El Gobierno Nacional asegura que en lo corrido de este año ha destruido 15 dragones brasileños, esos grandes monstruos de 300 metros cuadrados que extraen grandes cantidades del lecho de los ríos y quebradas del Bajo Cauca para extraer oro.
En contraste, según el Gobierno, el año pasado no se destruyó ni un solo dragón. También señaló que los operativos contra la minería ilegal aumentaron en 10 acciones en comparación con el año anterior, aunque no entregaron la cifra exacta para hacer el comparativo. La Fuerza Pública destacó que se han incautado de 12 retroexcavadoras, 33 dragas tipo caperuza y capturado 38 personas dedicadas a la extracción ilegal de oro.
En cuanto al mercurio, que utilizan para su actividad ilegal y que mata ríos por completo, el gobierno señaló que “este año se ha logrado la incautación de un poco más de 34 kilos de mercurio. El año anterior no hay registros de incautación de mercurio, o sea, la lucha es frontal contra los grupos multicrimen”.
El último de estos operativos ocurrió esta misma semana y dejó la captura de seis personas, entre ellas un ciudadano brasileño y el inspector de Policía del municipio de Nechí.
En el operativo, que dejó incautaciones de maquinaria superior a $4.000 millones, dejó la captura del presunto máximo cabecilla, José Manuel Rada Medina, propietario de la maquinaria para minería ilegal y de una empresa que facilitaba la explotación, comercialización y exportación de oro y platino.
Además, fue capturado el ciudadano brasileño Flavio Ferreira Da Silva quien era el hombre que ponía a funcionar los dragones. Y para colmo fue arrestado el inspector de Policía de Nechí, Marlon Arley García Contreras, quien, sin control alguno, devolvía la maquinaria incautada a sus dueños.
Los famosos dragones que transformaron completamente la minería ilegal y en consecuencia el medio ambiente del Bajo Cauca llegaron a la región hace casi dos décadas por cuenta de dos brasileños: José Antonio Cavalcante Sousa y José Aroudo Sousa de Asís, ambos procedentes de Serra Pelada, en el estado de Pará, en la Amazonía brasileña. Los dragones son barcazas de 30 metros de largo y hasta ocho metros de alto, pueden valer entre $700 y $1.500 millones, según su capacidad de bombeo. Tres o cuatro días de trabajo de uno de estos dragones puede dejar entre $30 y $40 millones. Por eso la minería dio un vuelco cultural a la región.
La extracción funciona más o menos así. Los dragones meten su brazo largo y potente para succionar un gran volumen de sedimentos acumulados en el fondo del río, que son vertidos sobre una especie de alfombra.
Una vez afuera, las arenas y terrones que contienen el oro se lavan y se mezclan con mercurio, que tiene la capacidad de unirse con otros metales y formar amalgamas, una especie de pasta que pasa por el fuego de un soplete para que el mercurio se evapore y quede solo el oro.
Toda la tarea es muy peligrosa porque no solo expone a los mineros a inhalar los gases tóxicos que se escapan, sino que el mercurio, el combustible y las grasas y aceites que las dragas utilizan en su operación terminan en los ríos y quebradas, donde contaminan el pescado que después sirve de alimento humano.