No es esta la historia de un atleta de élite, porque no alcancé a serlo hace años, cuando era hora. Es de un tipo corriente, un periodista que a punto de cumplir 34 años es invitado a correr una de las carreras de atletismo más importantes del mundo en la distancia más larga de las que se corren en el programa de los Juegos Olímpicos: la Maratón de París.
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Lejos de los atletas keniatas y etíopes, llamados a disputar la victoria en la carrera que ganó el año pasado Kenenisa Bekele, catalogado como uno de los mejores fondistas de la historia, la que busco es la hazaña de cruzar la meta después de correr 42 kilómetros y 195 metros, como la mayoría de los 50.000 corredores que lo intentarán el próximo 12 de abril por las calles de la Ciudad Luz. Bueno, espero no estar tan lejos de los punteros -tampoco así la cosa- y en eso me he empeñado los últimos meses desde que dije que me le mediría al reto.
Se ha popularizado el mito de que el primero que corrió la carrera -supuestamente el soldado ateniense Filípides- murió de agotamiento apenas llegó, pero yo creo que es puro cuento.
El encanto de la ruta
Junto con las maratones de Berlín y Londres, la de París es una de las carreras anuales más populares en Europa.
El recorrido une algunas de las avenidas y plazas que son referente obligado para cualquier turista en la Ciudad Luz. De la cara que mira al oriente del Arco del Triunfo por la avenida de los Campos Elíseos hacia la plaza de la Concordia; y de allí por la calle de Rivoli hasta rodear la plaza de La Bastilla, luego por los Bosques de Vincennes desde donde se toma el regreso otra vez por La Bastilla y se sigue buscando la orilla del río Sena después, pasando junto a la catedral de Notre Dame y la emblemática Torre Eiffel. El tramo final de la carrera pasa por los bosques de Boulogne para llegar a la meta frente a la cara occidental del Arco del Triunfo.
En lo técnico es también una carrera que se presta para que se impongan importantes registros. El etíope Bekele cruzó la meta el año pasado a dos minutos del récord mundial. Ha sido el menor tiempo empleado en la carrera desde 1976, cuando se corrió por primera vez.
Lo que no se piensa
Ni con haber practicado atletismo con regularidad desde los 15 años y competido en triatlón hasta los pasados Juegos Nacionales, a pesar de que hubo un tiempo en que anhelaba vivir del deporte, nunca pensé en serio correr una maratón. Como Javier Gómez, triatleta español consolidado como el mejor del mundo en la distancia olímpica, pienso que “no es más duro cuanta más distancia hagas sino cuanto más rápido vayas”.
Y, sin embargo, no dudé un instante este diciembre cuando contesté una llamada a nombre de la empresa Schneider Electric, firma de tecnología que patrocina la carrera. Preguntaron que si me interesaba tener la posibilidad de viajar a París y correr en la carrera... ¿A quién no?
Me propusieron hacer parte de un grupo de periodistas de varios países del continente invitados a correr en la capital francesa. Y lo hicieron pensando que tal vez podía prepararme y completar la prueba.
Seguro no se imaginaron que la emoción fuera tan grande que me hiciera correr incluso mejor que hace diez años. Al menos en la medida de mis condiciones de deportista aficionado, profesional de otro campo y padre de familia, me propongo hacer lo suficiente para que los que me conocen y los que me quieren me recuerden vital.
Y EL COLOMBIANO me está acompañando en ese anhelo, aunque no sea más que el sueño de un tipo común y corriente