Por Martha Ortiz Gómez y Jorge Mario Velásquez
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Analista de la geopolítica de la región y de Colombia, el expresidente boliviano Jorge Quiroga habló en exclusiva para EL COLOMBIANO.
Por Martha Ortiz Gómez y Jorge Mario Velásquez
Jurar como Presidente a los 41 años hizo que Jorge Quiroga entrara a los libros de historia de Bolivia como el gobernante más joven y el primer ingeniero en ejercer este cargo. Con habilidades matemáticas y pasión por el ajedrez; formado en la Universidad A&M en Texas, EE. UU., y con experiencia en multinacionales como IBM, Quiroga quiso devolverle a su país las oportunidades de desarrollo profesional que había tenido y retornó a Bolivia en la década de los 80. “Más que en la política creo en el servicio público”, dijo en entrevista con Martha Ortiz, directora de El Colombiano y Jorge Mario Velásquez, presidente de Grupo Argos. Analista de la geopolítica latinoamericana, miembro del centro de pensamiento Diálogo Interamericano y de organizaciones como el Club de Madrid, donde comparte asiento con 100 expresidentes del mundo, Quiroga perfila el futuro de Colombia y la región.
MO: Usted trabajó en el sector privado y el público. ¿Qué aporta esta mezcla para su trayectoria personal y profesional?
JQ: “La mezcla ha sido interesante, producto de la herencia y de las circunstancias. Estudié ingeniería de sistemas por mi padre que era ingeniero civil. Él iba 25 días al mes al campamento de las hidroeléctricas de Corán y Santa Isabel, fuera de mi tierra natal Cochabamba. A su regreso me decían: ‘va a llegar el papi’ y aparecía en el jeep con el casco. Varias veces lo acompañé (...). De chico siempre te preguntan: ¿qué quieres ser? Al principio yo decía que futbolista o ajedrecista; después uno se da cuenta de que no va a ser James Rodríguez entonces fui ingeniero. Esa era la herencia, ahora las circunstancias: eran tiempos dramáticos para Bolivia y le debo a mi país hacer servicio. Si uno ha tenido oportunidades de capacitarse profesionalmente, de aprender que viene de un país como el mío, está la responsabilidad de devolver en servicio al país.
Sin embargo, en esos tiempos era imposible por la hiperinflación y el desorden; no había espacio para gente formada y competente. Así que volvió la democracia en 1982 y después regresó el hombre más grande de Bolivia, Víctor Paz Estenssoro, que estabilizó la economía. En el 85, el país se empezó a ordenar. Entré a trabajar a IBM, en EE. UU., cuya venta era 100 veces el presupuesto de mi país y me hicieron la oferta del fast track, de irme a trabajar a Nueva York. Era un mundo fascinante y —como soy competitivo—pensé: ‘si comienzo en esto no salgo más’. Luego falleció mi mejor amigo de infancia y, en el entierro, supe que había mejores circunstancias en mi país. Hablé con amigos y encontré que había un proyecto de reforma al sistema administrativo financiero en Bolivia y regresé. Así comenzó mi vida pública. En los libros de la historia de Bolivia soy el único ingeniero que ha sido vicepresidente o presidente (...) Llegué producto de la inspiración del padre, las circunstancias de la vida, este amigo que fallece, te sacude, y que te muestra que el país no espera, que las cosas cambian”.
COMPROMISO CON LO PÚBLICO
MO: ¿Cómo motivar en Latinoamérica a quienes tienen temor al servicio público para que se comprometan con esta labor?
JQ: “En política siempre existe una pugna, como en cualquier otro ámbito. En cualquier lugar hay competencia sana, la diferencia es que en política esta rivalidad es pública y obviamente se ejercita a través de mostrar lo bueno que uno es, y cuando esto no alcanza, hay que exponer al otro. En la medida en que sea en el marco de la democracia o en el debate público, está bien. Como decía Tony Blair: ‘político que no aguanta la crítica es marinero que no aguanta el mar’. Reivindico el sentido etimológico de la palabra política —que hoy es adjetivo descalificativo— que viene del griego politikós (hacer patria, hacer ciudad) (...) Así que (en mi gobierno) convoqué a profesionales nuevos, o del sector privado, porque había que hacer las luchas políticas; son parte del territorio. Si no se construyen instituciones, se termina hundido en la corrupción, que tiene la denuncia periodística y cuya aspirina típica es remover al corrupto, procesarlo. Pero el antibiótico que cura la infección es la reforma institucional. Hice varias porque creo en ellas, y hay que empezar por donde está el dinero. Hay lucha cuando se enfrenta esto. Es el riesgo y la vida que se escoge (...)
Otro asunto es cuando llegan los proyectos del mal denominado ‘socialismo del siglo XXI´, que a estas alturas han probado no ser más que una caterva de socios listos, delincuenciales, criminales, corruptos, autoritarios, que cambian las reglas (...) Lo triste es cuando criminalizan a gente competente, cuyo único problema es colaborar con un tecnócrata que se metió en política como yo. La fase de medidas cautelares se volvió el juicio en sí mismo. Así que es normal que los profesionales luchen contra una casta política enquistada. Lo de pelear contra gobiernos autoritarios y corruptos, que persiguen hasta matar o exiliar, es otra cosa, y esta es la que sufrimos en Bolivia y Venezuela. Ojalá que nunca la experimenten en Colombia”.
MO: En la política contemporánea aparece el poder de las redes sociales y el peligro de las fake news (noticias falsas) como herramienta de confusión. ¿Cómo enfrentar estos dos elementos?
JQ: “Generación tras generación, se escucha a una persona mayor que viene y dice ‘la vida de ustedes es diferente’ (...) Vivimos en un mundo interconectado y usamos los instrumentos de las redes, para agitar, agredir y motivar. Recién estamos empezando a emplearlos para organizarnos políticamente. Si optas por tener un partido con 50 mil militantes organizados en todo el territorio, o tener 500 mil seguidores en Facebook, prefiero lo segundo. Es más sencillo. Ahora bien, saber cómo usar las herramientas para gobernar y para una revolución educativa, todavía es un desafío pendiente (...) Por otro lado, siempre han existido las fake news (noticias falsas), por ejemplo, la guerra sucia con afiches debajo de la puerta o la propaganda negra en televisión que no la hacía el partido y que tenías que salir a desmentir. Ahora te ponen en Whatsapp o los grupos de Facebook, y hay que contrarrestar. No es nuevo, cambia el método. Históricamente, siempre han existido las revoluciones, las redes comprimen el tiempo y permiten pasar de 100 personas, a mil, a cien mil y luego a un millón. Si antes con panfletos, boca a boca, te tardabas tres meses, ahora se demora menos de tres semanas. Lo mismo sucede con las fake news, lo que pasa es que ahora hay anonimato y toda legislación electoral está rezagada (...) ¿Qué es la democracia? Es elecciones libres y justas; transparentes, instituciones independientes, poder hacer oposición sin ser criminalizado, prensa libre y cumplir los límites del mandato sin modificarlos. Dilma Rousseff dijo: ´Prefiero el ruido de la prensa libre al silencio de la dictadura’, demostrando la relación fundamental de prensa libre y democracia”.
JM: Colombia eligió a Iván Duque como Presidente y será el segundo gobernante más joven en la historia del país. De joven a joven, ¿cuáles son sus consejos para él?
JQ: “Vale recordar que yo juré de presidente a los 41, pero fui vicepresidente a los 37. Primero, le diría que María Juliana Ruiz, y sus tres niños, sigan haciendo la vida que hacían antes. A veces esto confunde y marea. Agradezco que la esposa que tenía en ese entonces, una madre excepcional, fuera profesora y los chicos continuaron en el colegio con su vida propia. Dos, trotaba y subía montañas, y lo seguí haciendo; no empecé a bailar caporales en carnaval, por el cargo. Lo tercero que debería aprender es que el poder de las ideas y el valor de la gente no dependen de las arrugas en el rostro, sino de las arrugas en el alma.
Con la elección de un presidente tan joven, hay un grupo que es de la edad de Iván Duque, y otro que tiene 20 años más, por ejemplo, que no va a estar muy contento, porque se genera un salto generacional. En Colombia se dio un factor de seducción con Petro y su discurso en las clases jóvenes que va a ir menguando, e Iván Duque va a conquistarlos (...) Por ello, hay que gobernar mezclando gente joven y madura, y hay que tener cuidado con las restricciones de edad porque con la juventud del Presidente electo es casi una generación la que se puede sentir desplazada antes de tiempo y se incuban resistencias”.
MO: En las elecciones, el voto joven manifestó la solicitud de un cambio apoyando fuerzas de centro y de izquierda. ¿Qué reflexión hace al respecto?
JQ: “Nunca he sido amigo del tema de izquierda y derecha. Es una causa perdida; esta discusión ya pasó en América Latina. En la región, el problema actual es de derecho o de dictadura. Si me preguntan: ¿usted es de derecha? No, yo soy de ultra ‘derecho’: el derecho a votar libre y abiertamente, el derecho a trabajar y progresar sin restricciones, el derecho a criticar o pensar diferente sin ser amordazado como la prensa en Venezuela; el derecho a buscar generar una alternativa sin acabar preso; el derecho es lo que vale en la democracia y la alternativa es el que agitando el discurso de izquierda, termina en lo que fue este chavismo (...) Para ganar una campaña se requiere de las 4P: persona, programa, partido, plata. Hasta que en Venezuela, la P de PDVSA, te compraba el programa, el partido, la plata y buscaba la persona contestataria, e instauraron regímenes. Les servía un obispo de Paraguay, un doctor de economía en Ecuador, una reliquia de la guerra fría en Nicaragua, un hombre de televisión en Salvador, un cocalero en Bolivia, una pareja desquiciada en Argentina. Fue muy duro porque el discurso cautivaba y quedaba.
Estos no son de izquierda, son ambidiestros para robar, para expropiar, para confiscar, para destruir, para pulverizar. En Venezuela, el país más rico de las Américas, hoy está sumido en una catástrofe humanitaria, debacle económica, represión autoritaria y es una distopía surrealista (...) Maduro tuvo la mala suerte de que Hugo Chávez era comunicacionalmente mucho mejor, pero les llega la caída del petróleo y les pasa factura la irresponsabilidad de todo lo que hacen.
La gran diferencia de América Latina está en el derecho a vivir en democracia apegado a la carta democrática (...) Eso es lo que está ahora en juego y será determinante en los próximos meses para Colombia. Aquí el tema es el derecho, la democracia y la libertad, o el autoritarismo, la dictadura y la represión”.
MO: ¿Cuál es el rol geopolítico hoy de Colombia en la región?
JQ:“Colombia es la piedra angular del triángulo del Caribe, que el pasado 17 de junio llegó a su fin. Un pacto entre el Nobel de la Paz, Barack Obama; el Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos; y el Vaticano (...) ¿Cuál fue la apuesta? Privilegiar la apertura en Cuba y la paz en Colombia, loables propósitos después de 50 años; pero a costa de sacrificar la democracia en Venezuela, porque en este triángulo Venezuela era imprescindible, y la apertura en Cuba solo funcionaba si conseguían un suero externo que antes era soviético y que ahora es petrolero para sostener ese régimen.
En esta línea, la paz en Colombia solo se podía negociar si las Farc tenían dónde refugiarse, guardar las armas, las drogas y los dineros; y ahí estaba Venezuela. ¿De dónde salía Timochenko a negociar en La Habana con el delegado de Estados Unidos, Bernard Aronson? De Venezuela. Entonces ese triángulo dominó todo y llevó a tolerar la dictadura creciente de Maduro (...) ¿Hubo apertura en Cuba?, cero. Hice la visita a la isla más breve de la historia, estuve tres horas en el aeropuerto el pasado 11 de marzo y nos deportaron (...) Estábamos en un momento crítico. Esta (la de Colombia) era la elección más importante en décadas porque nunca las opciones habían sido tan nítidamente diferenciadas como Duque —y lo que él representa— vs Petro, para el triángulo del Caribe, y el impacto geopolítico que va a tener, porque ahora hay que entender que si se quiere tener apertura en Cuba y democracia en Venezuela, es con el liderazgo de Colombia”.
MO: ¿Cuál considera que es el proyecto político que buscan los jóvenes?
JQ: “Lo que motiva mucho a la gente joven hoy son dos temas: Corrupción y preservación ambiental. En cuanto a lo primero, Iván Duque lo tiene claro: Ley de corrupción, parar la mermelada (..) Y en la parte de preservación ambiental, el siglo XX ha sido del petróleo y el carbón, el siglo XXI va a continuar así en la primera mitad. Luego, combustibles de transición, camino a los limpios. No va a ser súbito y repentino, pero en ese camino vamos. He escuchado a Petro decir: ‘no quiero petróleo, ni carbón, ni fracking´, entonces uno se pregunta: ¿dónde vive? El país está lleno de gas y si algo ha transformado la economía del mundo es la revolución energética de EE. UU.
Nadie va a poder competir los próximos 30 años con la energía a la cuarta parte del costo equivalente en Estados Unidos, México y Canadá. Hay que ponerse al día y el cambio viene. Vamos a ir migrando entre petróleo y carbón a los de transición que son el gas natural, la hidroelectricidad y la geotérmica. Al final, donde queremos llegar, serán los más limpios: la solar, el viento. Y porque vengo de Bolivia, ojalá, todo con baterías de litio gigantescas, fuera de las casas y de los edificios, en los autos. En Bolivia tenemos del 35 % al 40 % de litio del mundo. Me llena de felicidad ver a mi yerno con mi hija en California manejando un Tesla.
¿Cuál es el mundo ideal? Uno con generación limpia, o por lo menos, durante décadas, con combustibles de transición —con gas natural incluido—, para que lo que te llegue, tenga menos emisiones. Ese mundo viene y eso enamora a los jóvenes”.
MO: China es un jugador que usted conoce bien. ¿Cómo describiría su rol en la región?
JQ: “La reducción de la pobreza (bajar del 50 % al 30 % en la región) se debe a la bonanza china. Del Canal de Panamá para el Sur, todos somos chinos. Centroamérica y el Caribe siguen siendo gringos, en el sentido de la influencia económica; y dependen en gran medida de las remesas que mandan los migrantes, del acceso a las exportaciones y de los turistas. China tiene un efecto que no es benigno en Centroamérica y el Caribe.
De comprador de materias primas pasó a prestamista de países sin acceso a mercados. Le cortaron el suministro a Venezuela, a Ecuador y ahora están prestando a otros. ¿Cuál es su interés? No es ideológico, es absolutamente pragmático. Lo que quieren es suministro de materia prima, en volúmenes predecibles a precios estables y les da lo mismo comprarle carbón a Uribe, que petróleo a Chávez. En esos momentos no hay Mao Tze Tung, ni partido comunista. Les da lo mismo comprar cobre de Piñera, que soya de la señora Kirchner. Ahora están mutando hacia ser prestamistas con mayor diversificación, y ya están haciendo operaciones con Argentina, Chile, Brasil. Están empezando a hacer inversiones masivas en Bolivia, en Perú mucho, en Chile bastante, en Brasil más. Están haciendo la clásica migración de comprador de materias primas a prestamista y, ahora, a inversionista”.
MO: Entonces, ¿cuáles son las oportunidades para Latinoamérica?
JQ: “Para la agricultura, sí. Pero el desafío, ¿cuál es? Volverlos socios plenos del desarrollo. ¿Cuáles son las desventajas? Que no tienen ningún estándar o parámetro ambiental o laboral, a diferencia de las empresas europeas. Es la depredación a la máxima velocidad sin ninguna consideración laboral, traen su propia gente. Con China todavía no ha habido ese rechazo, ese repudio, pero puede venir si es que no tienen cuidado en la parte ambiental, laboral y si es que no entienden que la única forma en que podemos prosperar juntos, es que seamos socios con reglas claras; socios con respeto a los parámetros ambientales y laborales, evitando financiar aventuras desquiciadas”.
JM: Las sociedades latinoamericanas tienen bastantes similitudes, ¿qué puede aprender Colombia de Bolivia?
JQ: “No hay que dar lecciones de nada. Si algo hemos hecho bien en el tema indígena es ser muy progresivos en la asignación de recursos a municipios rurales indígenas, partiendo primero de una ley de participación popular según en donde está domiciliada la empresa.
Si el dinero no persigue a los pobres, los pobres persiguen al dinero, migrando a la ciudad y después a otros países. Así que durante mi gobierno implementamos un sistema de asignación de recursos, condonamos toda la deuda, eliminamos la ayuda comercial, después toda la bilateral, así que dejamos de pagar fuera y distribuimos este dinero en municipios tomando el mapa de la pobreza, y del censo poblacional. En Bolivia se vivieron avances sustanciales en la reducción de pobreza.
En Colombia hay poblaciones indígenas, afrodescendientes, en menor proporción, pero ustedes tienen más recursos a través de regalías de petróleo, de gas, coparticipación de impuestos o cooperación de organismos que fluyan progresivamente a estos lugares”.
JM: En Colombia el papel de la empresa privada está íntimamente ligado al desarrollo de las regiones. ¿Cómo cree usted que debe ser el papel del Estado frente a la formación de la empresa privada?
JQ: “Reglas claras sin favoritismos ni privilegios. Lo que valen son las reglas permanentes y no esa tendencia tan latinoamericana que hemos tenido de que hay que acercarse al gobierno de turno para conseguir favores, o para la tarifa o los aranceles selectivos y demás. Eso nos ha hecho un daño enorme. Hay tarifas de protección para ciertos sectores a costa del consumidor, que no son pocas, pero que por fortuna hemos ido dejando atrás.
A mí me preguntaron una vez: ¿quién es el personaje de esta década? Para mí es Sergio Moro, que ni siquiera es político, es un juez brasileño que usó la combinación de tres elementos: Detención preventiva, delación premiada y diseminación informativa, para que la corrupción no deje residuos, y después que el sector privado tenga las reglas claras y que quien ofrezca el mejor servicio, al mejor precio, gane, pero no porque yo fui amigo del amigo, del primo o del presidente. Eso es lo que destruye y hace que la gente rechace a gobiernos democráticos sensatos porque los ven hundidos en corrupción. Ahí viene el discurso de seudoizquierda a decir: ‘¡ah!, estos, los ricos, los empresarios y el amiguerismo’; eso es corrupción ambidiestra.
Hay una oportunidad ahora, —va a depender enormemente de Brasil, en octubre—, de hacer integración real en Sudamérica, porque lo triste de esta época de bonanza ha sido desaprovechar esta coyuntura económica tan favorable”.
JM: El narcotráfico es un tema de la región y no solo de Colombia. ¿Cómo enfrentarlo?
JQ: “Bolivia hacía la producción de pasta base, la pasaba para Colombia, aquí la refinaban y luego iba para Estados Unidos. Ahora Colombia, Perú y Bolivia tienen producción. Colombia alimenta el mercado de Norteamérica, a través de Centroamérica. En Bolivia y Perú nos ocupamos de la clase media consumidora que abastece de droga en Argentina, Brasil; y la que va hacia Europa, aunque desde Colombia también algo va. El odio visceral o la animadversión eterna que me tiene Evo Morales es que le recorté el 80 % de la producción de cocaína. El mío ha sido el único gobierno en la historia del planeta que lo ha hecho. Hicimos desarrollo alternativo con banano.
Sí, erradicábamos, pero no con químicos. Se hacía a mano, con brigadas muy grandes, y no era voluntario (...) pasamos de producir 250 toneladas a 45; y la superficie de hectáreas de coca en la zona ilegal (porque hay una legal para el mate), pasó de 35 mil hectáreas, a 2 mil.
Nunca había habido un esfuerzo como este y lo hicimos con gente competente que hacía bien eso y funcionó. Vino el efecto globo: bajó la producción en Bolivia y subió en Colombia y Perú. Ahora se necesita hacer un esfuerzo integrado porque las mafias coordinan. Los carteles mexicanos tienen gente en Guatemala, y mientras México es la puerta, Guatemala es la puerta de la puerta. De Colombia se va a Venezuela y entra a Guatemala. Si vamos a hacer esta escala declinante de erradicación de coca con fecha límite, hay que hacerla en simultánea. Hay que coordinar las acciones porque los delincuentes también lo hacen, mientras que los Estados no. No se concierta la persecución, la interdicción y se requiere hacer un esfuerzo conjunto con fortalecimiento de la policía, una suerte de ´Plan Colombia’ para todos, con fuerza pública bien preparada y formada, con tareas de interdicción en conjunto con los norteamericanos (...).
La marihuana se legalizará en muchos lugares posiblemente, mientras yo tenga vida. La cocaína, en cambio, hasta que se mueran mis hijas, no se va a hacer en ningún lugar. Ventilar esas propuestas está bien para centros de pensamiento, pero en discusiones de Estado, da un mensaje contradictorio. ¿Cómo le explico al soldado y policía que hacen la lucha contra los delincuentes que eso que están combatiendo, debería ser legal?”.
MO: ¿Qué es para usted la vida?
JQ: “Es tratar de hacer todo lo mejor que uno pueda en el campo que uno escoja y realizarse en el oficio. Si es carpintero, que sea el mejor carpintero, lo mismo para el ingeniero o abogado. Todos tenemos la obligación —si venimos de países como los nuestros— de devolver servicio público, creo en eso fervientemente. Más que en la política creo en el servicio público”.
MO: ¿Qué es para usted la muerte?
JQ:“Depende de cuando viene. Yo tenía un hermano, Mauricio, alto como la montaña, lindo como el sol, bueno como el agua; le sacó la cara a mi madre y Dios se lo llevó a él, a la esposa y a la hija mayor, a los 31 años, en un choque automovilístico. Eso te marca; ya había perdido al mejor amigo.
Estaba en la oficina, yo era vicepresidente, y me dijeron que había chocado. Me quedé obnubilado, pero tenía que volver a trabajar. Fui a terapia. La muerte viene cuando quiere pero si llega antes de tiempo uno aprende a conocer lo que debe ser el dolor más grande del mundo: Una madre que entierra al hijo, y peor, al hijo, a la esposa del hijo y a la nieta. Sobrevivió la hijita menor: ¡Dios es grande! Estaba en el asiento de atrás, se cayó, luego de una operación de 8 horas, le salvaron la vida y ahora está en la universidad, tiene 20 años. Isabella, Bella le decimos, la chiquita, y eso te ayuda a sobrevivir”.
MO: Todos tenemos derroteros, pero hay momentos de confusión, ¿cómo se centra y cómo recupera su norte?
JQ: “Trotando. Ahora lo hago más despacio. Es casi una adicción mental más que física porque uno se acostumbra y ya no respira; y con música es cuando te refrescas. Esa es la forma de tener el tiempo de poner todo en blanco, de pensar y recalibrar. Obviamente también en la montaña, pero esos ya son 4 días de estar allí todo el tiempo (...) Es bonito llegar arriba a ver el amanecer. A mi hermano le gustaba ir a Los Yungas, a 3.000 metros. Recuerdo que la primera vez que volví, después de que él murió, llevé una fotito y la enterré en la punta del Illimani, ahí está más cerca del cielo mirando lo que le gustaba”.
MO: ¿Qué es para usted el nevado Sajama?
JQ: “El Sajama es volcánico, aunque está apagado, pero para mí el Illimani, con 6.462 metros sobre el nivel del mar, es el más importante porque está al frente de donde vivimos en La Paz. He estado cuatro veces porque, lo que sucede, es que en esta ciudad estamos encuevados y nunca vemos el amanecer ni el atardecer. Cuando subo lo hago bien amarrado —soy decidido pero no loco— y voy con Bernardo Guarachi, el Nairo del alpinismo en Bolivia, que ya está mayor pero ha ido al Everest. Así que cuando subes y estás en el Nido de los Cóndores donde empieza la nieve, ves al lado opuesto el Titicaca, el Cerro Copacabana, y el amanecer y el atardecer. La buena metáfora para la vida es que el amanecer no viene, hay que ir a buscarlo; hay que ir en equipo y bien amarrado, con un buen guía, si no el amanecer no viene y el nuevo día no llega”.