Aunque el camino no es fácil, la frontera de los cultivos ilícitos en el Bajo Cauca y la región Nudo de Paramillo parece reducirse cada vez más a partir de la expansión del cacao, que cada día toma más fuerza en el territorio y más campesinos están migrando a este cultivo, que ofrece un futuro de prosperidad, con posibilidades amplias de alcanzar altos niveles de exportación.
Con cacao de esta zona, desde 2014 se han realizado cuatro grandes exportaciones para un total de cerca de 80 toneladas por un valor de 231 mil dólares, más otras 313 toneladas vendidas en el mercado local. En dinero serían más de 1.2 billones de pesos.
Germán Sánchez, director ejecutivo de la Red Nudo de Paramillo, que aglutina a 116 organizaciones de la región, en las que hay plataneros, yuqueros, algodoneros, ganaderos y cacaoteros, entre otras, señala que entre tantas, el cacao es de los productos más promisorios.
“El cacao es el renglón más importante del territorio para llegar al cambio, es el producto de más proyección el que más expectativas genera”.
Advierte que jalonadas por su Red y otras organizaciones de la región, muchos campesinos están tomando voluntariamente la decisión de migrar a este producto.
En ese proceso está Germán Ramiro Posso, residente en la vereda La Primavera, de Tarazá, a donde llegó desplazado de Ituango en 1990. Él se considera uno de los pioneros del cacao en el Bajo Cauca.
Este labriego de 62 años, recuerda que cayó al cultivo obligado por las circunstancias: “fue en el 2009 cuando empecé a sembrar cacao, le aposté a eso sin saber ni porqué, porque a mi vereda llegó una comisión de Naciones Unidas que nos habló y nos motivó a varios de la comunidad para que dejáramos los cultivos ilícitos y los sustituyéramos por cacao. Allá ya habían fumigado con glifosato y a la tierra quemada le tiramos pasto, y cuando llegó la propuesta dije sí y nunca más volví a sembrar coca”.
En su vereda dice que hay 14 familias dedicadas al cacao, pero en las vecinas también muchos campesinos están sembrando el producto, decididos a no abrirle más caminos a la coca.
“Nosotros tuvimos cultivos ilícitos y nos fumigaban cada rato, eso cansaba, vimos que no era una labor para nosotros, y como nos mandaron asesores a enseñarnos la técnica, nos quedamos fieles al cacao”, comenta Noel Correa, también de Tarazá.