Mi nombre es Andrés Orozco-Estrada, soy director de orquesta y tengo el gran placer y honor de estar acompañado esta vez de una maravillosa violinista, Hilary Hahn, una gran persona que decidió acercarse a nuestra ciudad para celebrar juntos el Concierto de Aniversario del Teatro Metropolitano.
Hilary, bienvenida a Medellín. No podemos creer que hayas dicho sí a nuestra invitación, que estés acá es un sueño. Estaba pensando qué te podía preguntar, porque hay tantas cosas que podemos leer sobre ti en las redes sociales, así que trataré de ser original. Algunas veces funciona. Nosotros estamos viviendo el sueño, haciendo música para el público, para todas las personas. ¿Qué significan los sueños para ti?
HH: “No sé si pienso exactamente en términos de soñar. Trato de mantenerme abierta a las posibilidades que puedan presentarse y de buscar conceptos, más que una serie particular de circunstancias. El sueño de hacer música es trabajar donde la gente quiera estar, que todas las personas en el público quieran estar presentes, que la gente esté escuchando y percibiendo lo que las personas en el escenario están sintiendo. Para mí ese es el estado de sueño, es la esencia de presentarme, y una de mis cosas favoritas. Es donde pongo todo lo que estoy sintiendo”.
AOE: ¿Tu sueño fue convertirte en una gran violinista, es algo que siempre soñaste ser?
HH: “Cuando eres pequeño puedes tener sueños muy grandes. Cuando tenía alrededor de seis o siete años me gustaba mucho dibujar, era muy buena e hice un dibujo de mí misma en un avión y había un letrero que decía Hilary Hahn tocando en el Carnegie Hall esta noche. No sé por qué, a esa edad pensé que eso sería muy bueno y sería como el pináculo. Y tampoco sé si en realidad pensé que en algún momento podría suceder. Tenía sueños de convertirme en músico profesional. En realidad no pensé que sería solista, sino músico de cámara o que estaría en una orquesta, porque para eso recibí formación”.
AOE: ¿Ese dibujo que hiciste está en algún lugar? ¿Alguien lo tiene? Si en algún momento lo encuentras nos gustaría tomarle una foto...
HH: “Es una acuarela, pero hace mucho tiempo que no lo veo. No sé dónde está, pero creo que debe estar en alguna parte. La primera vez que toqué en el Carnegie Hall lo recordé y pensé, ‘guau, sucedió’”.
AOE: Carnegie Hall es uno de los teatros más grandes. ¿Cómo fue el sentimiento y la experiencia para ti en esa sala? ¿Te sentiste diferente por el público, por el tipo de música?
HH: “Para mí no es sobre el estatus que se percibe, por decir algo, de Carnegie Hall vs. otro lugar. De niño tienes ideas de ciertas cosas cuando empiezas a vivir en ese ambiente, y creciendo tuve la fortuna de conocer a la orquesta de Baltimore y a las personas de la administración. Ellos me animaron a que tocara con diferentes grupos y a que me presentara con ellos”.
AOE: ¿Quieres decir no solo como solista, sino también como músico de cámara?
HH: “En muchos lugares me di cuenta de que lo que más quiero de la música es que todos estén juntos en ella. Y yo creo que una solista puede estar con todos en la misma sala o estar sola con sus pensamientos. Tú sabes cuándo está sucediendo cada situación”.
HH: También tienes que dejarme hacer una pregunta. En tus sueños como niño y la experiencia de ahora como adulto, ¿hay alguna diferencia?
AOE: “Cuando tenía seis, siete años, empecé a dirigir una orquesta imaginaria desde mi sala. Ese fue mi comienzo. Nunca fui bueno dibujando o pintando, pero tenía muchos músicos imaginarios frente a mí. Y lo interesante de esta historia es que no solamente los dirigía, sino que ensayaba con ellos. Las historias son muy divertidas cuando las cuenta mi mamá, que se asustaba un poquito, porque pensaba que por el hecho de no tener hermanos tenía amigos imaginarios, y no uno, sino veinte o cincuenta: que tenía una orquesta de amigos imaginarios. En ese punto no sabía exactamente lo que quería ser, pero sí empecé a sentir que era algo que me gustaba. Lo próximo fue tomar todas las antenas de los televisores viejos. Así como un superhéroe necesita una capa para volar, un director requiere una batuta. Es lo que te hace sentir poder. Ahora todo el mundo puede comprar una, pero en ese momento para mí era lo más importante, tener una de verdad. Fue en ese momento en el que yo me di cuenta de que esto es lo que quería ser: un director. Ni tan siquiera famoso. Simplemente hacer música, estar frente a un grupo de personas, expresar mis ideas y ver qué pasaba”.
HH: Te imaginabas ensayando, pero no tenías personas, no sabías cómo se sentía tener ese público...
AOE: “Era muy joven, pero recuerdo estar ahí, recuerdo la situación de la música. Era Mozart, música que todos conocen. No sé si es exactamente lo que preguntaste, pero se me vino a la mente que el ensayo para mí es una de las partes más cruciales e importantes del proceso, y a la vez es la más difícil o es la que más me estresa y me produce nervios. Pensar si podré escuchar todo, si podré decir las cosas correctas, inspirar y mover a todos en la dirección que necesito que vayan es interesante. Empecé a imaginarme como un director ensayando, y ahora, si me preguntan, la parte más difícil para mí en mi profesión son los ensayos. Los conciertos los disfruto muchísimo, son emocionantes y no estoy tan nervioso, pero en los ensayos siempre estoy a la expectativa, pensando ‘vamos a ver qué pasa’”.
HH: ¿Qué significa un buen y un mal ensayo?
AOE: “La gente se imagina que un ensayo que sale mal suena mal, pero a veces no es así. Es cuando no puedes mejorar las cosas, que es una situación que puede suceder. Para mí, es cuando siento que yo no estaba lo suficientemente inspirado, que no pude transmitir la inspiración a los músicos. Uno no puede inspirar el cien por ciento de las veces y esos ensayos son difíciles. Después cuando llego a casa, siento que no fue tan bueno, que hay una mejor versión de mí. Esos son para mí los que salen mal. Técnicamente puede que sea diferente para ti, porque tú tienes que hacerlo sola. Para mí depende de lo que hace la orquesta. Hay un momento que necesito entender que si hay algo que está sonando mal no necesariamente es mi culpa. No me puedo sentir responsable por todos los errores que se cometen.
Por otro lado, un buen ensayo es cuando siento que pude conectarme con la obra y con el resto de los músicos. Puede que suene muy romántico, pero es cuando siento que en realidad estamos haciendo música juntos. Aunque el ensayo tenga muchas cosas por mejorar, eso hace que el proceso sea mucho más interesante y eso me gusta mucho. Siento que en realidad está funcionando cuando puedes utilizar tu experiencia, tu imaginación, creatividad y conocimiento para unir una obra y hacerla funcionar, pero, como sabemos, a veces no hay suficiente tiempo para hacer eso, para pasar horas con muchos detalles. Cuando tengo buenos ensayos me siento feliz, puedo dormir bien, pero cuando esto no pasa no duermo bien. Para ser honesto, no me gusta. Trato de poner la energía y motivación para mejorar las cosas la próxima vez y lograr que el siguiente sea mejor y tan bueno como me lo imagino”.
HH: “Algunas veces para mí, cuando tengo un mal ensayo, es cuando todo está encajando. También es un indicador de cómo estoy tocando, si me siento bien o no con el instrumento y si suena bien. Tocar mal para para mí no es fallar en una nota: es que sienta que no me estoy expresando bien. Cuando siento esto, trato de dormir y pensar qué puedo mejorar al siguiente día. Eso me sucede cuando llego a un ensayo y estoy en shock. Veo que tengo que hacer algo distinto, cambiar la dirección en la que voy rápido porque pensé que estaba haciendo algo interesante, pero no pude hacer que funcionara bien. No es algo que le diría a la orquesta que cambie, sino que es algo que yo tengo que meditar y organizar al próximo día. Tengo algo que mejorar, algo que probarme a mí misma. Necesito saber que el concierto va a salir bien y la motivación es muy importante en ese proceso. Tener un primer ensayo que no sea muy exitoso siempre me enseña algo que probablemente no había visto antes”.
AOE: ¿Qué tan importante crees que es la flexibilidad para ti y para cada músico? ¿Y qué tan flexible crees que eres en la música, trabajando con la orquesta?
HH: “Siempre será un tema de adaptabilidad. Algunas veces se puede ser flexible, pero no depende solamente de ti, sino de estar en la mente y entender los pensamientos de las otras personas, eso te hace convertirte en un mejor músico. Otras veces lo importante es mantenerte dentro de ti y eso es lo que tiene que suceder en ese momento y hay una razón por la que quiero tocar esto de esta manera. Es único y no quiero perder eso. Para mí es muy importante ser adaptable para no perder esas oportunidades o esas ideas musicales que a veces vienen y van. Practico para estar cómoda tocando diferentes tiempos. Y cuando practico pienso qué está pasando hoy, cómo me estoy sintiendo. Trato de cuando esté en el escenario no tenga que pensar en cómo salen las cosas. Es crucial para mí la adaptabilidad”.
AOE: Si te vemos aquí y después en el escenario, ¿es la misma persona o una versión completamente diferente?
HH: “Creo que soy muy relajada. Hay muchas cosas que no me molestan y otras, por el contrario, que lo hacen, y mucho. No me importa si un vuelo llega o sale tarde. Hay otras cosas pequeñas que pueden suceder. Creo que quien soy en el escenario es una versión aumentada de mí. Es el lugar en el que me siento más cómoda en mi vida. Me gusta simplemente ser la dueña de mi espacio. Estoy bien y acostumbrada a que la gente me mire en el escenario. Me siento completamente normal de que haya 2.000 o 3.000 personas viéndome, pero salgo del escenario y me siento extraña si alguien lo está haciendo. Tengo un sentido muy agudo de cuando la gente me está prestando atención. Hay un actor que dijo que él aprendió a observar y cuando se convirtió en una superestrella ya no podía seguir observando y perdió la capacidad de ser parte del paisaje. Me gusta observar. No me gusta ser el centro de las cosas”.
AOE: Cuando tienes un concierto, ¿te gusta verte después en las grabaciones?
HH: “Ya lo hice. Ya vi la versión más intensa de mí. La veo para propósitos educativos. No puedo verme y escucharme mientras estoy tocando. Es muy iluminador ver lo que estoy haciendo”.
AOE: ¿Y disfrutas escucharte? Sé que es extraño, cuando escucho mis grabaciones es muy raro y me toma años...
HH: “Nosotros estamos obligados a vernos constantemente”.
AOE: “Sí”.
HH: “Es muy difícil para mí escuchar las grabaciones y disfrutarlas. Tengo que llegar a ese punto donde ya no recuerdo y a veces siento que es otra persona la que está tocando y digo: ‘¡Ay!, esa soy yo’”.
AOE: ¿Alguna vez te pasó algo así, que te escuchaste en la radio y no sabías que eras tú?
HH: “Sí, me pasó. Iba una vez conduciendo y cuando escuché, dije: ‘creo que yo toco así, ¿quién será esa persona?’. Y sí, era mi grabación. Fue cómico. Es bueno ponerse cara a cara con el análisis de este tipo de trabajo personal porque nadie lo está viendo de la manera en que nosotros lo estamos viendo. Nadie ve lo que vemos y eso nos puede ayudar a hacerlo mejor”.
HH: ¿Cómo aprendes de tu trabajo?, ¿cómo decides para dónde vas?
AOE: “Usualmente no me gusta escuchar mis grabaciones ni ver los videos, ese tipo de cosas. Lo he tenido que hacer, al principio, más por propósitos técnicos para revisar si lo que estoy haciendo tiene sentido o no. Trato de dar todo en un concierto, pero me mantengo muy consciente. Algunas veces la gente dice que yo estaba muy metido en la música, como transportado, y de alguna manera siempre estoy conectado con lo que está pasando de manera técnica con lo que debo hacer, lo que no tengo que hacer, lo que la orquesta necesita de mí o si estoy exagerando mucho algo. Trato de recordar esto y después del concierto me toma mucho tiempo asimilarlo. Por ejemplo, si es en la noche, me toma mucho tiempo encontrar el momento de dejar ir las cosas y la razón es que estoy analizando mucho lo que acabo de hacer y necesito repasar todo el concierto en mi mente. Entonces si son dos horas, son dos horas que estoy analizando; si estoy dirigiendo una ópera o una sinfonía larga es mucho más tiempo e igual en la preparación, especialmente cuando tenemos conciertos seguidos, antes y después de la próxima presentación trato de recordar todo.
Para mí es muy importante el cómo funciona, qué tipo de sonido estamos produciendo, la interpretación, la música, las conexiones con el público. No si me veía bien o si estaba dirigiendo de manera bonita, ese no es el trabajo, por eso no me importa si me estoy moviendo demasiado de una manera u otra o haciendo poses raras, a veces la gente me dice, ‘es tan bueno verte, tu cara’. Y yo digo, ‘muchas gracias, lo aprecio’, y lo tomo como un cumplido y me siento contento, pero por dentro espero que por lo menos no haya sido solo apariencia lo que hayan visto, que haya sido un poco más, algo más profundo, más intenso. Pienso en todas esas cosas, como músico, como persona. Algunas veces no me ayuda mucho, sobre todo cuando tengo que dormir, pero esa es la manera en que trato de mejorar y no sé si estás de acuerdo en que somos unos afortunados de poder repetir piezas para seguir explorándolas y renovar las cosas cada vez. Eso hace que esta profesión sea tan interesante”.
HH: “Cuando yo era estudiante aprendí algo de una presentación. Entonces una interpretación era un evento singular, tocaba la obra una sola vez y me asustaba y ya se acabó, e ibas a la próxima clase y el profesor te enseñaba algo distinto. Es como descubrir un universo nuevo, es aprender una nueva pieza que llevabas tratando de aprender hace mucho rato. Cuando la presentas como profesional, tienes ciertas cosas en el repertorio, entonces puedes regresar, cambiar. Siempre creo que después de una presentación siento que no es la versión final, que hay algo más que puedo mejorar. Mi profesor me dijo una vez que las personas tienen ojos y también oídos, porque el primero me enseñó a organizarme de una manera específica, entonces el pie derecho en un lado, el pie izquierdo hacia la otra puerta, y como pararme en el escenario. Fue muy bueno cuando era más joven, porque podía simplemente organizarme en un lugar específico del escenario y me funcionaba. Cuando estaba practicando y conocí un escenario fue muy astuto en ciertos niveles, pero cuando estuve con otro profesor, me dijo: ‘es que casi no te mueves’. Él me movía los hombros de una manera u otra y me pedía que empezáramos en diferentes posiciones, que fuera en contra del movimiento del arco y él siempre me motivaba a variar la posición de las manos. Gradualmente cambié esto y como tuve esa capacitación inicial para estar siempre en una posición estática, eso me ayudó a encontrar el centro, pero por lo general no me muevo mucho en el escenario, porque si alguien trata de grabarme mientras estoy presentándome, siento que mi cabello está por todo lado, pero hay parte de la presentación en la que también muestro emoción, cómo estoy centrada”.
AOE: ¿Recuerdas tu primer concierto?
HH: “No recuerdo exactamente la primera presentación que hice, porque en Suzuki tienes una lección cada semana, es una manera de empezar. Estaba en mi clase y la primera semana no quería estar en el escenario. Mi papá me dijo, ‘está bien, vamos a hacer de cuenta que estamos en el escenario y nos hicimos en la parte de atrás, así que me acostumbré a ir como si estuviera interpretando detrás del escenario y al final cuando estuve allí y no me pidieron que fuera solista no me sentí decepcionada, y cuando me lo pidieron sentí que ya era mi turno. La primera vez que hice un recital sola, que no era parte de una clase, estaba sentada, esperando que fuera mi turno y recuerdo sentirme como ‘no quiero esto, no quiero esto, no puedo, no puedo, me tengo que ir’, y cuando me subí al escenario y luego de un minuto estaba como ‘guau, esto es increíble. Me encanta’. Siempre tuve problemas con la memoria, siempre se me olvidaban cosas, pero aún así decía, ‘cuándo me puedo volver a presentar’. Era un lugar donde nadie me podía parar, donde solo quería tocar y era la cúspide de lo que estaba trabajando. Yo creo que es el trabajo del director, poder mostrarles a los músicos que no son el centro, todo se hace por el propósito de la música”.