Por María Paula Hernández
Millones de eventos improbables han tenido que suceder para que una persona nazca, crezca y llegue, sana y salva, a la adultez. La mayoría de ellos han ocurrido gracias a sus padres y la mejor manera de agradecer la entrega, y de sumarse a una espiral de cuidado intergeneracional imprescindible para la sociedad, es ofreciéndoles compañía de calidad cuando más lo necesitan: en la vulnerabilidad de su vejez.
Ya sea bajo el cuidado propio, o con ayuda de profesionales, existen estrategias que los hijos pueden adoptar para que la tercera edad de sus padres sea una etapa de reconciliación, aprendizaje y plenitud. ¿Pero cómo asegurarse de estar ejerciendo un cuidado efectivo que realmente impacte la calidad de vida de los mayores de la familia?
Para Beatriz Arango, médica y especialista en terapia de familia, lo primordial es reconocer las necesidades propias de esta etapa de la vida, que no suelen ser distintas a las que se manifiestan en otras etapas, pero sí se presentan en un orden de importancia diferente. Se trata de una tarea desafiante que implica escuchar atentamente, fortalecer lazos familiares, dialogar y distribuir las cargas.
Otro lenguaje del amor
Como en otros momentos de la vida, durante la vejez el cuerpo sintetiza y refleja el bienestar interior. Si bien existen condiciones individuales que hay que atender, se sabe que la tranquilidad, la esperanza y la compañía también mejoran el estado físico, tanto como el descanso, la buena alimentación y el ejercicio optimizan la salud mental. “Saberse queridos, aceptados en el grupo, no solo en la familia sino entre amigos, es fundamental. Ser valorados y reconocidos como personas que pueden aportar a la vida de los demás” es, para la especialista, uno de los principales pilares que sostienen la salud mental en esta etapa.
Aquí es clave la expresión del amor a través de la compañía, pero sobre todo de la escucha. “Poco sirve estar presentes físicamente, pero ausentes mentalmente, en un silencio sepulcral. Es fundamental escuchar, mostrar respeto, curiosidad, conversar con atención y tener paciencia para repetir algo que no se oiga o que se olvide”. Esto crea la confianza para expresar necesidades que van más allá de lo físico: rutinas como ir a misa, encontrarse con amigos, jugar, realizar pasatiempos o actividades de bienestar.
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Para Alejandra Fernández Cardona, especialista en geriatría del Hospital Alma Máter de Antioquia, la principal necesidad de las personas en la tercera edad consiste en mantener su autonomía e independencia: “Hablamos de la capacidad de cuidarnos a nosotros mismos, de poder realizar actividades básicas de la vida diaria”.
Si bien es importante ofrecer asistencia, también lo es generar las condiciones que le permitan a la persona mayor valerse por sí misma en diversos ámbitos. Adaptar el espacio a sus necesidades o enseñarle con paciencia nuevas rutinas incrementa el grado de autonomía de las personas mayores. También es clave trabajar en la alfabetización digital para que pueda gozar del uso de la tecnología con libertad.
Además, explica Fernández, es importante ofrecerles un grado estable de seguridad sobre su devenir. “¿Qué será de mí en el futuro, cuando tenga menos independencia y autonomía? En este punto entran factores como la seguridad económica y la seguridad social”, preguntas centrales de la vejez y que deben convocar a toda la familia para permitir una distribución equitativa de la responsabilidad sobre el bienestar de los padres.
Para aligerar la carga
En Colombia, la principal fuente de cuidado de las personas mayores son sus familiares, particularmente mujeres en un 85 %, según un informe de Misión Colombia Envejece, publicado en el 2023. Y aunque no suele ser una actividad remunerada, el cuidado es un trabajo exigente que requiere no sólo de capacidades físicas y emocionales, sino de conocimientos y destrezas para actividades como mover al paciente, cuidarlo durante jornadas largas o darle los medicamentos, explica Arango.
“Entonces lo primero que encontramos en este tipo de familias es el estrés familiar. El cuidado de los padres se ve atravesado por conflictos que puede vivir cualquier familia, como el distanciamiento entre padres e hijos o las rivalidades entre hermanos, acentuadas por diferencias en la disponibilidad de tiempo y recursos”.
Lejos de mejorar la calidad de vida de las personas mayores, los conflictos les generan ansiedad y deterioran su salud mental, derivando en la sensación de ser una carga o la causa de discusiones. Por esto, el diálogo es lo primero. “Es fundamental tener espacios de conversación respetuosos, frecuentes, sinceros, claros, donde todas las personas responsables del cuidado manejen la misma información y lleguen a acuerdos justos”.
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Atención a la salud del cuidador
Tan importante como la salud de los padres, es la de los hijos que se hacen cargo de ellos. Por esta razón, cuidar de su bienestar debe ser también un objetivo común de toda la familia. María Teresa Anderson, psicóloga y especialista en terapia familiar, explica la importancia de que los objetivos estén claros y la labor del cuidado esté adecuadamente repartida entre los distintos miembros de la familia. “Aquellos sobre quienes recae la mayor parte del trabajo, deben gozar de tiempos de descanso, realizar actividades que les gusten mucho, tener espacios para sí mismos y despejarse”. Además de los hábitos básicos de autocuidado, como el descanso, la alimentación y el ejercicio adecuados, también es imprescindible que los cuidadores cuenten con una red de apoyo clara para reaccionar ante distintas situaciones de emergencia, así como desahogarse, compartir su opinión o recibir compañía.