Una obra cercenada del maestro Fernando Botero fue uno de los recuerdos que el artista colombiano –fallecido este viernes 15 de septiembre– le dejó a Medellín y al país.
Se trata del monumento de El Pájaro, ubicado en el Parque San Antonio, en pleno centro de Medellín, cuya estructura de bronce fue blanco de un atentado terrorista la noche del 10 de junio de 1995, que dejó 23 personas muertas y más de 200 heridos.
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Nunca se supo con total certeza quién o quiénes fueron los responsables de esta tragedia –en la que fue utilizada una bomba de alta intensidad– que ocurrió en el primer año del gobierno de Ernesto Samper.
El Cartel de Cali fue el primer señalado obvio. El día anterior –el 9 de junio– había sido capturado una de sus cabezas: Gilberto Rodríguez Orejuela, a quien lo encontraron escondido en medio de una pared hueca de una casa al norte de Cali, Valle del Cauca. Así que se asumió que ese grupo narcotraficante fue el responsable de la bomba, a modo de retaliación.
Sin embargo, luego apareció un comunicado de la Coordinadora Guerrillera atribuyéndose la autoría del hecho, aunque fue desmentido por el entonces grupo subversivo de las Farc. En total: nada.
A esa hora, en el parque San Antonio había gran concurrencia de personas y por eso el impacto fue tal. Sobre todo porque aquella noche se ubicaron allí más de 50 carpas que componían un mercado artesanal organizado para celebrar el evento “Cartagena Contigo”, que buscaba estrechar los lazos entre la capital paisa y la Heroica.
Una de las víctimas de este atentado fue Franny Sánchez. Como lo contó este periódico, se encontraba en esta zona cuando el estruendo que produjo la bomba lo sacudió con dureza.
Al levantarse, completamente aturdido, escuchó los gritos de heridos que pedían auxilio y al día siguiente regresó para conocer el listado de víctimas. Lo desgarró ver el parque lleno de las esquirlas de la explosión y de manchas de sangre en el suelo. “Una de mis amigas perdió la vida (...). Jamás volví a permanecer en ese lugar y menos por la noche”, recordó.
Tres días después de esta atentado, el maestro Fernando Botero anunció que quería dejar la obra destruida por el artefacto de mecha lenta como un “monumento a la imbecilidad y a la criminalidad de Colombia”.
“Estoy horrorizado por lo que ha pasado. Mi escultura es un pequeño detalle, no tiene ninguna importancia”, dijo entonces el artista en una entrevista con Caracol Radio.
Así fue como el monumento de El Pájaro se quedó semidestruido hasta estos días y para la posteridad. Tal vez acertó el maestro Botero que eso era mejor que restaurarlo y hacer de cuenta que no pasó nada. Ir a ese lugar recuerda como un símbolo de paz quedó despedazado.
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