Dicen quienes compartieron los estrados con el entonces senador Roberto Gerlein que su palabra era “sagrada” y que bastaba con que pronunciara una vocal para que el salón completo guardara silencio y lo mirara a los ojos.
No se trataba de una superioridad moral o una inteligencia exagerada -mucho menos de que siempre estuvieran de acuerdo con él-, sino de un discurso cautivador que lograba entusiasmar a las mayorías. “Así era Gerlein. Su oratoria era poderosa”, recuerda el actual senador Efrain Cepeda, uno de sus copartidarios y amigos más cercanos dentro del Congreso.
En sus discursos estuvieron los mayores éxitos de su vida y también los mayores fracasos: su retórica convenció a los votantes para que lo reeligieran durante los 43 años que duró en el Congreso y lo hizo amigo de casi todos los gobiernos -principalmente de Belisario Betancur y los dos períodos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos- hasta el punto de ser embajador, ministro y Gobernador del Atlántico; pero, al mismo tiempo, ese discurso ferviente lo perpetuó como homofóbico y autoritarista.
Con su muerte, ocurrida este jueves 23 de diciembre, el abogado de 83 años pasará a la historia como un hombre que defendió a la familia, a las instituciones, al Estado y la Fuerza Pública; pero también como uno que se empeñó en no aceptar la diversidad ideológica y sexual que su partido sí defendía.
En 2012, fruto de uno de esos discursos que le admiraban, Gerlein aseguró que el sexo entre personas homosexuales era “sucio, asqueroso y excremental”. No fue la única vez que lo hizo. Tachaba las relaciones del mismo sexo como “errores”, “daños en la genética” y “aberraciones antinaturales”.
Otro de sus amigos políticos lo recuerda obstinado y cerrado al cambio, “estaba en profundo desacuerdo con cualquier cosa que no implicara el matrimonio entre un hombre y una mujer. Esa fue su lucha y su defensa. No supo entender que el tiempo cambiaba”, dijo.
El reinado de los Gerlein
La familia Gerlein era reconocida en el Atlántico desde antes de estar inmersa en la política, pero ese poder la catapultó hasta ser una de las más poderosas de la región Caribe. Según Cepeda, quien también es barranquillero, los negocios relacionados con el campo y la agropecuaria los llevaron a ser reconocidos empresarios.
Pero Roberto no fue el único de los Gerlein que se unió a la política. Su hermano, Jorge Gerlein también llegó a la Cámara en 1992 y estuvo ahí hasta 2010 de manera intermitente, siempre como fórmula de Roberto. Julio, el mayor de los hermanos, también estuvo en esos primeros pasos y los acompañó en todo lo que vino después como candidatos políticos y como empresarios, pero su labor estuvo en las finanzas.
Así las cosas, la ‘dinastía’ también posicionó la compañía Valores y Contratos SA, una constructora de origen barranquillero inmersa en la ejecución de obras públicas, concesiones viales y proyectos de transporte masivo, la cual, a pesar de los cuestionamientos, sirvió como financiadora de las carreras políticas.
La carrera
Además de su talento como orador –en el que se le alababa su tono de voz, su lenguaje corporal y su buen humor–, el presidente del Partido Conservador. Omar Yepes, lo recuerda como un hombre serio y cordial, pero “especialmente como un profesional y buen legislador”.
Gerlein fue político y politiquero. Pasó por el Congreso defendiendo su vocación conservadora y se enorgulleció siempre de esa ala política. Ante las críticas, el exsenador siempre respondió “digo lo que pienso y trato de pensar lo que digo”.
En su paso como senador, por ejemplo, logró que se aprobara la Ley que le reconoce a los hijos extramaritales derechos con el mismo nivel de los que se tuvieran dentro del matrimonio, recuerda Cepeda.
Convertido en el hombre con más antigüedad en el Congreso, Roberto empezó a sentir que era hora de dejar las sillas y los atriles del Senado. “La salud se fue deteriorando y decidió terminar ahí, dejando un gran vacío en el Partido”, como reconoce Carlos Holguín, otro de sus amigos políticos.
En 2018, y tras 43 años como servidor, Gerlein salió del Senado casi cediéndole su cupo a la exsenadora Aida Merlano, la polémica funcionaria acusada de compra de votos en el Atlántico. Desde Venezuela, donde se refugia desde que se fugó de la justicia colombiana, Merlano acusó al clan Gerlein de estar involucrado en esos crímenes de los que se le acusa.
De ser ciertos, Gerlen se llevó esos y miles de secretos más a la tumba, pues él mismo decía que 50 años en el poder lo hacían conocedor de la política entera.
“El Atlántico pierde un gran dirigente, un gran orador y, sobre todo, un gran ser humano”, concluyó Cepeda.