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Tango y haikues, dos extranjeras que le aportan a la cultura en Medellín

Convertida en una ciudad atractiva para los foráneos, en Medellín hay varias historias de extranjeras que trabajan y sueñan entre montañas. Le contamos dos.

  • Guillermina, la cantante, y Kaori, la sensei, han hecho de Medellín su casa y su lugar de trabajo cultural. Foto: Carlos Velázquez.
    Guillermina, la cantante, y Kaori, la sensei, han hecho de Medellín su casa y su lugar de trabajo cultural. Foto: Carlos Velázquez.
  • Kaori Hatano es la sensei de Haru no hinata. Vive en Medellín desde finales de la década del 2000. Foto: Carlos Velázquez.
    Kaori Hatano es la sensei de Haru no hinata. Vive en Medellín desde finales de la década del 2000. Foto: Carlos Velázquez.
  • El juego de las cartas es una forma en la que los alumnos aprenden la lengua japonesa y se divierten. Foto: Carlos Velázquez.
    El juego de las cartas es una forma en la que los alumnos aprenden la lengua japonesa y se divierten. Foto: Carlos Velázquez.
  • La cantante es la voz principal de A flor de tango, un grupo que trabaja con el repertorio del Polaco Goyeneche y Edmundo Rivero. Foto: Carlos Velázquez.
    La cantante es la voz principal de A flor de tango, un grupo que trabaja con el repertorio del Polaco Goyeneche y Edmundo Rivero. Foto: Carlos Velázquez.
  • Malevo y el salón Málaga son los sitios en los que con frecuencia canta Guillermina. Foto: Carlos Velázquez.
    Malevo y el salón Málaga son los sitios en los que con frecuencia canta Guillermina. Foto: Carlos Velázquez.
11 de abril de 2023
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Una primavera japonesa en las montañas de Medellín

En las colchonetas del dojo de Haru no Hinata —Conquistadores, Medellín—, las profesoras Kaori Hatano y Luz Angélica Jiménez entrenan a la hija de la segunda en la destreza de conectar la oreja con la mano. Lo hacen con Karuta, un juego japonés en el que dos participantes prestan atención a la lectura en voz alta de poemas y refranes para agarrar la carta correspondiente.

“En estas cartas hay un siglo de tradición poética”, dice Luz Angélica. Kaori —cabello corto y blusa manga larga de flores rojas y blancas— toma la siguiente carta y canturrea. Las competidoras acechan hasta que alguna estira la mano y toca la carta adecuada. Todo esto pasa ante la serena mirada de Morihei Ueshiba, el fundador del aikido, el arte marcial que aprovecha la fuerza del enemigo para derrotarlo. En la pintura se le ve con barba blanca en punta y la cabeza rapada.

Kaori llegó a Medellín en 2009, en calidad de profesora de Eafit. Allí estuvo hasta finales de 2021, cuando se cerró el curso de japonés. Esa no fue su primera visita a Colombia. De 2005 a 2007 vivió en Manizales, en calidad de voluntaria de Japan International Corporation Agency —JICA—, un organismo que canaliza la ayuda del gobierno nipón a los países en desarrollo. Tras esos años regresó a Otaru, ciudad ubicada en una isla al norte, casi frontera con Rusia y famosa por la calidad del sushi. “Para mí el sushi es arroz con pescado fresco, acá le agregan otros ingredientes”, dice mientras sonríe e inclina la cabeza. Cuando un japonés habla de cortes frescos de pescados en realidad se refiere a los crudos. “Nosotros aquí hicimos una adaptación”, completa Luz Angélica.

Después de una estadía en Filipinas, Kaori se enteró de una convocatoria de Eafit, envió los papeles y llegó a vivir a Medellín. La pregunta es inevitable: ¿qué fue lo que primero le asombró de los colombianos? “Ustedes son muy expresivos, quieren expresar amor en la calle, en el colegio, en la universidad, no hay problema. En Japón somos más tímidos”, dice. Y sí: en pocos momentos de la entrevista la profesora sostiene la mirada del periodista o del fotógrafo. Muchas veces acude a la ayuda de Luz Angélica para despejar una duda lingüística o para entender mejor las preguntas.

Kaori Hatano es la sensei de Haru no hinata. Vive en Medellín desde finales de la década del 2000. Foto: Carlos Velázquez.
Kaori Hatano es la sensei de Haru no hinata. Vive en Medellín desde finales de la década del 2000. Foto: Carlos Velázquez.

El 5 de febrero de 2022 Haru no Hinata abrió sus puertas al público. Fue el resultado de juntar grupos interesados en el Japón. Se unieron Haru —un colectivo de estudio del idioma oriental y de las artes marciales, dirigido a los niños y liderado por Luz Angélica y Nathalie Suarez Cook— y Hinata, el sueño de Kaori y Nicolás Moreno. La confluencia de los nombres fue afortunada: por un lado Haru —primavera— remite al apelativo por el que es conocida Medellín en el resto del mundo y Hinata —lugar del sol— se conecta con el astro rey que fulgura en la bandera nipona. “Quisimos que el nombre enlazara a Medellín con el Japón”, dice Kaori.

En Haru no hinata hay libros de manga, máscaras tradicionales, un armario lleno de kimonos de colores y un altar con estatuillas que representan a la pareja imperial y a las generaciones que de ella emergen. Allí se dictan clases de japonés y los sábados en la tarde hay reuniones para quienes quieran acercarse al arte y la historia del país al que Roland Barthes llamó el imperio de los signos. Hay otra pregunta inevitable para Kaori: en la práctica, ¿en qué se diferencian los colombianos de los japoneses? Se toma un instante y dice: “El trabajo en equipo. Nosotros trabajamos mejor en equipo que ustedes”.

Luz Angélica no se contiene y ofrece una respuesta más larga: habla del bushido, el código de honor de los sumarais, sustentado en palabras tan antiguas como el coraje, el respeto y el honor. “Nosotros vemos a los japoneses limpiar un estadio luego de un partido del mundial y nos asombra. Y no, eso es una señal de respeto”, dice.

El juego de las cartas es una forma en la que los alumnos aprenden la lengua japonesa y se divierten. Foto: Carlos Velázquez.
El juego de las cartas es una forma en la que los alumnos aprenden la lengua japonesa y se divierten. Foto: Carlos Velázquez.

El dolor del bandoneón convertido en generosidad

A Malevo —El Poblado— entra un ventarrón: es la cantante argentina Guillermina Muñoz. Saluda a los dueños y luego les muestra a los visitantes los espacios del local de comida argentina. Hay un altar muy patriótico –¿patriotero?– en una de las salas: sobre unas tablas descansan objetos del orgullo albiceleste. Hay un retrato del Ché Guevara, una réplica no tan exacta de la Copa del mundial de futbol, instrumentos para cebar el mate y fotografías de paisajes.

“Mirá, también está Eva”, dice Guillermina, señalando la fotografía de la actriz que al casarse con Juan Domingo Perón se convirtió en el emblema de los descamisados.

Guille —prefiere que la llamen así— es la voz principal de A flor de tango, un conjunto musical que se presenta en bares y restaurantes del área metropolitana con un repertorio tanguero levemente distinto al que ha sido consagrado en las cantinas y billares de Antioquia. “¿Gardel? Claro, en Buenos Aires y acá es un clásico. También cantamos muchos temas del Polaco Goyeneche, que es uno de mis preferidos, y de Edmundo Rivero”, dice. Desde 2018, Guille tiene el tatuaje de un micrófono en la mano izquierda. Justamente ese año llegó a Medellín, invitada por un primo que entonces vivía en la ciudad.

Guille señala la parte superior de la entrada y dice: “Miren, cuchillos, facas, de Tandil, mi tierra. Yo soy de allá, también lo es uno de los cocineros de Malevo”. Sin transición llama a un hombre que se asoma por la ventana de la cocina y saluda. Por supuesto, en un ambiente tan así y ante cuchillos convertidos en adornos se piensa en Jorge Luis Borges y en su fascinación por los cuchilleros, esos seres mitificados que salen de los barrios bajos y comparten el destino de los héroes trágicos.

“Debieron haberme dicho para venir vestida de cantante”, dice mientras se acomoda la melena de hebras rubias.

La cantante es la voz principal de A flor de tango, un grupo que trabaja con el repertorio del Polaco Goyeneche y Edmundo Rivero. Foto: Carlos Velázquez.
La cantante es la voz principal de A flor de tango, un grupo que trabaja con el repertorio del Polaco Goyeneche y Edmundo Rivero. Foto: Carlos Velázquez.

Desde la adolescencia Guille ha sido proclive a las obras con sentido social. Por eso no resultó nada extraño que al poco tiempo de radicarse en Medellín buscara y encontrara en las redes sociales un proyecto comunitario a favor de los niños. En Facebook encontró el comedor Emmanuel, que alimenta a más de cien niños —en tres turnos—, ubicado en uno de los recodos de Santo Domingo, la loma que los turistas conocen desde el cielo, cuando van para el Arví.

Guille se contactó con Snayder Zapata, el responsable de poner comida caliente en los platos de los pequeños, y programó con él una visita al sitio. “Siempre asombra la forma del barrio: esas casas en esa loma. En Argentina no hay nada parecido”, dice.

El voluntariado de Guille consiste en recolectar alimentos no perecederos entre la comunidad argentina de Medellín y con los restaurantes de El Poblado. Al momento en que tiene una remesa generosa ajusta con Zapata los detalles para subirlos al comedor. También ha hecho jornadas artísticas destinadas a recibir granos y enlatados del público, quien paga así el precio de asistir a un concierto o a un recital. Hasta ahora ha montado dos festivales de la solidaridad en El Poblado—todavía no tienen un nombre definido— y espera tener listo todo para que el próximo sea a mediados de mayo.

Malevo y el salón Málaga son los sitios en los que con frecuencia canta Guillermina. Foto: Carlos Velázquez.
Malevo y el salón Málaga son los sitios en los que con frecuencia canta Guillermina. Foto: Carlos Velázquez.

Las veces anteriores ha contado con la ayuda de la gente de la junta de acción local del barrio y con el apoyo de sus colegas de A flor de tango. “Los niños han bajado de Santo Domingo para participar en el evento”.

Para las fotos, Guille toma el micrófono y, a petición de una de las mujeres de Malevo, entona... “Y ahora que estoy frente a ti/Parecemos ya ves, dos extraños/ Lección que por fin aprendí/cómo cambian las cosas los años”. Suelta el micrófono y dice: “No calenté la voz, sueno muy Cacho Castaña... Ah, sí podés poné el contacto del comedor”. Sí, puedo. Este es el teléfono de Zapata: 3127173240.

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