de Nutresa.
A mitad del siglo pasado los obreros de las fábricas del país y los campesinos elegían al chocolate como la bebida preferida para arrancar el día. En la Nacional de Chocolates ya tenían tres marcas consolidadas –Corona, Diana y Tesalia–, entonces se les ocurrió diversificar los productos.
En la década de 1960-1970 apareció el primer caramelo a base de chocolate en el país: la chocolatina Jet, desde entonces sus clientes más fieles traen la locura de llenar el álbum.
En 2020 la compañía cumplió sus primeros 100 años de historias, con ello llegó el reconocimiento de ser la empresa de alimentos más sostenible del mundo según el índice del Dow Jones.
Ahora la compañía pone sobre la mesa de los colombianos golosinas, bebidas y cereales