Hacía frío en Guarne. El cielo estaba cubierto de nubes grises que presagiaban una lluvia que no llegó. Eran las 9: 25 de la mañana y afuera de la sede de Atlético Nacional había una fila de carros parqueados. Algunos con periodistas, otros con aficionados. Todos estaban esperando lo mismo: que llegara, desde el hotel Intercontinental, el bus de la Selección Colombia con los jugadores.
La espera parecía eterna. Por lo menos eso se comentaba en algunos corrillos. Pero, como el tiempo es una fantasía que algunas veces se extiende y otras se acorta, un par de minutos después el sonido de unas sirenas de policía avisó que los dirigidos por Néstor Lorenzo estaban cerca.
Desde la parte baja de la loma que hay que transitar para entrar a la sede verdolaga se vio el techo rojo y las ventanas con visos amarillos y azules que identifican al carro de la Tricolor. La emoción se apoderó del ambiente. Las cámaras y los celulares se enfocaron para grabar el momento. Pero hubo que esperar porque un autobús blanco hizo las veces de telonero, inoportuno, y bajó primero.
Entró y por fin llegó el anhelado y efímero momento. Cinco, diez segundos duraron los videos del ingreso. Después, el vehículo con los jugadores se perdió tras la puerta de madera. Los hinchas empezaron a buscar un lugar en el que pudieran ver a los jugadores entrenando. Ese esfuerzo no tuvo fruto. La Selección entrenó en una cancha que queda bien adentro del predio.
La alegría en la interna del grupo
Adentro había dudas: ¿Que si James tenía molestias?, ¿El recuerdo del 6-1 de 2020 sigue doliendo en el grupo?, ¿Había sido efectivo entrenar en Antioquia para adaptarse a la altura de Quito?
Estas y otras cuestiones se disiparon en el entrenamiento. Para llegar a la cancha donde estaban los jugadores había que pasar un camino empedrado, un puente de madera y el gimnasio del Centro de Alto Rendimiento de Nacional.
En la cancha de fondo, tapada por árboles frondosos, los 25 futbolistas del seleccionado nacional estaban en círculo (Santiago Arias, que sufrió un desgarro, ya se había ido). Un sol tímido salía de las nubes mientras Luis Díaz, Santos Borré, Mateus Uribe, Jhon Arias y sus compañeros jugaban al “bobito”.
Se veían alegres. Cuando uno le hacía un túnel a otro todo el equipo gritaba. El ánimo se calmó. La Selección hizo una oración. Empezó la práctica y con ella llegaron las respuestas: James Rodríguez entrenó a la par de sus compañeros, confirmando lo que dijo Lorenzo en la rueda de prensa “Todavía no hay nada cierto (sobre que sea una baja). Esperaremos hasta el último momento”.
Después los arqueros, que estaban entrenando en uno de los costados y recibieron la visita de René Higuita, se mostraron en capacidad de responder rápido a la velocidad que toma el balón en la altura.
Por su parte, los jugadores de campo, que fueron saludados por el exlateral Camilo Zuñiga, se mostraron en buen estado físico y con la ilusión de volver a ganar en Quito después de más de seis años. La última vez que Colombia venció a Ecuador en su capital fue el 23 de marzo de 2017, cuando se impuso 0-2 con goles de James y Cuadrado.
La ilusión sigue viva
El entrenamiento terminó al mediodía, cuando el sol estaba en su máximo esplendor. En Antioquia, Lorenzo preparó a sus dirigidos para alargar el invicto de 11 partidos que tiene desde que es técnico de la Tricolor, con la consciencia de que Ecuador es un rival difícil, al que le va bien de local, con su hinchada.
El bus de la Selección volvió a salir. Pasó en una calle de honor que hicieron los hinchas, quienes tienen la ilusión de un triunfo ante la “Tri”, y se fueron a un hotel cerca al aeropuerto. Después de las 6:00 p.m. viajaron en un vuelo charter a Quito para encarar un partido que puede servir de revancha a ese amargo recuerdo del 6-1.
