El periodista norteamericano y escritor Matthew Taibbi publicó esta semana en su cuenta de Twitter los 10 perfiles rusos utilizados por la izquierda del Pacto Histórico para implantar un estado de opinión negativo en redes sociales, lo que polarizó aún más al país en medio de la campaña electoral que eligió presidente a Gustavo Petro.
Aunque se trata de una estrategia que no es nueva, y que en el caso de Colombia es usada por todos los espectros políticos, esta guarda concordancia con la estrategia de correr la frontera ética –que se conoció en la filtración de los “petrovideos”–, y le agrega un condimento de temor en occidente: Rusia y su injerencia en Latinoamérica.
Taibbi analizó los archivos secretos de Twitter desclasificados por Elon Musk –nuevo dueño de la red social y que tiene como plan supuestamente fomentar la transparencia en la plataforma– y dio a conocer el papel que jugó Rusia en la difusión de noticias falsas para injerir en asuntos internos de diferentes países, entre ellos Colombia, según sus intenciones políticas. Ya esta novela rusa tuvo un capítulo durante las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, cuando desde Rusia se filtró una campaña de memes, injurias y noticias falsas que benefició a Donald Trump y menoscabó la imagen de Hillary Clinton, todo a través de Facebook.
Al cruzar la información de la actividad de las cuentas expuestas en los archivos desclasificados con varias personalidades colombianas, su comportamiento, la frecuencia y el volumen de sus contenidos los resultados son sorprendentes. Para algunos analistas, estas cuentas consolidaron una audiencia sobre la cual implantar la idea de estallido social con miras a las elecciones presidenciales. En algunos casos estos perfiles alcanzaron 15 millones de usuarios de Twitter, según herramientas de analítica, toda una proeza en cuentas que en promedio rondan los diez mil seguidores.
Las mismas herramientas de análisis muestran que se mencionaron 7.674 usuarios, se hicieron 17.450 trinos y hubo un alcance potencial de 87’148.250 usuarios. Desde allí no solo se atacó a los contrincantes con verdades a medias, información tergiversada, injurias y mentiras –incluso piezas gráficas con montajes o en las que se les veía deformes–, también se apoyó cuentas de personas que integraban el Pacto Histórico como el exsenador Gustavo Bolívar, la representante Katherine Miranda y el presidente de la Cámara, David Racero.
Ahora bien, una de las personas más nombradas en esta actividad fue la exministra de las TIC Karen Abudinen, involucrada en el escándalo de Centros Poblados, en el que la justicia encontró corrupción por la adjudicación de un contrato de $70.000 millones para llevar conectividad a escuelas rurales del país, objeto que no se cumplió y cuyos contratistas, incluso, adjuntaron documentos falsos.
Este caso fue aprovechado en la ofensiva digital de las cuentas rusas analizadas por Taibbi. Más de 7.000 contenidos se generaron contra Abudinen en un lapso no mayor a 10 días, lo que produjo una actividad en masa que detonó un ambiente de opinión en contra de la exfuncionaria. El caso aquí es que mientras se señalaba el acto de corrupción, se presentaba a los candidatos del Pacto Histórico como los salvadores de casos como estos.
Al analizar el tono y la atmósfera de los contenidos, es claro que el propósito era instalar en la opinión la idea de que quien se había apropiado de estos recursos era la exministra Abudinen y no la Unión Temporal en cabeza del condenado Emilio Tapia. En ese momento la investigación de la justicia no había hecho descubrimientos, y hoy Abudinen se defiende diciendo que ella caducó el contrato y expuso a los corruptos, aunque su rol en dicha convocatoria de contratación está por establecerse.
Al cruzar los datos de las cuentas implementadas para hablar de este caso durante 2022, es bastante evidente que trataban de llevar a los usuarios de las redes sociales a atacar al entonces presidente Iván Duque. Las cuentas actuaban de manera coordinada contra el exmandatario descalificando permanentemente sus decisiones, incitando a marchar contra su Gobierno en medio del llamado “estallido social”, desestimando sus acciones y las de varios de sus ministros. Además, siempre estuvo presente la burla sobre la imagen personal del exmandatario asociándolo a animales, atacando a su familia; así miles de cuentas iban minando lentamente su imagen y la del final de su gobierno frente a la opinión pública.
Otros nombres analizados con herramientas de analítica son los de los candidatos presidenciales del momento enfrentados a Gustavo Petro, es decir: Rodolfo Hernández y Federico Gutiérrez; la actividad contra estos personajes en medio de la campaña se convirtió en una guerra invisible a los ojos de la opinión que generó grandes volúmenes de tráfico con contenidos hostiles y humillantes que se propagaban en las redes a medida que crecía la emoción de la contienda electoral.
Los llamados “petrovideos” revelaron en la propia voz del asesor digital de la campaña Petro, hoy cónsul en Chile, Sebastián Guanumen, un audio donde éste expone parte de la estrategia de matoneo desplegado por esa campaña política.
“El objetivo de este grupo no es hacer cosas para la campaña oficial, sino trabajar toda la línea lateral de defensa y ataque, y eso significa que tenemos que defendernos y atacar. Y eso significa que, seguramente, la línea ética pues se va a correr un poco, pero no podemos no atacar y no defendernos”, se escucha decir en los audios a Guanumen, quien estudió Ciencias Políticas en la Universidad de los Pueblos, en Moscú.
Es llamativo que en el cruce de datos aparece recurrentemente el nombre del exsenador Gustavo Bolívar apoyado por las 10 cuentas, retrinado permanentemente por ellas y en ocasiones aplaudido en sus trinos ofensivos contra funcionarios como si se tratara de una primera línea, esta vez digital, de su actividad política. En varios círculos políticos se dice que Bolívar es experto en bodegas digitales, cosa que él ha negado persistentemente, asegurando que al interior del Pacto Histórico hay mucha colaboración.
El psiquiatra Rodrigo Córdoba, profesor e investigador de la Universidad del Rosario, explica cómo actúan este tipo de contenidos y las estrategias digitales de daño en el cerebro del ser humano.
Córdoba afirma que estas organizaciones hacen una especie de “historia clínica” de los objetivos humanos, los analizan, observan sus debilidades y atacan en manadas para minar la autoestima de las personas instalado previamente un estado negativo de opinión contra ellas.
Es una forma muy sofisticada, manifiesta Córdoba, de convertir a la opinión pública en un instrumento contra las instituciones en búsqueda de lograr objetivos de alto valor que minen la credibilidad de esas personas y de paso de sus cargos.
La trama consiste en crear a través de redes sociales una atmósfera de pesimismo y alteración del orden público que genere un efecto en masa que produzca caos y desesperanza. Casos como el toque de queda decretado en Bogotá en noviembre de 2019 después de una escalada de violencia que llenó de pánico a la ciudad, la toma de las cárceles del país al iniciar la cuarentena por la pandemia que se supo después fue fabricada a través de redes sociales o los hechos de violencia mil veces reproducidos que gene raron inestabilidad en el paro nacional de abril de 2021 son muestra de cómo a través de estos canales digitales se ha ido modelando el comportamiento social del país. En esta oportunidad no solo estamos ante las narrativas implantadas desde las redes sociales, también de la globalización con este apoyo desde Rusia.
Quizá un caso más cercano es el de Medellín, donde desde la Alcaldía se han sembrado varias ideas en redes sociales: que el control político son ataques, que el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) estuvo detrás de la crisis de Hidroituango –cuando ni siquiera empresas como Argos, Sura, Nutresa y Bancolombia están en la obra– o que el alcalde Daniel Quintero lucha contra la corrupción, cuando la realidad muestra decenas de denuncias de posible robo al erario público. Hoy los políticos juegan en el campo de lo que los académicos llaman posverdad: medias verdades o mentiras maquilladas