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Tardeando con Elkin Obregón, recuerdos del artista a dos años de su muerte

El escritor consagró su vida al arte y a la amistad.

  • La casa de Elkin Obregón fue uno de los sitios de conversación literaria de la ciudad. Entre libros y café se desenvolvían las tardes. Foto: EL COLOMBIANO
    La casa de Elkin Obregón fue uno de los sitios de conversación literaria de la ciudad. Entre libros y café se desenvolvían las tardes. Foto: EL COLOMBIANO
  • Elkin Obregón nació en Medellín en 1940 y murió en la misma ciudad en 2021. Su trabajo artístico incluyó la columna, el dibujo, la caricatura y la traducción. Foto: EL COLOMBIANO
    Elkin Obregón nació en Medellín en 1940 y murió en la misma ciudad en 2021. Su trabajo artístico incluyó la columna, el dibujo, la caricatura y la traducción. Foto: EL COLOMBIANO
23 de enero de 2023
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Siempre hube de solicitarle que me atendiera, con tres días de anticipación –en plan de visita y al atardecer la tarde–, en su biblioteca del segundo piso de la vieja casa donde había nacido y desde la cual salió al mundo –a España y Brasil– para regresar después de varios años y fallecer, allí mismo, de forma repentina, en la mañana de un domingo de enero del segundo año (23 de enero de 2021), después de aparecer el virus corona que ha hecho su labor de muerte por el orbe conocido.

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Me recibía después de ver sus programas favoritos por la TV Española y, entre cigarrillo, copa y pocillo, conversábamos del objetivo central de mi presencia allí, que era, casi siempre, solicitarle que me ilustrara una nueva cosecha de escritos que compilé con los títulos Textos breves (2001) y La antesala del olvido (2010), a más de unos pocos publicados en revistas y periódicos en los últimos tiempos. Nunca se negó a tales pretensiones y, tras acordar detalles, no quedaba sino esperar la entrega del trabajo que él cumplió a cabalidad. Hoy poseo, con orgullo, 195 originales debidamente firmados y el certificado de mi propiedad sobre ellos.

Hablábamos, además, del libro que en el momento estaba siendo objeto de nuestra atención y emitíamos el respectivo comentario, que no era, siempre, el de su gusto literario o el mío, como que es la base de una eficaz y productiva tertulia. Me ocurrió que los minutos que había previsto para tal actividad se alargaran sin que al menos yo, el visitante, lo notara, ni él, el visitado, me hiciera caer en la cuenta de que me había excedido en las horas.

Elkin Obregón nació en Medellín en 1940 y murió en la misma ciudad en 2021. Su trabajo artístico incluyó la columna, el dibujo, la caricatura y la traducción. Foto: EL COLOMBIANO
Elkin Obregón nació en Medellín en 1940 y murió en la misma ciudad en 2021. Su trabajo artístico incluyó la columna, el dibujo, la caricatura y la traducción. Foto: EL COLOMBIANO

De allí salí, siempre, con nuevas informaciones sobre el mundo cultural de la ciudad, del país y del mundo, porque sus contactos lo mantenían al tanto de la actualidad. Como “un peregrino inmóvil” –tal la autodefinición de Lezama Lima–, vivía enterado del acontecer relativo a las letras, al cine, al arte, y tuvo a los libros como a sus más fieles acompañantes.

Cuando le hice la primera visita, soportaba unos anteojos de gruesos marcos y grandes lentes que, con los años, fue cambiando por otros de menor factura y que lo hacían parecer a don Ramón María del Valle-Inclán, dadas su enmarañada y luenga barba, su delgada constitución física, su intensa mirada –como escarbando por entre los sueños ajenos– y su modo de ser desenfadado y sincero, según se lee en los diversos escritos sobre el ilustre español.

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Pronto me enteré de su amor por la literatura del Brasil y, especialmente, por la extensa obra de Joao Guimaraes Rosa, y su reconocida novela Gran Sertón: Veredas. Para ese momento, era el traductor exclusivo de los autores publicados por la editorial Norma en las modalidades de cuento, ensayo y poesía, enviados desde el Brasil. Posteriormente, la reconocida escritora Nélida Piñón lo escogió para que le pasara al castellano su novela “La república de los sueños” y, con cierto tono –el suyo, muy propio–, decía Elkin que “...me puso a madrugar durante tres meses con el fin de cumplirle el compromiso literario que, al final, resultó exitoso”.

Nuestro último encuentro se cumplió pocos días antes de finalizar el año 2020, cuando subí las escalas hacia su apacible y sombrío refugio para desearle una impecable salud acompañada de proyectos durante el año que estaba a punto de iniciarse.

Esa tarde me señaló una columna de nueve libros que tenía como proyecto enfrentar en las semanas venideras que ya se insinuaban. No sabíamos que antes de terminar el mes siguiente –¿cómo íbamos a saberlo?– la muerte llegaría por él y lo sorprendería al lado de sus discos y películas, sus caricaturas, acuarelas y poemas, de sus variados y amados títulos literarios. “No estaba la muerte en sus planes. La suya, al menos”, como leemos en Funeral en Viana, de Álvaro Mutis.

Para terminar, solo esta recordación de las sentidas palabras de León de Greiff, en Por los amigos muertos:

¡Señora Muerte/ que se va llevando/ todo lo bueno que en nosotros

topa!... / Solos -en un rincón- / vamos quedando los demás...

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