El Atanasio Girardot, con su ambiente siempre expectante y su hinchada incondicional, fue testigo de una noche que empezó con dudas y terminó con sonrisas. Atlético Nacional goleó 4-1 a Boyacá Chicó en una jornada que no solo significó tres puntos, sino un paso firme hacia la clasificación a los cuadrangulares semifinales de la Liga Betplay. Con 28 unidades en su bolsillo y un fútbol que fue de menos a más, el verde acaricia ya la tranquilidad de asegurar su cupo anticipadamente.
Javier Gandolfi, el técnico que ha intentado darle identidad y equilibrio al equipo, decidió mover las piezas y darle rodaje a varios nombres que no suelen estar en la alineación titular. Aparecieron desde el inicio Harlen Castillo en el arco, Joan Castro, Andrés Salazar, Elkin Rivero y el ecuatoriano Billy Arce. Una apuesta que comenzó titubeante, pero que al final se justificó con goles, confianza y aplausos.
El primer tiempo fue una lucha más contra el tiempo y la ansiedad que contra el rival. Chicó, fiel a su libreto, cortó el juego, ralentizó cada reanudación y dejó que Nacional cayera en la trampa del desespero. Las ideas no fluían y los circuitos ofensivos se veían desconectados, hasta que sobre el cierre de la primera mitad, Marino Hinestroza, que ya había avisado minutos antes, rompió la resistencia visitante. Su tanto no solo destrabó el partido, sino que encendió la chispa que faltaba para encarar el complemento con determinación.
Y fue justamente esa chispa la que explotó apenas rodó la pelota en la segunda mitad. Al minuto 47, Andrés Sarmiento, uno de esos jugadores que venía luchando contra sus propios fantasmas tras una lesión, se encontró con el gol. Fue su primero en este 2025, un grito que se sintió liberador, no solo para él sino para un equipo que venía buscando contundencia. La sonrisa de Sarmiento al celebrar fue la mejor postal de una noche que le devolvió la confianza y el brillo que había mostrado antes de su infortunio físico.
Nacional se adueñó por completo del partido, Chicó no tuvo argumentos para reaccionar y, si algo se le puede reprochar al conjunto paisa, fue no haber sido aún más certero frente al arco. Las ocasiones desperdiciadas mantuvieron el marcador en suspenso, hasta que Billy Arce, el ecuatoriano que muchas veces había sido mirado de reojo cada vez que reemplazaba a Edwin Cardona, al fin tuvo su noche soñada. Al minuto 63, Arce recibió, definió y celebró con un gesto emotivo: se llevó un chupo a la boca dedicándole el gol a un bebé. Un mensaje tierno en medio de la euforia, que confirmaba que las oportunidades, tarde o temprano, llegan para quienes perseveran.
Pero faltaba el toque final, ese gol que ya se ha vuelto costumbre, casi una firma de autor en cada partido. Alfredo Morelos, el hombre que llegó para hacer de Nacional su casa y de las redes contrarias su territorio, cerró la goleada con su tanto al minuto 87. Fue el broche de oro para una noche que, salvo por el descuento de Frank Lozano en el tiempo de adición (90+2), no tuvo sobresaltos para los de Gandolfi.
Con esta victoria, Nacional no solo ratificó su poderío ofensivo —es el equipo más goleador de la Liga con 28 anotaciones en 14 partidos, promediando dos por encuentro— sino que quedó a tan solo dos puntos de la clasificación anticipada, la cual podría sellar el próximo domingo en su visita a Deportivo Cali en Palmaseca, desde las 6:20 p.m.
El verde empieza a ver más cerca el horizonte que había planeado: asegurar su lugar entre los ocho y enfocar sus energías en la Copa Libertadores, donde un nuevo reto en suelo brasileño lo espera frente a Bahía.
El Atanasio despidió al equipo con el corazón lleno de orgullo. La ilusión está intacta, el camino parece claro y, lo más importante, la pelota sigue entrando. Nacional ganó, gustó y goleó. Ahora sueña con mucho más.
