No hubo nada que hacer. La estruendosa sirena de la ambulancia se volvió aún más angustiante para el rescatista de la Defensa Civil Víctor Correa, cuando se dio cuenta de que su paciente ya no respiraba. En su afanoso camino hacia el hospital, el vehículo no paraba, pero la vida de su malherido ocupante, víctima de un accidente de tránsito, ya lo había hecho. Apresado por la tensión, Víctor intentó practicar cada maniobra de reanimación que había aprendido en el curso de rescate. Pero no. No hubo nada que hacer.
Ver a la muerte tan de cerca por primera vez le cambió la vida. No como una frase cliché que se dice después de alguna experiencia traumática. Literalmente, ese momento le hizo replantear para qué era útil, qué iba a hacer con su futuro y sobre todo, cómo podía aprovechar esa vocación de servicio que, asegura, lo acompaña desde pequeño.
Y aunque suene contradictorio, el primer paso fue dejar la carrera profesional que cursaba. Corría el año 2005 cuando Correa decidió que la Química no era su verdadera vocación y decidió inscribirse en Medicina, en la Universidad de Antioquia, un paso que sería definitivo en la construcción de lo que luego sería su carrera política.
En aquella ambulancia no fue la última vez que la muerte le puso su fría mano en el hombro. A la par con sus estudios universitarios, Correa continuó ejerciendo la labor de rescatista en episodios tan duros como el deslizamiento de la quebrada La Gabriela, en Bello, o los incendios de Altos de la Virgen y Moravia, en Medellín.
Y esas tragedias en las que se apilaban cadáveres y escombros lo hicieron más sensible ante la desigualdad social, profundamente arraigada en ciudades como Medellín, pues a fin de cuentas “la gente sin recursos es muy vulnerable a padecer los rigores de la naturaleza y de la acción del hombre”, manifiesta.
Activista metido a político
Nacido en el seno de un hogar campesino, conformado por Luz Marina Vélez, una caficultora, y Fernando Antonio Correa, un agricultor, Víctor Correa se destacó desde muy pequeño por su buen desempeño académico.
Nació en Medellín, pero creció en Concordia, el pueblo de su mamá. Allí, en el Colegio Liceo de Jesús, cursó los primeros años escolares. Pero se destacó tanto como estudiante, que en 1999 se hizo merecedor de una beca del Colegio Fontán, se mudó a Medellín y se graduó en esa institución como bachiller.
Su camino en la movilización ciudadana empezó en diciembre de 2009, cuando el gobierno de Álvaro Uribe decretó la emergencia social en el país a raíz de dos sentencias de la Corte Constitucional, que obligaban al Estado a asumir el costo de tratamientos no incluidos en el Plan Obligatorio de Salud.
La declaración de emergencia le daba potestad al gobierno para introducir reformas estructurales al sistema de salud que, para un sector de la población, terminaban por empeorar las condiciones para médicos y pacientes. A inicios de 2010 la ciudadanía se volcó a las calles y Correa, ya estudiante de Medicina, organizó varias de las marchas que se convocaron en Medellín contra las medidas.
Un año después, el recién elegido presidente, Juan Manuel Santos, propondría una reforma a la educación superior que abría la puerta a la creación universidades con ánimo de lucro. Indignados por dicho planteamiento, las comunidades académicas entraron en paro indefinido y crearon la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane), cuyo brazo en el departamento se denominó Mesa Amplia Regional Estudiantil de Antioquia (Marea).
Y ahí también estuvo Víctor Correa, como gestor de ese proceso. En esa época lo conoció su amiga Ana María García, actual integrante del Polo Democrático, quien reconoce en él “una sensibilidad muy bonita, que lo lleva a respaldar todas estas luchas sociales”, que se combina con “el carácter necesario para defender las causas más justas”.
No obstante, durante una de las reuniones de la Marea, Víctor le dijo a Ana María algo que la dejó muy sorprendida y pensativa: “Dijo que iba a pasar de esa lucha estudiantil, de ser un activista social, a ser un activista político y que iba a aspirar a la Cámara de Representantes. Eso no pega muy bien en los movimientos estudiantiles, porque hay gente que prefiere abstenerse de la participación política, no ven ahí una solución a sus luchas”.
Identidad con el campo
Con esa idea en la cabeza, Correa siguió participando en diversas protestas sociales. Llegó 2013 y la crisis económica del sector cafetero motivó un paro nacional que empezó en febrero y se extendió hasta marzo. Identificado con las precariedades que había visto pasar a su propia mamá, Correa se unió a los movimientos Dignidad Agropecuaria y Dignidad Cafetera, ayudó a organizar las marchas en diferentes subregiones de Antioquia e hizo parte de la mesa de negociaciones con el gobierno, que logró los acuerdos para poner fin al paro.
Óscar Gutiérrez, director de Dignidad Agropecuaria y exdirectivo del Polo Democrático lo recuerda como “un hombre con gran espíritu conciliador, que busca escuchar al contradictor con cuidado y capaz de encontrar puntos comunes entre posturas distintas”.
Justamente, en ese sentido, Gutiérrez destaca de Correa que “en las negociaciones con el gobierno, en determinado momento me dijo ‘venga, sentémonos a revisar todo esto con sumo cuidado, no vaya a ser que cometamos un error’”.
En el Congreso
A bordo de una sencilla moto “de cilindraje 100” que le regalaron sus papás para que fuera a la universidad, Correa recorrió el departamento entre marchas, plantones y mesas de diálogo. A veces los recorridos eran tan extensos y trajinados que, él mismo recuerda, “hasta le pegaba a la moto con cinta piezas que se dañaban, para poder llegar a los pueblos”.
Pero un día la moto no aguantó más y rumbo a La Pintada el motor quedó fundido. Dirigentes del paro cafetero lograron avistar a Correa empujando la moto, lo recogieron y en gratitud por su apoyo a las negociaciones, hicieron “vaca” y le compraron una moto nueva.
En 2014, aún sin terminar la universidad e izando la bandera del Polo, Correa fue elegido representante a la Cámara con 5.539 votos. De esa etapa, además de la experiencia de haber sido simultáneamente estudiante y congresista, a la que califica como “dura y compleja”, Correa destaca el aporte que intentó lograr desde el quehacer legislativo para mejorar la salud de los colombianos, como el proyecto que buscaba controlar la publicidad de alimentos ultraprocesados dirigidos a niños y adolescentes.
Y le queda también una investigación en su contra ante la Corte Suprema de Justicia, de la que dice sentirse “orgulloso”, porque “se produjo por el debate de las Circunscripciones de Paz, cuando se generó una discusión sobre el quórum si el proyecto se había aprobado o no. Nuestra bancada consideró que el proyecto se había aprobado y denunció por presunto prevaricato al entonces presidente del Senado, Efraín Cepeda, quien argumentaba que la iniciativa estaba hundida. La respuesta a esa denuncia fue otra contra nosotros, por injuria y calumnia”.
#MeToo
En 2017, mujeres de todo el mundo alzaron su voz para protestar en redes sociales contra el acoso y el abuso sexual, utilizando la etiqueta “Me Too”. En apoyo al movimiento, Correa publicó un mensaje en su cuenta de Facebook el 24 de diciembre destacando la lucha feminista y reconociendo que él mismo había “replicado prácticas comunes de acoso, pero jamás de forma consciente, por lo que pido disculpas”. No obstante, pocas horas después, tuvo que borrarlo.
A partir de ese mensaje, la entonces estudiante de Ciencia Política, Andrea Olaya, quien hacía su práctica profesional en la Unidad de Trabajo Legislativo de Correa, lo acusó públicamente de haberla acosado y haberla tocado indebidamente, a pesar de que ella se había rehusado.
“Primero me tomó de las manos, luego me abrazó por detrás y luego puso sus manos en mis glúteos, frente a otros integrantes de su equipo de trabajo”, manifestó Olaya en esa oportunidad.
Sin embargo, aunque la denuncia causó un amplio impacto mediático, nunca fue elevada a las autoridades. Consultada en aquella oportunidad por EL COLOMBIANO, Olaya manifestó que no había acudido a la Fiscalía, porque no tenía dinero para costearse un abogado.
Correa, sin embargo, asegura que los hechos nunca ocurrieron como Olaya los describió y que incluso antes de que ella fuera practicante, ambos ya eran viejos conocidos. “El Comité de Ética del Polo, inclusive, intentó contactarla para aclarar las cosas, pero ella nunca apareció y todo quedó como en el aire. Yo tengo como comprobar que lo que ella dice nunca pasó, hubiera podido denunciarla por injuria y calumnia, pero no lo hice porque eso hubiera sido una acción en contra de una lucha de las mujeres que considero legítima, válida y que apoyo. Para mí fue una oportunidad para aprender más sobre las desigualdades que viven las mujeres”.
Correa admite que este episodio, que ya considera superado, fue una prueba para él y Elizabeth García, la mujer con la que hace cerca de cinco años comparte su vida. “Reconfiguramos nuestra relación”, señala, y asegura que ambos tienen claro que aunque ella lo apoya en la política, “no es un apéndice mío, ella tiene su carrera, sus propios retos y no jugará un papel en mi Administración si resulto elegido como alcalde”. Eso sí, apenas pasen las elecciones, sea cual sea el resultado, “vamos a celebrar, porque esta época coincide con nuestro aniversario”.
Víctor Correa, quien nació
el 14 de marzo de 1986.