Edson Velandia es músico de profesión, es decir, hace de todo. Compone bandas sonoras, tiene un disco de música infantil, una banda que se llama Velandia y la Tigra, un festival en Piedecuesta, Santander, canciones como solista y un formato de dúo con Adriana Lizcano. En todas sus facetas salen el humor, que le viene de familia; el teatro, de crianza, y la política, de convicción. Temas que surgen en esta conversación.
El humor es importante en su música, ¿es parte de su personalidad o tiene que pensar para incluirlo en sus letras?
“Las dos. Como parte de mi personalidad es importante, lo considero, lo tengo en cuenta, lo valoro política, social, filosófica, psicológicamente. Al reconocerlo, obviamente lo procuro, y también somos así aquí en el ‘parche’. Soy hijo de humorista, entonces me fluye, es parte de mi lenguaje decir así las cosas. Más bien, el esfuerzo más grande está en no dejarme alejar, por otra idea; por prevención, por prejuicio, dejar que el humor se pierda. El esfuerzo es ponerlo ahí, cuidar que no se pierda, que no se vaya a volver un melodrama aburrido, que no es tan poderoso”.
¿El humor es poderoso?
“El humor es poderoso. Lo veo, lo siento, lo percibo, lo compruebo diariamente. El humor es una forma inteligente de comunicarnos. Si tú dices algo con gracia y la frase es la precisa, te ahorras un discurso y pega donde es.
Eso es una vaina muy difícil, por eso es tan poderosa y no sale tan fácil, hay muchas veces que dejarla salir para que fluya fácil, y también ser muy agudo para pillársela, porque a veces uno no se pilla dónde está el humor, tiene que estar muy dispuesto, más que alerta, muy fresco. A muchos académicos o políticos difícilmente les brotar humor, un buen apunte. No es que no sean chistosos, porque es distinto ser chistoso a tener humor. El chiste es muchas veces una cosa que puede ser vulgar y nada que ver con el humor. El humor es inteligente, sagaz, profundo”.
¿Reír para no llorar?
“No, jamás. Ese no es el plan. El plan no es riámonos de nosotros mismos, no hablemos siempre en tono trágico, que a veces mucha gente lo propone así, como qué chévere humor porque esa manera trágica de ver la vida... No estoy de acuerdo con eso, la manera trágica de ver la vida existe, porque, sobre todo en este país, suceden cosas que son muy trágicas, que son absolutamente criminales, dolorosas, entonces uno no puede pedirle a alguien que está dolido, que está frustrado, acorralado, desplazado, violentado: ‘Oye, cógela por la buena, no seas tan resentido’, pero le están matando a toda su gente y lo están corriendo de su territorio. Así no es posible que a ti te salga la risa.
A ese tipo de situación no se le puede sacar humor, porque tú estás sufriendo en ese momento, estás destrozado, entonces el humor es en un segundo momento, en el que ya puedes estar frío, seguramente no fuiste tú quien sufrió, sino que lo estas observando y puedes analizarlo y comentarlo, y ayudar a contar el cuento desde el humor para que sea más punzante, más agudo, pero no es para que nos riamos, porque el humor no necesariamente es para que uno se ría, es para descongestionar la mente, abrirla, entender desde la gracia, pero no desde la indiferencia o desde la burla.
No es hacer chistes, es como destapar los caños de la mugre, de la violencia, que se destapan con fuerza, con energía, y eso lo tiene el humor. Las comunidades más dolidas y más sufridas de este país, por ejemplo, cuando se toman el arte, hacen una música que se baila y se canta, usan esa danza esa fuerza y esa gracia para reivindicarse, para revitalizarse como comunidad, para tener fuerza otra vez, no solo lloran. El arte también funciona para eso y el humor es una de las herramientas, no es la única ni es la mejor, pero al que le funciona, que la use”.
¿Cómo han sido todos estos años de viaje por las regiones?
“Lo más importante es ver que todo el país, en los barrios periféricos, en las comunidades más retiradas de los centros urbanos, en el campo, en la selva, en cualquier rincón, incluidas las grandes urbes; hay un montón de procesos sociales, comunitarios, gente que se organiza y que desde el mismo barrio, como vecinos, genera espacios para que los pelados vayan a trabajar, a aprender artes u oficios, a encontrarse.
Están todo el tiempo en la reflexión de defender su espacio, de defender el derecho a que esos lugares existan, que no entre la minería, por ejemplo. Por todo el país hay de eso, es un movimiento realmente fuerte, siempre ha existido y siempre le han dado bala, lo han perseguido. Matan a los líderes, pero no dejan de existir esos movimientos y vuelven a empezar, es un eterno retorno. Cuando matan a una persona, retrocede el proceso social y la gente tiene que volver a encontrar sus liderazgos, eso es lo que se está viendo ahora en Colombia, un resurgimiento de ese montón de procesos por todas partes y su persecución, ese es el gran riesgo.
Para que el país se transforme, se hace desde la gente, pero tiene que haber desde el gobierno un trabajo conectado con esa gente, porque sino no tiene sentido. Tenemos que trabajar de la mano, por eso es urgente que ya este gobierno de los ineptos se termine, porque no ha permitido que la gente exista, no ha dejado que la gente trabaje, que haga procesos, que se adueñe de sus lugares, de sus territorios, que los pueda defender, que los pueda cuidar y que no les roben sus derechos, que se los respeten y que se los defiendan. Por eso es tan importante que llegue una mujer como Francia Márquez a la vicepresidencia, porque ella es el pueblo, ella es la gente que ha luchado desde abajo por esos procesos y somos nosotros los que tenemos que autogobernarnos, no que nos gobiernen estas tres familias. Todo el país está en esa lucha”.
Es el aniversario del paro nacional, ¿si se ve como algún fruto de la movilización?
“Los frutos de la movilización son la misma movilización, no debemos esperar otra cosa, porque lo que necesitamos es movilización, es lo mejor que nos puede pasar. Es crear una concepción común de país y trabajar por ella; al menos que no haya guerra, el resto uno lo puede ir discutiendo, pero la guerra si es una vaina que no se puede permitir. Veo que la gente está cada vez más clara y en eso estamos de acuerdo, eso ya es una ganancia, no tenemos que esperar más, tenemos que reconocer que definitivamente logramos entendernos y eso es lo máximo que nos puede pasar, de ahí para allá es carpintería.
Organicémoslo, ya lo entendimos, para que no se pierda y eso se defienda. Creo que estamos en eso, obviamente siempre está el gran riesgo de que los violentos no lo permitan a punta de bombas, de ejércitos, de represión, de fraudes, pero la movilización ya es el logro máximo de una sociedad. Creo que ahí estamos bien, de aquí para adelante, la lucha sigue, porque los poderosos de siempre no quieren dejar, como nunca han dejado, que eso florezca y ahí está la importancia de que sigamos cantando, hablando, reuniéndonos, creyendo, y que trabajemos duro para que eso cambie. Las elecciones son una forma necesaria, pero no son la única”.
También tiene su faceta en la gestión cultural, ¿su posición política le ha cobrado algo por ese lado?
“Nada violento, nada agresivo, pero digamos que es evidente que esta forma de pensar no es aceptada en ciertos espacios, en algún lugar alguna vez me preguntaron si estaría dispuesto a no comentar nada en contra del Uribismo, es como si te cerraran la puerta en la cara, porque tú tienes ahí empeñada tu dignidad. Ese tipo de cosas pasan en los espacios más institucionales, por eso allá no ves que lleguen artistas independientes, pero hasta ahí; aunque eso también es violencia, porque te están negando tu derecho a trabajar”.
¿La música también está polarizada?
“No sé. Tengo un festival que se llama El festival de la Tigra, y no voy a invitar al festival a alguien que cante canciones machistas ni violentas. Me pueden decir que eso es censura, pero este es un festival de cantar a la vida, a la paz, no podemos poner aquí una canción que esté diciendo otra cosa, que le haga culto al ‘traquetismo’, a la música que acompaña los movimientos paramilitares del país. Estaría dispuesto a que un artista como ese entre a una conversación, donde hablemos y discutamos la pertinencia de ese tipo de música, pero no me imagino invitando a la gente a bailar esa vaina y agrediendo de esa forma a un público.
No sé si eso es polarización, a mí me parece que no, sinceramente lo que pienso es que nosotros estamos en un país que está en guerra, que no lo aceptemos, porque no estamos con un ejército parado allá afuera esperando a que a que salgamos para levantarnos a plomo, como pasa en la mayor parte del país. Como no nos pasa eso, no alcanzamos a entender que esto es Vietnam. Si uno está en este país, se tiene que oponer a la guerra, y eso es oponerse todos sus símbolos. La música se vuelve un símbolo y sencillamente no la oyes o no la compartes, porque es una exaltación de la guerra. No creo que sea polarización estar en contra de la guerra, no es que la guerra esté en un polo y la paz en el otro, la polarización es un eufemismo, es una forma de nombrar el sentido crítico que se debe tener.
Tenemos que tener un sentido crítico y decir las cosas que no se pueden permitir, porque son muerte, barbarie, violencia, no lo podemos aceptar. Alguien podría decir que la música mía es guerrillera y que los guerrilleros matan gente, asaltan y secuestran, y que yo estoy a favor de la guerrilla, porque estoy en contra del Uribismo. La gente podría hacer ese análisis absurdo, pero el que piensa así está enfermo por la cultura paramilitar, porque no es capaz de escuchar que las canciones no hablan de eso. Ahí tampoco se llamaría polarización, se llamaría desconocimiento, falta de cultura estética, artística, falta de comprensión de lectura. Es un problema académico, de la escuela, eso ya no se puede llamar polarización en ningún caso, ahí hay ignorancia, apatía e indiferencia, complicidad. Polarización no es”.