Se tragan los ríos, mastican los terrones y las arenas brillantes y después vomitan pantanos envenenados. Cerca de las playas, y adentro en las llanuras, enormes cucharones forman cráteres lunares en la tierra.
Todos buscan con delirio furioso las pepitas doradas sin importar nada. La dinámica extractiva de oro en el Bajo Cauca antioqueño se partió en dos luego de la llegada de los grandes dragones brasileños y las retroexcavadoras, porque le dieron una dimensión industrial e ilegal a la devastación ambiental de la región que ya suma 60.000 hectáreas deforestadas y más de 200.000 árboles talados.
En el bajo mundo criminal se habla de los vínculos de las organizaciones delincuenciales con los dragones y la minería ilegal. Se dice que detrás de esta maquinaria y hasta del paro minero que comenzó el 2 de marzo y cumple hoy 24 días en esta subregión, estarían dos brasileños que trajeron las máquinas a Colombia en 2005, con la promesa de encontrar más rápido el oro.
Los señalados son José Antonio Cavalcante Sousa y José Aroudo Sousa de Asís, ambos procedentes de Serra Pelada, en el estado de Pará, en la Amazonía brasileña, zona que viene siendo arrasada desde los 80 cuando miles de personas llegaron atraídas por la promesa del oro fácil. Cuatro décadas después aún siguen destruyendo la selva.
Cavalcante y Sousa de Asís escogieron el Bajo Cauca al enterarse de la gran riqueza aurífera de la zona y después de acreditar su experiencia en la selva amazónica y de obtener millones del oro extraído. Ambos están entre las más de 20 capturas de brasileños en el Bajo Cauca en los últimos 10 años, señalados del manejo de las dragas para la minería ilegal y de los daños ambientales que esta ha dejado a su paso desde hace 18 años.
Las cifras hablan de la magnitud del negocio. Según estimaciones a mano alzada, entre 1974 y 2022 los ilegales han sacado más de un millón de onzas de oro de las tierras que están tituladas a la empresa Mineros entre Zaragoza y Nechí. La cotización de la onza de oro cerró el viernes pasado en 1.977 dólares, unos 9,4 millones de pesos colombianos. Si hoy se fuera a vender ese millón de onzas de oro costaría más de 9 billones de pesos.
A eso hay que sumarle que solo el 14% de las más de 53 toneladas de oro producidas por Colombia en 2022 provino de minería formal, según un estudio de la Defensoría del Pueblo en compañía de la Universidad del Rosario. Es decir que el 86% de la actividad minera de oro está en manos de los mineros artesanales, explotadores informales y organizaciones al margen de la ley. Un informe de la Contraloría General de 2022 afirmó que el 85% del oro que es exportado desde Colombia proviene de minería ilegal, actividad que en un 65% se practica en reservas o parques naturales.
Máquinas de destrucción
Las dragas son estructuras metálicas ensambladas comúnmente de forma artesanal, acondicionadas con maquinaria e instalaciones para la extracción y el procesamiento del oro que está en los lechos y en las llanuras aluviales de los ríos.
Estas barcazas, de 30 metros de largo y hasta ocho metros de alto, pueden valer entre $700 y $1.500 millones, según su capacidad de bombeo. Tres o cuatro días de trabajo de uno de estos dragones puede dejar entre $30 y $40 millones. Por eso la minería dio un vuelco cultural a la región. Ya nadie quiere sembrar porque con sacar un gramo de oro en un día una persona se gana hasta $300.000.
Las retroexcavadoras, que pueden valer entre $200 y $500 millones dependiendo del modelo y la capacidad, acompañan de cerca el proceso de triturar las montañas. Se estima que cada una puede mover hasta 30 millones de metros cúbicos al año, lo que equivale a todo el material que pueden cargar 2 millones de volquetas doble troque.
Mientras la cuchara gigante descarga la tierra prometida, los mineros artesanales esperan para empezar el barequeo y poder encontrar el filón brillante. Si tienen suerte, deberán compartir el botín, por pequeño que sea, pagándole una participación al dueño de la retroexcavadora y la vacuna de los ilegales que mandan en la zona.
Dependiendo de la escala de la explotación del oro, pueden existir dragas fijas que están ancladas al terreno, o dragas móviles, siendo éstas últimas las que generan un mayor impacto ambiental debido a las afectaciones sobre el paisaje y a la dinámica natural de las fuentes hídricas.
Los dragones se desplazan por los ríos, la escucha siempre está atenta a la noticia de un nuevo hallazgo para empezar a delirar con otra fiebre del oro. Ocurre igual en la Amazonía brasileña, en noviembre de 2021 hubo escándalo mundial porque un rumor corrió rápido en la selva y reunió a más de 300 dragas y remolcadores de empuje en el río Madeira, cerca de la comunidad de Rosarinho, a 110 kilómetros de la capital Manaos.
Cientos de balsas socavaron sin tregua el lecho de uno de los ríos más importantes de la Amazonía y las fotos de las grandes hileras de barcazas coparon las redes sociales. La preocupación, allá y acá, es el daño ambiental y la salud de las poblaciones abastecidas por el río, incluidos los pueblos indígenas de la región.
Acá en el Bajo Cauca, según las pesquisas de las autoridades, las cuadrillas de mineros que operan los dragones llevan algunos extranjeros sin permisos de residencia y trabajo, que se desplazan por las regiones evadiendo controles por la corrupción que rodea toda su operación, desde el ingreso al país, el suministro de mercurio, cuyo uso y comercialización está prohibido, la movilización de la maquinaria y sus partes, y la compra a gran escala de combustibles.
La extracción funciona más o menos así. Los dragones tienen un brazo largo y potente para succionar un gran volumen de sedimentos acumulados en el fondo del río, que son vertidos sobre una especie de alfombra.
Una vez afuera, las arenas y terrones que contienen el oro se lavan y se mezclan con mercurio, que tiene la capacidad de unirse con otros metales y formar amalgamas, una especie de pasta que pasa por el fuego de un soplete para que el mercurio se evapore y quede solo el oro.
Toda la tarea es muy peligrosa porque no solo expone a los mineros a inhalar los gases tóxicos que se escapan, sino que el mercurio, el combustible y las grasas y aceites que las dragas utilizan en su operación terminan en los ríos y quebradas, donde contaminan el pescado que después sirve de alimento humano.
Las afectaciones pueden ser innumerables, desde daños en los sistemas nervioso e inmunológico, hasta daños en pulmones y los riñones.
Contó hace dos semanas la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, que la contaminación de los ríos con mercurio llega hasta La Mojana, donde hay mayor proporción de personas con labio leporino y problemas renales. “La tierra está contaminada. El mercurio termina en los ríos y en los caños de La Mojana. El impacto de lo que pasa en el Bajo Cauca es nacional”, dijo.
Anatomía de la devastación
Los dragones brasileños no tienen punto fijo y con frecuencia se encuentran flotando en los ríos del Bajo Cauca. Además de sus condiciones de ilegalidad, en esta subregión, contó Corantioquia, son generadores de grandes impactos ambientales en los ríos y cuerpos cenagosos a raíz de la remoción de los lechos, socavación, sedimentación y alteración en el curso de los ríos.
Los ilegales no respetan ningún portillo. Se meten a todas las zonas con su maquinaria, a las que ya trabajaron los mineros con título, a los campos mineros cerrados, que es cuando una mina termina sus operaciones, y en áreas donde el minero con título nunca pudo entrar.
En jurisdicción de Corantioquia, estos dragones se desplazan principalmente por los ríos Nechí, Cauca y sus afluentes navegables, sin contar con un instrumento ambiental.
El diagnóstico de las autoridades ambientales habla de afectaciones a la calidad del agua y las condiciones naturales de las corrientes hídricas, debido al alto volumen de lodos contaminados con sustancias peligrosas que son vertidos sin tratamiento previo y que ocasionan graves afectaciones a los ecosistemas acuáticos, así como la sobre explotación de material del lecho de los ríos, que genera cambios drásticos en las condiciones hidráulicas de estos.
Teniendo en cuenta que se trata de dragas móviles, es complejo para las autoridades tener información precisa sobre su ubicación y distribución, puesto que en las zonas que han sido dragadas y fueron abandonadas, el material removido fue reintegrado al río. El cráter, la montaña triturada y la muerte quedan ahí. Recuperar los bosques puede tardar más de medio siglo.
Redes que mueven los dragones
Tanto Cavalcante como Aroudo de Asís fueron capturados en un operativo contra la minería ilegal en Río Quito, Chocó, departamento donde se presenta este mismo fenómeno criminal. Ambos fueron procesados por los delitos de concierto para delinquir, contaminación ambiental, daño a recursos naturales, receptación y violación de fronteras para explotación de recursos naturales. Aroudo de Asis lleva siete años detenido, mientras que Cavalcante falleció por covid-19 durante la pandemia, mientras avanzaba el proceso judicial.
De hecho, Cavalcante había sido capturado dos años antes en Caucasia por delitos similares, pero posteriormente fue dejado en libertad y en 2012 un funcionario de Corporación Autónoma Regional para Desarrollo Sostenible del Chocó fue judicializado por recibir $50 millones para evitar el decomiso de uno de sus dragones en las selvas.
Pero, ¿cómo se mueven las redes detrás de esta maquinaria? Las enormes casas flotantes traídas por los brasileños del Amazonas se replicaron después en las riberas de los ricos ríos del Bajo Cauca porque empezaron a ser reproducidas a imagen y semejanza por la ‘ingeniería’ local. Esto hace que su control sea difuso porque pese a ser utilizadas por la minería ilegal, su construcción no es un delito.
En las calles de los seis municipios del Bajo Cauca es ‘vox populi’ que los dragones están vinculados de forma directa o indirecta con los grupos armados ilegales, principalmente el Clan del Golfo.
Un exfuncionario de la Gobernación, que prefirió mantenerse en reserva, afirmó al respecto que esta banda criminal no maneja la minería, sino que “opera como una aduana, que pide recursos a estos mineros ilegales para poderlos dejar trabajar, sirviéndose de ellos como intermediarios para el lavado de activos”.
Sin embargo, Luis Fernando Quijano, director de la Corporación para la Paz y el Desarrollo (Corpades), señaló que las también llamadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc) estarían financiando de forma directa la construcción de los dragones.
Fuentes judiciales y de la misma zona hablaron de la participación de ciudadanos brasileños a la hora de incentivar las manifestaciones por el paro y los desmanes respectivos, que han llevado a la quema de vehículos con víveres, ambulancias y peajes.
El director seccional de Fiscalías de Antioquia, Daniel Parada Bermúdez, y el general Óscar Leonel Murillo, comandante Séptima División del Ejército, expresaron que esta situación está en materia de investigación, sin desvirtuar de tajo la participación de estos brasileños detrás de la minería ilegal en el Bajo Cauca y las manifestaciones que se originaron por la quema de las máquinas.
De hecho, la Fiscalía ha reseñado cada uno de los procesos de judicialización en contra de los capturados en el Bajo Cauca: en enero de 2014 fueron detenidos dos brasileños, un italiano y siete colombianos; en diciembre de 2017 detuvieron a 13 ciudadanos de Brasil y 13 nacionales; y en noviembre de 2021 cayeron otros dos brasileños con 13 colombianos.
Pero en el Bajo Cauca no solo se habla de los brasileños a la hora de explotar las riquezas provenientes de estos dos ríos. También se han visto trabajar a personas provenientes de México, Chile, Perú y Ecuador, pero solo es un decir que la autoridad aún no corrobora.
El único que lo expresa abiertamente es Quijano, analista del conflicto armado. Señaló al respecto que los mexicanos y los brasileños participan en la economía del oro y toda la cadena del narcotráfico en esta parte del departamento.
En cuanto a la vinculación de las Agc, esta organización en un comunicado negó su vinculación con la minería ilegal y los desmanes de las protestas y le echó el agua sucia a las disidencias de las Farc y al Eln como participantes por sus intereses en la minería.
Para el ministro de Defensa, Iván Velásquez, no hay ninguna duda de que los dragones brasileños están íntimamente vinculados con el Clan del Golfo, o por administración propia o porque son fuente importante de riqueza.
La Policía y el Ejército siguen quemando dragones, en su propósito de erradicar las rentas ilegales que terminan destruyendo el medio ambiente en la región. Justo el paro minero comenzó y se sigue agitando por la destrucción de maquinaria.
Mientras sigue esta dinámica del gato y el ratón, los dragones siguen tragando ríos y vomitando lodo envenenado en una región que desde lo alto parece diseccionada.