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Los templos de Medellín guardan tesoros artísticos: ¡conózcalos acá!

En la iglesia de San José está la pintura más antigua de la región y la de Castilla luce uno de los vitrales de grisalla más grandes del mundo. También está el mejor órgano de tubos.

  • Vitral de la iglesia de San Judas Tadeo, del barrio Castilla, tal vez el segundo vitral más grande hecho a nivel mundial dentro de la técnica pictórica conocida como grisalla. FOTO: Julio César Herrera.
    Vitral de la iglesia de San Judas Tadeo, del barrio Castilla, tal vez el segundo vitral más grande hecho a nivel mundial dentro de la técnica pictórica conocida como grisalla. FOTO: Julio César Herrera.
  • Pintura de San Lorenzo, tal vez la pintura más antigua en Antioquia, pues data de 1617. FOTO: Julio César Herrera.
    Pintura de San Lorenzo, tal vez la pintura más antigua en Antioquia, pues data de 1617. FOTO: Julio César Herrera.
  • Cúpula de la parroquia San Antonio, aledaña al Parque de San Antonio en el Centro de Medellín. FOTO: Julio Herrera.
    Cúpula de la parroquia San Antonio, aledaña al Parque de San Antonio en el Centro de Medellín. FOTO: Julio Herrera.
  • Fuente de la Iglesia de San José en el centro de Medellín. FOTO: Julio César Herrera.
    Fuente de la Iglesia de San José en el centro de Medellín. FOTO: Julio César Herrera.
  • Lienzos originales del viacrucis en el templo de San Ignacio hechos por el maestro Gabriel Montoya, alumno del maestro Francisco Antonio Cano. FOTO: Julio Herrera.
    Lienzos originales del viacrucis en el templo de San Ignacio hechos por el maestro Gabriel Montoya, alumno del maestro Francisco Antonio Cano. FOTO: Julio Herrera.
12 de abril de 2025
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Medellín y el Valle de Aburrá cuentan con 346 templos católicos, que serían material suficiente para programar un nutrido periplo con el fin de conocer distintas formas arquitectónicas y épocas en la evolución local de la fe religiosa.

En muchos casos son estructuras majestuosas que por su valor histórico o estético han sido declaradas patrimonio nacional o municipal. Sin embargo, dentro de varias de ellas hay tesoros artísticos —algunos dirían que escondidos, y otros que bien resguardados— que también podrían marcar otro tipo de recorrido.

Por lo menos tres de ellos están en el propio Centro y en un perímetro que apenas demanda minutos para recorrer.

Ahí está por ejemplo el templo de San Ignacio con una serie de lienzos originales que recuerdan el camino de Cristo hacia la cruz. En palabras de la arquitecta y experta en restauración Mónica Pabón, tienen un valor artístico que sobrepasaría el de otros elementos más llamativos en el interior de este lugar sagrado, pues fueron pintados por el maestro Gabriel Montoya, a principios del siglo XX, siendo una de sus realizaciones de mayor fama. Cuenta la leyenda que la obra le fue asignada tras ganarle una especie de licitación de esa época a su mentor, el reconocido maestro Francisco Antonio Cano.

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A pesar del tamaño, pues cada cuadro mide tres metros por 3,5, pocos se fijan en estos colosos, excepto en la Semana Mayor, cuando los sacerdotes programan el viacrucis y mientras hacen el relato de lo que ocurre en cada estación, los ojos de los feligreses se posan en la escena respectiva.

A escasas tres o cuatro cuadras de la plazuela San Ignacio, en la iglesia de San José, está el San Lorenzo, tal vez la pintura más antigua en Antioquia, pues data de 1617; la segunda sería la Virgen que se exhibe en La Candelaria, del parque de Berrío, con facciones indígenas, lo cual habría tenido sentido en los tiempos de la Colonia, para que los nativos de esta villa aceptaran mejor la evangelización. Fue enviada desde España por la reina Mariana de Austria en 1675 aproximadamente.



“Todos estos cuadros han tenido varios retoques y se les han añadido cosas. Por ejemplo, la Virgen de la Candelaria tiene unas joyas de oro y otros elementos de piedras preciosas que obedecen a modificaciones que se le hicieron, pero ambos cuadros (con el de San Lorenzo) tienen la inscripción de los años en que han sido intervenidos; por ejemplo el de San Lorenzo se retocó como en 1817 o 1917”, apunta el fotógrafo e historiador Ómar Portela, quien además es un apasionado de estos temas.

Igualmente hermosos, aunque para algunos pasen desapercibidos, son los altares auxiliares que hay a los lados de la iglesia de San José, donde lucen las imágenes de la Virgen de Fátima, de la Milagrosa y de la Última Cena, formadas en mosaico, es decir a punta de azulejos pequeñísimos. Los atractivos antes mencionados se unen a otros dos que son más conocidos por el público, como el órgano de tubos y la fuente de agua ubicada al frente de ese mismo sitio de culto religioso, sobre la acera que da a la calle Ayacucho.

Pintura de San Lorenzo, tal vez la pintura más antigua en Antioquia, pues data de 1617. FOTO: Julio César Herrera.
Pintura de San Lorenzo, tal vez la pintura más antigua en Antioquia, pues data de 1617. FOTO: Julio César Herrera.



El órgano, que le aporta solemnidad a las ceremonias religiosas allí, fue fabricado entre 1915 y 1919, siendo el segundo más grande del país y reputado como el de mejor sonoridad de Colombia. Está ubicado en el coro, un área en una especie de balcón interno que queda en la parte trasera de la iglesia, pero su potencia combinada con la acústica propia de la edificación le alcanza para llenar de música todos los rincones, aún con la competencia que significa el bullicio callejero circundante.

En cuanto a la pileta negra modelada en bronce de las afueras, en esta se observa la forma de un gigante de barbas que escupe agua, mientras un niño debajo de él la recibe en una vasija. Solo que la mayor parte del tiempo el mecanismo permanece apagado y poca gente se acerca a admirar la obra. Cuenta Portela que esta no es la fuente original, pues la primera se deterioró, pero la que pusieron en reemplazo posee igualmente un valor artístico, pues la hizo el maestro Cano cuando apenas se estaba estrenando el siglo XX. Lamentablemente, la ubicación de una estación del tranvía al lado, en vez de incorporarla, le quitó visibilidad.

Siguiendo más al sur por la avenida Oriental y sobre la calzada contraria, permanece casi en el anonimato una espléndida cúpula en el interior de la parroquia San Antonio. Esa especie de bóveda que se forma en el techo, mirando de frente y muy cerca del altar, por mucho tiempo fue la más grande de Medellín, con sus 12 metros de diámetro, hasta que pasó a ser la segunda cuando construyeron el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, también en el Centro. Está sostenida sobre cuatro pilares usados como flancos para ubicar allí las imágenes de los cuatro evangelistas –Mateo, Marcos, Lucas y Juan–.

¿Asunto de estrato?

Y quién lo creyera, pero en un barrio periférico del noroccidente, en la parroquia San Judas Tadeo, de Castilla, está también el que sería el primero o segundo vitral más grande hecho a nivel mundial dentro de la técnica pictórica conocida como grisalla, en la que el artista usa una escala de grises para dar una sensación de relieve. Además, en términos de su belleza y la maestría desplegada en ella, esta obra no tendría nada que envidiarles a los vitrales hechos en Europa, de donde proceden los pioneros a nivel mundial.

En realidad, se trata de dos vitrales, uno en la pared posterior del atrio con la imagen de la Virgen María y, como mirándola desde el frontis, hay otro vitral inmenso donde está el patrono de esa iglesia —San Judas Tadeo— entre nubes, con el Espíritu Santo a la cabecera y rodeado de ángeles. En las paredes laterales del templo, en un formato muchísimo más pequeño que hacen resaltar más el tamaño de las obras principales del maestro Alfredo Villa, su artífice, están las estaciones del viacrucis, también formadas con trozos de vidrio. Además, hay una escena de la Natividad, en la que José parece estar cambiándole el pañal a Jesús recién nacido.

Cúpula de la parroquia San Antonio, aledaña al Parque de San Antonio en el Centro de Medellín. FOTO: Julio Herrera.
Cúpula de la parroquia San Antonio, aledaña al Parque de San Antonio en el Centro de Medellín. FOTO: Julio Herrera.



Tanto la arquitecta Pabón como el maestro Villa coinciden en que si estas obras no gozan de más prestigio es porque arrastran con la mala suerte de estar ubicadas en un templo de un barrio periférico y no en una gran catedral. “Aquí la gente mira las cosas según el estrato, pero los que saben de arte aprecian la obra”, recalca el vitralista.



Los vitrales franceses de la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en el barrio San Diego, muy cerca también del Centro, son otro tesoro. Estos, según le dijo a EL COLOMBIANO una especialista, aunque no son tan grandiosos en tamaño como los de San Judas Tadeo, resultan “toda una catequesis muy especial a punta de arte” y con la manera como dejan pasar la luz invitan al recogimiento espiritual, generando un contraste con la penumbra sacra de esta edificación que se levantó bajo la dirección del arquitecto Félix Arango Mejía en 1945. De hecho, son considerados patrimonio de la ciudad, declarados por el Distrito.

Fuente de la Iglesia de San José en el centro de Medellín. FOTO: Julio César Herrera.
Fuente de la Iglesia de San José en el centro de Medellín. FOTO: Julio César Herrera.



La parroquia San Pedro y San Pablo, en el sector de Laureles-Estadio es, así mismo, un repositorio de arte con las obras del maestro Aníbal Gil, pionero de la talla y el grabado en madera en el departamento. Esa impronta se nota en las formas logradas a punta de formones y gubias en el crucifijo central, el mobiliario y las catorce estaciones del viacrucis de ese templo.

En una entrevista que le dio a EL COLOMBIANO en 2023 cuando tenía 91 años y el Museo de Antioquia lo iba a homenajear, Gil expresó que grabar es como escribir con sangre debido al esfuerzo que cuesta.

“Uno quiere dar de sí mismo lo más entrañable. No es una técnica superficial, sino que hay que pensarla y rumiarla y es una lucha entre los materiales, que son fuertes, ácidos, punzones, es una batalla. Uno termina fundido. Es eso: escribir con sangre, con mucho esfuerzo”, apuntó.


Párrocos son los custodios

La anterior es solo una pequeña muestra de los atractivos artísticos que reposan en los templos católicos de la ciudad, cuya magnitud aún no se conoce, pues la Curia apenas está en la tarea de realizar un inventario unificado con ayuda de alumnos de la Universidad Pontificia Bolivariana.

Por el momento, la misión de conservar y proteger tal legado recae sobre los respectivos párrocos, según confirmó un asesor de la Delegación de Construcciones, que es la dependencia de la Arquidiócesis de Medellín que orienta a la hora de levantar nuevos templos o modificarlos, e igualmente conoce de las obras de arte religioso.

“Esta oficina no cuenta con el alcance para cuidarlos a todos; cuando lo necesitan, ellos mismos (los curas) buscan la asesoría de restauradores y profesionales idóneos. Por ejemplo, hace cuatro años estaban en riesgo las esculturas de los cuatro evangelistas de la fachada de la iglesia de San José y el párroco buscó a la restauradora Silvia Patiño, quien dio las pautas para rehabilitarlas”, contó el asesor.

Lienzos originales del viacrucis en el templo de San Ignacio hechos por el maestro Gabriel Montoya, alumno del maestro Francisco Antonio Cano. FOTO: Julio Herrera.
Lienzos originales del viacrucis en el templo de San Ignacio hechos por el maestro Gabriel Montoya, alumno del maestro Francisco Antonio Cano. FOTO: Julio Herrera.



Lo curioso es que, justo en este tiempo de la Semana Santa, en que los espacios de culto religioso son más asiduamente visitados, los feligreses acostumbran pasar por encima de obras de arte religioso invaluable, posiblemente por desconocimiento, y pierden la oportunidad de deleitarse con un gran despliegue de belleza. Algo que no le puede ocurrir a usted.

La pintura más antigua de Antioquia

En la nave central de la iglesia de San José está el cuadro de San Lorenzo, que según especialistas es la pintura más antigua que hay en Antioquia, teniendo en cuenta que la primera capilla de Medellín se erigió en El Poblado en 1616 y al año siguiente el fundador de la ciudad, Francisco Herrera Campuzano, encargó el cuadro del patrono, San Lorenzo, según Omar Portela.

Cuando el centro del poder de esta capital se trasladó a las inmediaciones del parque de Berrío, también el San Lorenzo fue a dar a la iglesia de San José. Cuenta el historiador Portela que ha habido polémica acerca de si conviene que el cuadro vuelva a su sitio original, en El Poblado.


El alumno aventajado del maestro Cano

Tal vez la obra más conocida del maestro Gabriel Montoya son los 14 lienzos del viacrucis que se exhiben en la iglesia San Ignacio de Loyola, en el centro de Medellín. Este artista nació en 1872 y falleció en 1925.

Una reseña publicada por Sura destaca algunos aspectos de su vida, por ejemplo el inicio de su formación artística, en 1885, bajo la tutela de Francisco Antonio Cano mientras simultáneamente estudiaba ingeniería. Luego se vinculó con el Ferrocarril de Antioquia, pero mantenía de manera paralela su relación con Cano al punto de que se encargó de su taller cuando aquel viajó a París.

Los dos artistas jugaron un papel importante en la fundación del Instituto de Bellas Artes, donde Montoya se desempeñó como docente hasta que falleció.



El vitralista que jamás se ha ido del barrio belén rincón

Los vitrales del maestro Alfredo Villa iluminan no solo el templo de San Judas sino otros de la ciudad, como los de Buenos Aires, La Milagrosa, San Bernardo, La Floresta, San Javier y Jesús de la Buena Esperanza (Belén Rosales). También están en las iglesias de Andes, Hispania y Betania, así como en Manizales. Su arte también lo desplegó en países como Panamá, Venezuela, Aruba y Ecuador.

Pero no toda su obra tiene que ver con temas religiosos, Diego Echavarría Misas lo contrató para algunos acabados de su mansión convertida luego en el Museo El Castillo.

A sus 84 años de edad y todavía activo, este vitralista mantiene su taller en el barrio Belén Rincón, donde nació y con el cual jamás ha roto relación.

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