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Los maestros del maestro

Fernando Botero se nutrió de la tradición occidental de la pintura, asimilando influencias locales, regionales y universales.

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19 de abril de 2022
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En la biografía del pintor antioqueño Fernando Botero se destaca el marcado rasgo autodidacta de su formación: su pincel se nutrió de visitas a museos y del contacto directo con ciudades y países de enorme riqueza plástica.

En su estancia en La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, España, por ejemplo, se dedicó a aprender de los maestros reunidos en los pasillos del Museo Nacional del Prado. En esos corredores, guiado por la curiosidad por el color y las formas, estudió las obras de los pinceles célebres de los siglos XV al XIX. También marcó de manera decisiva su carrera los viajes juveniles por Italia. Allá se empapó de la pintura del Renacimiento. La perspectiva fue un factor clave en ese momento. Por supuesto, su contacto con las vanguardias le ofreció un camino para superar las posturas conservadoras del arte nacional de ese entonces.

No en vano, la suya es la primera generación de pintores que se insertó en las corrientes estéticas del mundo. De las iniciales ilustraciones hechas para EL COLOMBIANO, pasando por sus cuadros de experimentación hasta llegar a las series que lo consagraron a nivel planetario, Botero ha sido un artista que ha sabido dialogar con la tradición, alimentarse de ella y hacer los necesarios quiebres para lograr un registro propio.

Al hacer un inventario no exhaustivo de los artistas que algún influjo tuvieron en la vida o en la obra de Fernando Botero surgen algunos nombres en los que vale la pena detenerse.

Son influencias de diferentes procedencias, que van de lo local a lo universal. Como todo artista, Botero ha transitado los senderos de la universalidad

RAFAEL SÁENZ MORENO
El primero de ellos –por razones de antigüedad y cercanía geográfica– es el pintor antioqueño Rafael Sáenz Moreno. Nacido en Medellín el 29 de enero de 1910, Sáenz fue maestro de artistas importantes para la historia de la plástica antioqueña y colombiana, entre ellos, por supuesto, Fernando Botero, y también Aníbal Gil y Rodrigo Callejas. Entre los reconocimientos recibidos por Sáenz se destacan el primer puesto en la categoría al óleo en el concurso Exposición de Pintura organizado por la Sociedad Amigos de Arte en 1948 y el segundo lugar en 1950 en la Primera Exposición Anual de Artistas Antioqueños. Dos de sus cuadros más reconocidos son Entierro Campesino y El asesinato (foto). Sáenz murió el 30 de enero de 1988. En la Universidad de Antioquia hay una sala de exposiciones con su nombre.

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ALEJANDRO OBREGÓN
El pintor Alejandro Obregón –el primer artista moderno colombiano en opinión de la crítica argentina Marta Traba– fue una de las influencias tempranas de Fernando Botero y de su generación. Al respecto, dice un artículo publicado por el Museo Nacional de Colombia: “Su gesto pictórico repercutió en importantes artistas como Fernando Botero, Lucy Tejada y Cecilia Porras”. Obregón nació el 4 de junio de 1920 en Barcelona, España. A los seis años su familia se instaló en Barranquilla. En su juventud, Alejandro viajó por España, Reino Unido y Estados Unidos. Hizo parte del célebre Grupo de Barranquilla, conformado por Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda, Alfonso Fuenmayor y Cecilia Porras. Su pintura más representativa –con la que ganó el Premio Nacional de Pintura en el XV Salón Nacional de Artistas de Colombia– se titula La Violencia. Murió el 11 de abril de 1992.

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RUFINO TAMAYO
En el periodo muralista de Botero se percibe la influencia del muralismo mexicano, en particular de Rufino Tamayo. Nacido en Oaxaca en 1899, Tamayo conforma con el grupo de los tres –Diego Rivera, David Alfaro Siquieros y José Clemente Orozco– un momento estelar de la pintura mexicana. Todo el arte mexicano de principios del siglo XX se alimentó de las profundas conmociones culturales que la Revolución Mexicana produjo en el país. Tamayo conservó la distancia con los postulados ideológicos y sociales de buena parte de sus coetáneos. Una obra emblemática de su trabajo es Homenaje a Benito Juárez. Murió el 24 de junio de 1991. Es uno de los pinceles mexicanos más importantes y de carrera más larga del siglo XX.

Los maestros del maestro

PAOLO UCCELLO
Es otro de los miembros del Quattrocento que influyó en Botero. Hay un debate respecto al lugar de nacimiento: algunos lo ubican en Pratovecchio mientras otros señalan a Florencia. Sobre la fecha sí hay consenso: el 15 de junio de 1397. Uccello es el maestro de la perspectiva. Se inscribió en el gótico tardío, privilegiando el color antes que el realismo. Fue un soberbio pintor de animales. El primer relato de su vida que se conserva lo escribió el pintor y arquitecto italiano Giorgio Vasari. Su influencia trasciende el ámbito de la pintura al punto de percibirse en la obras de escritores del siglo XX, entre ellos Antonin Artaud. La pintura Batalla de San Romano es un momento clave de su trayectoria. Murió en 1475.

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PIERO DELLA FRANCESCA
En su período europeo, Fernando Botero se empapó de las formas y las perspectivas de los maestros de la antigüedad. Se nutrió de los trabajos y hallazgos de los principales pintores de la tradición occidental. Uno de ellos fue Piero della Francesca. El artista nació en Borgo del Santo Sepolcro, Italia, en 1415. Fue experto en pintura al fresco –modalidad muy propia de su época–, además de ser reconocido geómetra y matemático. Aunque nunca trabajó bajo el mecenazgo de los Medicis, la crítica considera su obra uno de los baluartes de la plástica del Renacimiento. La casi totalidad de los temas de la pintura de della Francesca gira alrededor de la religiosidad católica. Resurrección constituye un hito en su obra. Murió en 1492.

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ANDREA MANTEGNA
El trío de influencias del Quattrocento lo completa Andrea Mantegna. Nacido en cercanías de Padua, Italia, en 1431, fue recibido en calidad de aprendiz en el taller de Francesco Squarcione. Su interés se centra en las proporciones de la figura humana, incluyendo en sus pinturas personajes con las formas de la belleza clásica. Un ejemplo de esto es el cuadro Lamentación por el Cristo muerto, quizá su obra más conocida. Trabajó protegido por el mecenazgo del la familia Gonzaga, gobernante de la ciudad-estado de Mantua, ubicada en Lombardía. Fue otro de los maestros de la perspectiva, al dibujar las siluetas en escorzo, es decir vistas desde abajo. Este aporte a la pintura fue revolucionario en su momento. Murió en 1506, a los setenta y cinco años.

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