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La increíble historia de perdón que trajo la verdad a familia de Antioquia

Este es un testimonio de cómo, aún en los crímenes más crueles, la verdad puede conducir al perdón.

  • John Jarvi Cañas fue asesinado, desaparecido y presentado como baja en combate por militares del Batallón de Contraguerrilla 79 que operaba en Urabá. FOTO: Cortesía JEP
    John Jarvi Cañas fue asesinado, desaparecido y presentado como baja en combate por militares del Batallón de Contraguerrilla 79 que operaba en Urabá. FOTO: Cortesía JEP
  • La JEP ya completa 13 víctimas entregadas dignamente en el marco del Caso Ilustrativo del Cementerio Las Mercedes de Dabeiba, en Urabá. FOTO Cortesía JEP
    La JEP ya completa 13 víctimas entregadas dignamente en el marco del Caso Ilustrativo del Cementerio Las Mercedes de Dabeiba, en Urabá. FOTO Cortesía JEP
22 de julio de 2024
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—Doña Esmeda, buenos días, ¿cómo me le ha ido?

—Todo bien, Jaime, ¿usted cómo ha estado?

—Muy bien, sí señora, por ahí estuve hablando con doña Amparo, me contó que anda de paseo.

—Sí, se fue de vacaciones con la familia.

—Bueno, eso me alegra mucho. Y usted, ¿aliviadita?

Esa conversación sería común y corriente y hasta trivial y tonta si no fuera porque Esmeda es la tía de Jhon Jarvi Cañas Cano, doña Amparo es la madre, y Jaime, su asesino.

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El exsargento del Batallón Contra Guerrillas #79 del Ejército, Jaime Coral Trujillo, asesinó, en compañía de otros soldados, a Jhon Jarvi Cañas Cano, el 31 de agosto del 2005 en Dabeiba, occidente de Antioquia.

Coral Trujillo conoció a Cañas el mismo día de su muerte, en la terminal de buses de Medellín. Al día siguiente de asesinarlo, Coral Trujillo llevó el cadáver del joven, que para entonces tenía 24 años, al cementerio de Carepa y allá estuvo enterrado como N.N y desaparecido hasta el 31 de agosto del 2023, 18 años después. No fue la primera ni la única ejecución extrajudicial de la que hizo parte. En 2010 lo capturaron y estaba pagando una condena de 60 años. Hace dos años entró a la Jurisdicción Especial de Paz y les contó a Amparo y a Esmeda lo que había hecho con su muchacho. Fue hasta el cementerio y lo encontró. Cinco meses después, en abril de este año, Amparo recibió en un cofre las cenizas de su hijo y se las llevó para Puerto Nare, su pueblo natal.

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Coral nació en Palmira, Valle, y se crió en Ginebra, en el mismo departamento. De familia campesina, terminó el bachillerato y se enlistó en el Ejército en 1988, cuando tenía 20 años. Ahora tiene 56. No mide más de 1.70, lleva el pelo corto, una camisa tipo polo gris por dentro del pantalón y una gorra del mismo color marcadas con el logo de “Horizontes seguros”, el proyecto restaurativo en el que participa. No hay nada en su aspecto que sobresalga, no lleva barba, no tiene barriga ni facciones muy pronunciadas. En lugar de un asesino, parece más bien un profesor promedio de bachillerato.

Coral cuenta esta historia sentado en una de las pocas sombras que tiene el cementerio Las Mercedes, en Dabeiba, donde él y otros siete exmilitares han reconocido 23 casos de ejecuciones extrajudiciales y han dado la ubicación de 25 fosas y una bóveda, en las que han encontrado 46 cuerpos, de los cuales ya se han entregado 13. El de Jhon Jarvi fue el más reciente.

Gracias a esta historia, que resulta ser la verdadera, Coral y sus víctimas han podido volver a dormir tranquilos. Ahora, después de un perdón que resulta tan difícil de creer como la crueldad de los crímenes que se cometieron, ahora se mandan notas de voz por Whatsapp y se cuentan sus planes de vacaciones.

***

—¿Cuándo fue la primera vez que escuchó sobre los falsos positivos?

—Desde que entré al Ejército siempre se habían cometido falsos positivos, ola, eso no es nuevo. Antiguamente si un guerrillero se entregaba, se mataba y se dejaba como muerto en combate con fusil y todo. El cuerpo quedaba tirado en el monte y no pedían sino que quedara el registro de la muerte no más, no pedían fotos ni nada de esas cosas. Y de ahí para acá siempre se hacía así. Luego, una persona estaba en un pueblo y decían que supuestamente era un colaborador o era un miliciano o era un líder social. Y también muy seguramente lo asesinaban en algún momento que diera papaya. Nosotros teníamos los incentivos de irnos al exterior, de recibir medallas, toda esa vaina. Al que hacía eso le daban premios. Ya después se descararon un poco más y como las Farc se fueron alejando y entrando más para el monte se hizo más difícil, entonces empezaron a traer gente inocente que no tenía nada que ver, y los asesinaban.

La JEP ya completa 13 víctimas entregadas dignamente en el marco del Caso Ilustrativo del Cementerio Las Mercedes de Dabeiba, en Urabá. FOTO Cortesía JEP
La JEP ya completa 13 víctimas entregadas dignamente en el marco del Caso Ilustrativo del Cementerio Las Mercedes de Dabeiba, en Urabá. FOTO Cortesía JEP

Siempre uno trabajaba con los paramilitares. Eran ellos los que manejaban todas estas zonas y cuando llegaba el Ejército se ponían en contacto para poder ellos tener su corredor de movilidad sin que nadie les fuera a hacer nada. El enemigo era uno solo: las Farc. No había nada más.

Ya después con el tiempo, cuando fueron prohibiendo tener nexos con paramilitares entonces nos dejaban solos. Ellos aportaban las armas y el Ejército iba y mandaba a traer gente de Medellín en algún sitio y las daban de baja acá, eso fue lo que hicimos. Yo me empecé a enredar en el grado de Vicesargento primero. Mis primeras bajas, algo mal hecho, fue en un sitio que se llama Juracambita, en Tunja. Ese día sí hubo un combate: eran seis guerrilleros, se volaron cuatro y quedaron dos dentro de una casa. Como quedaron atrapados, ellos proclamaban que les perdonaran la vida, que les ayudaran, que no se qué y el capitán ordenó que les lanzáramos una granada, y eso hicimos.

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En Tunja empezamos a hacer otras cosas con el general Vargas Idárraga Raúl Fernando (ver Para Saber Más). Con él una vez salimos en el 2004 hacia un municipio que se llama Páez y llegando allá venía un campesino y estos traían un fusil y un chaleco y se le pusieron al campesino que porque era un miembro de no se qué grupo y se dio de baja a ese campesino que no tenía nada. Yo le pegué un tiro pero quedó vivo, entonces mi mayor Vargas le pegó el resto de tiros. Ahí fue que empecé a ensuciarme.

De ahí salí trasladado para Antioquia, primero a Puerto Valdivia, Santa Rita de Ituango. Todos esos milicianos de las Farc que se entregaban con fusil, me mandaban a mí con el grupo especial y yo los daba de baja.

Luego llegamos a Dabeiba e hicimos la primera operación. El 15 de mayo de 2005 arrancamos de aquí pa arriba en Llanogrande y con los paramilitares el mayor quería dizque purgar a esos soldados, es decir, que los paramilitares les dispararan para ver qué tal eran esos manes para combate y al probarlos quedaron un poco de soldados heridos. Aparte de eso, el subteniente Suárez Cairo Jairo resultó muerto, no se si usted lo ha escuchado, que por ahí el papá siempre habla en los medios de comunicación.

Después de eso viene otra cosa muy importante y es que yo me guardé el contacto de uno de esos paramilitares y como el 15 de diciembre del 2005 le pedí el favor a uno que me trajera a una persona y me la llevó arriba a la antena como a las 7 de la noche —la antena queda en la parte alta de la montaña que está a la espalda de Coral, que sigue sentado en el cementerio— y ahí se da de baja a ese muchacho. Yo no sabía ni quién era. Puse una mina hechiza y reporté que estábamos en combate y que el cuerpo se lo habían llevado los guerrilleros, pero que finalmente logramos recuperarlo. Y pasó ese señor muerto en combate como del frente quinto de las Farc. Luego me dijeron que diera otras bajas y yo les dije: “Es que yo doy bajas y ustedes nunca me dan un premio, yo nunca he ido a ningún lado”. Me dijeron: ”Te prometo que si das unas bajas te damos un premio”. Entonces les dije: Bueno soldados, reunamos plata pa´l pasaje, para darle a este soldado. Usted va allí al pueblo y nos trae a tres personas. El 3 de marzo del 2006 se fue hasta Medellín y del río trajo a esas personas y las dimos de baja allá arriba y quedaron como miembros de las Farc. Yo pensé que con eso ya me daban el premio, pero me dijeron que no era suficiente, entonces mandé dos soldados más y trajeron dos personas no se de dónde y se dieron de baja acá y ya con eso me dieron mi premio y me mandaron tres meses para Estados Unidos.

Todo eso nos lo enseñó el mayor Guzmán —La JEP ha imputado a 10 exmilitares por el caso de Dabeiba. Solo dos no han reconocido los hechos y Guzmán es uno de ellos—, porque él, el 30 de agosto del 2005, nos envió al sargento Ochoa y a mí hasta el terminal de Medellín a traer a tres personas. Esa fue la primera vez que yo cometí falsos positivos de ese tipo. Nos dio $300.000 y nos fuimos al terminal y vimos a una persona durmiendo que era Jhon Jarvi Cañas Cano. Le dijimos que teníamos una despulpadora acá y le ofrecimos buen trabajo y pagarle muy buena plata, y el tipo se motivó. Le gastamos desayuno, comió bien. Nos montamos al bus, que más adelante paró, y le gastamos más comida. El tipo feliz. Le dijimos que llamara y que trajera más gente porque solo teníamos uno y llamó, pero esa gente no llegó. Y ya llegamos más adelante a la vereda y nos bajamos antes de la tropa y ahí el cabo Romero nos hizo tender a los tres al piso y el mayor Guzmán pone la trompetilla del fusil y se lo pega a Jhon Jarvi. Ya después los soldados le colocan chaleco, botas, camuflado y un soldado le pega unos tiros en el pecho con chaleco y todo como si fuera en combate y se presentó como si fuera del frente 34 de las Farc. Pero no querían que el cuerpo se quedara aquí y como a las 9 la noche me mandan a llevarlo a Carepa. El sepulturero lo recibió, le hizo los documentos que necesitábamos, la carta de entrada, el certificado médico, todas esas cosas y listo, se enterró allá y listo. Después de eso fue que aprendimos esa joda.

***

Al otro lado del teléfono habla Esmeda. Dice que han perdonado porque les dijeron la verdad desde el principio. “La verdad es una puerta a la libertad, a una nueva vida, a cerrar ese círculo doloroso de una ausencia. La verdad trae perdón y tranquilidad”, asegura. Desde que salió de la cárcel el exsargento Coral ha contado esa historia una y otra vez. Le ha pedido perdón a Amparo, a Esmeda, a su propia esposa y a sus hijos con insistencia, y parece haberlo conseguido. A su casa va muy de vez en cuando. Pasa 15 días seguidos en Dabeiba trabajando en Horizontes Seguros con sus colegas exmilitares y excombatientes de las Farc dando charlas sobre prevención de minas antipersona y otros 15 días en Bogotá en otro proyecto restaurativo. “Lo importante es que las víctimas sientan la satisfacción de lo que estamos haciendo”, concluye.

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