El primer libro del escritor y músico Gustavo Carvajal, No se puede besar a una puta, está dividido en dos partes. En la primera hay una noveleta que da cuenta de la bohemia en el circuito del centro de Medellín que incluye el Parque del Periodista, la cantina La Polonesa y otros sitios de ese sector. La segunda sección está compuesta por los ensayos narrativos que el autor ha publicado en La emboscadura, una página web dirigida por el escritor Silvio Bolaño Robledo.
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En ese sentido, el libro, publicado por la editorial bogotana Nueve Editores, es un registro de la vida de los jóvenes que comenzaron la universidad y la vida adulta a principios del nuevo milenio y llegaron al mundo laboral mientras las guerras contra el terrorismo llenaba las pantallas de los televisores con historias del Oriente Medio.
Nacido en Cúcuta, pero radicado en Medellín desde 1998 hasta 2006, Gustavo es comunicador social y licenciado en filosofía y letras, ambos títulos concedidos por la UPB. Además, es historiador del Arte del Brooklyn College de Nueva York. Su carrera en las humanidades la alterna con la composición y el canto de las canciones de Neoplatonics, un grupo de rock cuyo trabajo recibe la etiqueta de indie.
Según el mismo lo reconoce, su obra literaria se alimenta de la prosa experiencial de Henry Miller, Louis-Ferdinand Céline y Fernando Vallejo. En otras palabras, su ficción nace de los acontecimientos de la vida propia o de las vivencias de los amigos. “En la noveleta, que lleva el mismo título del libro, quise explorar tres temas: el amor y su relación con el sexo, el alcohol como una manera de explorar la conciencia y la escritura en la vida del escritor”, dice Gustavo por teléfono desde Estados Unidos.
Buena parte del tiempo en que Gustavo vivió en Medellín tuvo su casa cerca al parque de Boston. De ahí que muchas noches de los fines de semana frecuentara esa esquina pintoresca que es el Parque del Periodista, sitio en el que confluyen los bohemios salvajes y los universitarios con ganas de ganar millas en la vida etílica.
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De esas peregrinaciones surgió la historia más larga de libro, que es el típico consejo que un amigo ducho en los antros oscuros le da al bisoño. “Las mejores conversaciones o los mejores momentos ocurren de forma inesperada, pero suelen ocurrir en las horas de la noche. Al menos eso le pasa a la gente joven, que es la que busca expandir su mente. En esos sitios que menciono en el texto pasaba y pasa eso: uno se encuentra con los intelectuales más viejos y con el amor”, dice.
La noveleta del libro de Gustavo echa raíces en un terreno en el que ya están Sin remedio, de Antonio Caballero, y Qué viva la música, de Andrés Caicedo, títulos clásicos de la literatura colombiana.
La segunda parte está compuesta por diez ensayos, escritos a lo largo de los últimos diez años. En ese tiempo Gustavo descubrió que el formato académico del ensayo no se ajusta a sus expectativas estéticas ni le interesaba usar la tercera persona para hilvanar sus historias y reflexiones.