Hay unos pescaditos de oro que marcaron la vida del coronel Aureliano Buendía en Cien años de soledad. Gabriel García Márquez relató en la novela cómo esas piezas sirvieron de sustento y luego se convirtieron en una forma improductiva de pasar el tiempo cuando el coronel, al terminar cada una la derretía para volver a empezar.
Esos famosos pescados “que existían antes de Cien años de soledad, pero cuyo origen es incierto”, según Artesanías de Colombia, son piezas representativas de la filigrana momposina. “Cada uno se compone de más de 15 piezas individuales y requieren un laminador especial para brindar la textura de escamas”, explicaron en el documento Memorias de oficio.
Un relato que remarca Domingo Escorcia, de Hilada Filigrana Momposina, para ejemplificar que más que una joya, esta es una pieza de su región que cuenta una historia y que se une a esta tradición. “Es algo que nos identifica, sentimos orgullo y convirtió a la ciudad en una meca de este arte en Colombia”.
Conocimiento ancestral
Para Catalina Echeverry, creadora de Pilú Joyería, los joyeros, desde su trabajo diario, perciben que hay un interés por “reconectarnos, conocer un poco más de lo que hay detrás del oficio, (como esas historias de filigrana) sentimos esa necesidad de desconectarnos de lo banal para acoplarnos con el origen, de rescatar las tradiciones ancestrales”.
En esa conexión, la diseñadora Sandra Roldán, quien participó con un proyecto de joyería en la obra artística El árbol de magnolio, con una técnica que mezcla tejido, bordado y filigrana, considera que hay saberes que si no se trasmiten, pueden desaparecer. “Estamos con la última generación que trabaja por ejemplo con la técnica de hilos (una mezcla de crochet, macramé, bolillo, filagrana, costura, hilos en plata) que yo uso en mis piezas”, un tema que le preocupa y que puede pasar con otros métodos.
Artesanías de Colombia lo trasmite en el Panorama Artesanal Ilustrado que se construyó el año anterior entrevistando a más de 30.000 artesanos del país. “Somos un 63 % de artesanos entre los 30 y los 60 años y un 23 % de más de 60. Parece que los jóvenes se alejan del oficio, y por eso deberíamos tomar acciones que protejan y reproduzcan nuestro legado artesanal”. Esa preocupación no es ajena al gremio y añade Echeverry que paralelamente hay expresiones artesanales que se conectan de otra manera.