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¿Por falta de relevo generacional desaparecerá el sombrero aguadeño?

Durante el puente festivo de agosto, Aguadas recibió a hijos ausentes para festejar sus raíces e historia.

  • Aguadas es un municipio del departamento de Caldas. Pertenece a la Red de Pueblos Patrimoniales de Colombia y es reconocido por sus artesanías de palma de iraca y por ser la sede del Festival Nacional del Pasillo Colombiano, un ritmo andino. FOTOS Archivo El Colombiano
    Aguadas es un municipio del departamento de Caldas. Pertenece a la Red de Pueblos Patrimoniales de Colombia y es reconocido por sus artesanías de palma de iraca y por ser la sede del Festival Nacional del Pasillo Colombiano, un ritmo andino. FOTOS Archivo El Colombiano
  • ¿Por falta de relevo generacional desaparecerá el sombrero aguadeño?
18 de agosto de 2024
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Hay dos caminos para llegar a Aguadas -un pueblo caldense de poco más de veinte mil habitantes- y ambos están sin pavimentar por largos tramos. Uno va de La Pintada, bordea el río Arma y asciende a los 2.214 metros sobre el nivel del mar, mientras el otro lleva a Pácora, Salamina, Neira y, al final, a las brumas de Manizales. La alusión del mal estado de las carreteras es recurrente en el turista primerizo en Aguadas. Y también la causa del desaliento en los locales, que hablan del asunto con la voz teñida de fatalismo.

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A pesar de la molestia de transitar por vías parecidas a trochas, el fin de semana con puente festivo de agosto, decenas de intérpretes de música colombiana viajaron a Aguadas para participar en el Festival del Pasillo Hermanos Hernández, un trío reconocido hace un siglo, pero hoy casi anónimo para quién no se interese en la música andina colombiana. Dichos hermanos hacen parte de los emblemas del pueblo, junto al sombrero aguadeño, el pionono -un rollo que trae arequipe y brevas-, y el Putas -un personaje de leyenda-.

En esos días no solo llegaron los músicos. También pasó por el pueblo una ola de aguadeños radicados en Medellín, Manizales y otras partes. Fueron a tomar aguardiente, porque “quién venga a Aguadas y no se tome sus buenos tragos no vino”, dijo el conductor aguadeño a un grupo de visitantes invitado por Fontur a “vivir la experiencia de la cultura local”, para parafrasear el lenguaje oficial del turismo.

¿Por falta de relevo generacional desaparecerá el sombrero aguadeño?

Hay un santo y seña en estas fiestas. Alguien grita: “Aguadas, mijo”, y quiénes lo escuchan responden: “Aguadas, papá“. Ahí no se acaba la cosa. El primero vuelve a gritar: “Aguadas, papá“, y el público riposta: “Aguadas, mijo”. La gente de aquí está orgullosa de ser de dónde es.

Hasta este punto, todo muy de postal. Sin embargo, es probable —así lo creen varias fuentes— que los días de algunos de los símbolos de Aguadas estén contados. Por ejemplo, la edad de las tejedoras del sombrero —setentonas— y la falta de interés de una buena parte de las nuevas generaciones en aprender el oficio hace que haya zozobra en los gestores culturales.

Además, el blanqueamiento con azufre de las fibras para el sombrero causa estragos en la salud de los ripiadores, que son los que plantan la palma de iraca y venden la materia prima a las tejedoras. Una de las pocas ripiadoras que siguen en la faena dijo en voz baja que ella prefirió que sus hijos no siguieran sus pasos. No sobra decir que estos eslabones

son los que menos plata reciben en la cadena de comercio del sombrero.

Estas cosas pasan mucho en los pueblos. La identidad es algo que se construye y se viene al piso cada tanto. A cada generación le corresponde entender su lugar en el mundo.

Aguadas en tres voces

1. Juliana Andrea Gómez Rodríguez es la única terminadora de sombreros aguadeños. El oficio lo aprendió de su padre. Juliana destaca que el oficio de terminadora es rentable, aunque reconoce que es un trabajo arduo y a veces poco valorado. A pesar de que considera que el oficio tiene futuro, también menciona que las nuevas generaciones no están interesadas en aprenderlo. Juliana expresa su deseo de enseñar a otras mujeres, aunque hasta ahora no ha encontrado a nadie interesado en seguir sus pasos. Esto podría llevar a que, en el futuro, los sombreros aguadeños se vuelvan una reliquia.

2. Milena Franco, diseñadora y creadora de la marca Iragua Ancestral, reflexiona sobre la situación del oficio del sombrero aguadeño. Aunque este tradicional arte enfrenta el riesgo de extinción, Milena observa una resiliencia silenciosa en algunas jóvenes que están aprendiendo este oficio. A pesar de que el sombrero aguadeño sigue siendo motivo de orgullo, la falta de tecnificación y la poca atención hacia los ripiadores, quienes sufren problemas de salud por los métodos arcaicos de blanqueo de la iraca, ponen en peligro su continuidad. Milena también destaca iniciativas emergentes, como rutas turísticas que visibilizan el proceso del sombrero y a despertar un interés renovado en el oficio.

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3. María Doralba Arias Orozco, maestra y gestora cultural en Aguadas, ha dedicado 53 años a la educación y cultura en su municipio. A sus 75 años, ha documentado el Festival Nacional del Pasillo Colombiano desde su inicio en 1990, capturando imágenes y escribiendo textos recopilados en el libro Entre Acordes y Tradiciones, que narra la historia del festival. María Dora se considera a sí misma como un “archivo viviente” del festival, ya que su documentación es la única referencia disponible para aquellos que investigan este evento cultural. A pesar de que algunos creen que la música andina colombiana, como el pasillo, está en decadencia, ella opina que los festivales han revitalizado estos géneros, atrayendo a jóvenes intérpretes.

¿Quién fue el putas de aguadas?

Según el historiador Albeiro Valencia Llano, el Putas de Aguadas no fue un personaje en concreto sino la representación del tipo de trabajador que durante finales del siglo XIX se esparció por el eje cafetero desde Aguadas. “Para esta época Aguadas, Pácora y Salamina se habían convertido en las poblaciones donde se formaban los mejores trabajadores especializados en manejar el hacha y tumbar los enormes árboles madrinos; de estas localidades salían los mejores trabajadores, buscando fortuna”, escribió Valencia Llano.

Desde luego, la imaginación popular ha magnificado al personaje, dotándolo de destrezas sobrehumanas. Se ha llegado a decir, incluso, que el nombre del Putas fue Kiko Quintana.

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