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A nadie le importa el Cacique Nutibara

En el abandono se halla la única escultura de Pedro Nel Gómez situada en el espacio público de Medellín.

  • No se sabe en el inventario de cuál entidad está registrada la escultura. Si aparece, tal vez la recuperen un día. FOTO Donaldo Zuluaga
    No se sabe en el inventario de cuál entidad está registrada la escultura. Si aparece, tal vez la recuperen un día. FOTO Donaldo Zuluaga
  • Monumento a la Vida. R.A. Betancourt. en Suramericana
    Monumento a la Vida. R.A. Betancourt. en Suramericana
  • Obra de Francisco Antonio Cano. Atrio del Templo de San José.
    Obra de Francisco Antonio Cano. Atrio del Templo de San José.
11 de octubre de 2015
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En las calles de Dabeiba casi cualquier transeúnte cuenta que el Cacique Nutibara era un semidiós.

Gobernante de un pueblo rico y desarrollado, era transportado por sus súbditos en litera de oro. Que en una de las expediciones españolas en busca de los tesoros de la diosa Dabaibe, él propuso a Francisco César un duelo entre ellos dos, solos, sin sus ejércitos, para evitar tanto derramamiento de sangre.

Él cacique, dotado apenas con un arma de macana, venció al extranjero que blandía su espada de acero toledano, pero le perdonó la vida. A pesar de que César aceptó su derrota, sus soldados lo desobedecieron y, movidos por la rabia de un orgullo ultrajado, mataron a Nutibara. Dicen que fue a morir en el llano de Guaca, cerca a Frontino.

Historiadores como Jorge Orlando Melo cuentan otra historia: en la invasión española, el visitador Juan Vadillo organizó un ataque y llegó con un ejército de 200 ibéricos, 100 negros y numerosos indios y, tal vez en Buriticá, quemó al cacique, porque este no logró reunir los doce canastos llenos de oro: el precio que le exigió por la liberación de su esposa y sus hijos, a quienes había secuestrado previamente para ganar ventaja.

El historiador remata diciendo: fue “el más grande cacique del Nordeste antioqueño”.

A este personaje, parte esencial de nuestra cultura y símbolo de dignidad y valentía, Pedro Nel Gómez lo inmortalizó en una escultura.

Es un torso. La mirada hacia lo alto, como si en efecto fuera un semidiós. Tiene en uno de sus hombros un águila y en el otro una serpiente, que desciende por su espalda.

De las esculturas del maestro nacido en Anorí en 1899, es la única que ocupa el espacio público de Medellín. Está situada en el Centro de la ciudad, en la Plazuela Nutibara, frente al Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe y a pocos metros del Parque de las Esculturas de Fernando Botero.

“Es una escultura de bronce”, explica Álvaro Morales, director de la casa museo Pedro Nel Gómez.

“¿De bronce? ¿Está seguro? Quien la mira de cerca queda convencido de que es de concreto”, le insisto.

“Esa es la apariencia que da el bronce cuando, por efecto de la intemperie, pierde las pátinas y recubrimientos, y se va cristalizando”.

Encumbrado en la copa o rebosadero de la fuente, esa de donde —si funcionara—, el agua caería al estanque del suelo, en cuyo bordo se sientan los transeúntes, el Cacique Nutibara, el de Pedro Nel, no gobierna un rico y desarrollado pueblo. Tiene ante sí un cúmulo de basura: galones, cobijas raídas, zapatos tenis nonos, costales...

Una cuerda plástica sujeta a la serpiente, en la parte más cercana a la cintura del héroe.

Por fortuna, Nutibara mira eternamente el firmamento para no ver tal inmundicia.

En una de las paredes del estanque, de cara al metro, una placa de mármol anuncia: «Fuente del Cacique Nutibara. Obra del maestro Pedro Nel Gómez restaurada por el Metro de Medellín como parte de las obras de remodelación de esta Plazuela. Agosto 1 de 1996».

“No está entre los elementos artísticos que la casa museo Pedro Nel Gómez debe atender —dice el Director de esta institución situada en Aranjuez—. Sin embargo, como es un Pedro Nel, una obra del maestro por cuyo legado nosotros debemos velar, haremos lo que esté a nuestro alcance”. Y aseguró que “hoy mismo” estarán allá dos empleados de la casa museo haciendo un diagnóstico de la situación, “para ver cómo podemos mejorar las cosas”.

Recordó, a modo de ejemplo, el episodio de vandalismo del que fueron objeto los murales de la Universidad Nacional. Esas obras pictóricas de Pedro Nel fueron rayadas por desconocidos. “Estuvimos dispuestos a participar en su recuperación, aunque, en ese caso, la Universidad Nacional se ocupó de todo”.

Álvaro Morales, quien fuera en otro tiempo empleado del Museo de Antioquia —desde épocas de crisis económica, cuando el museo era considerado un “muerto viviente”, hasta otras más gozosas y recientes—, sabe que esa zona de la Plazuela Nutibara tiene varios públicos, dependiendo de las horas del día o de la noche. Y al público de la noche, en general, entregado al vicio y otras actividades clandestinas, poco le interesan Pedro Nel y las esculturas.

“Dos veces pusieron motor al surtidor y las dos se los robaron”, dijo Álvaro. Por eso, desde hace varios años, la fuente no funciona. En el suelo seco del estanque hay un cinturón deslustrado, cortezas de frutas, pedazos de cartón, tapas de refresco, excrementos...

María del Rosario Escobar, secretaria de Cultura de Medellín, dice que esa escultura “no está en nuestro inventario y por eso no podemos invertir en su recuperación. Cosa que lamento, porque valoramos esa obra del maestro Pedro Nel”.

Es un lugar concurrido, no cabe duda. Un hormiguero humano pasa por su lado en distintas direcciones. Otros venden golosinas, café, minutos de celular... Precisamente, una vendedora de minutos, Deicy Yuliet Angarita, dice:

“A mí me gusta mucho el arte. Cada que paso por aquí, miro esa escultura tan descuidada, ¡sabiendo que es tan bonita!”.

Ve a los indigentes utilizar ese espejo de agua abandonado para guardar materiales de reciclaje, con la intención de volver más tarde por ellos y llevarlos a vender, aunque a veces los dejan olvidados. No entiende por qué “las gordas” de Botero, “que también me fascinan”, mantienen mejor cuidadas, si la gente que las rodea es la misma del cacique....

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