El azúcar sí tiene una verdad no tan dulce: en exceso hace daño. Un adulto saludable, por día, según la recomendación del Ministerio de Salud de Colombia, solo debe consumir, máximo, 78 gramos, y un niño, 52. Eso es tres cucharadas colmadas y dos los niños. No más. Por eso el debate de esta semana: un McFlurry de Chocorramo sobrepasa esa cantidad y además, en calorías, es lo que debería tener un almuerzo, y el dulce no lo alimenta como su cuerpo lo necesita.
Pero uno al año, dirían muchos, no hace daño, ¿no? Pues depende.
Un pequeño postre para endulzar el final del almuerzo no le hará daño a ningún adulto sano, sin enfermedades de base y con una dieta balanceada. Los seres humanos, como otros tantos animales, tienen la capacidad innata de detectar y disfrutar la dulzura, tanto que en un bebé, con pocos meses de nacido, es fácil hallar signos de satisfacción cuando se come un dulce.
Que el disfrute esté incorporado casi desde el nacimiento hace que sea difícil asociar el azúcar –el elemento dulce por excelencia– con otras sustancias que producen dependencia y son potencialmente dañinas, como el alcohol y el tabaco. Sin embargo, Ubier Gómez, docente de Farmacología y Toxicología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, explica que efectivamente se trata de una sustancia que cumple con los criterios de las drogas: puede haber deseo intenso por consumirla, experimentar placer al hacerlo, intentos fallidos por suspender su uso, síntomas de tolerancia y molestia al no tenerla disponible.
Su potencial adictivo se debe a que libera neurotransmisores cerebrales como opioides, dopamina y serotonina que producen placer y sensación de felicidad, un sentimiento que probablemente ha sentido esta semana al probar el famoso –y muy cargado de azúcares y calorías– McFlurry de Chocorramo.
¡Un momento! Es necesaria
No todo el azúcar es malo. Para comprenderlo sepa que la palabra azúcar puede entenderse de dos formas. Por un lado, desde el punto de vista nutricional: azúcar se refiere a los carbohidratos de una o dos unidades (monosacáridos o disacáridos), como la fructosa, lactosa, sacarosa y glucosa. Esta última (la glucosa), explica Nelly Castillejo Padilla, docente de Nutrición y Dietética de la Universidad CES, es la principal fuente de energía, es necesaria para mantener las funciones vitales de órganos como el corazón y el cerebro.
Por otro lado, está la azúcar entendida como complemento de mesa o cocina (blanca o morena), que suele ser añadida al tinto o, desde la fabricación, a manjares procesados como dulces, galletas, helados, jugos de cajita y gaseosas. Esta azúcar, que agrupa a los “azúcares libres”, es la que debe evitarse.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda reducir el consumo de azúcares (de todo tipo, tanto la glucosa (necesaria) como la sacarosa o azúcar de mesa (innecesaria) a un 5 % de la ingesta calórica total, lo que es equivalente a cerca de 26 gramos (aproximadamente 1 cucharada colmada) de azúcar al día para un adulto sano, sin enfermedades como diabetes, hipertensión u obesidad. Esto incluso es menos que las cifras que maneja el Ministerio de Salud. Además el 5 % (o el 10 de esta entidad) varía según la necesidad calórica de cada individuo. Es más, si tiene alguna de las patologías mencionadas la recomendación es que busque asesoría personalizada con un médico nutricionista.
Ahora bien, precisa la OMS, es importante tener presente que gran parte de los azúcares que se consumen en la actualidad están “escondidos” en alimentos procesados que ni siquiera son considerados dulces. Por ejemplo, una lata de gaseosa puede contener hasta 40 gramos de azúcar (unas 5 cucharadas) y una sola cucharada de salsa de tomate puede tener hasta 4 gramos de azúcar (aproximadamente una cucharada cafetera de azúcar).
Consecuencias del exceso
Un exceso en el consumo de azúcares, sobre todo la de mesa, significa mayor riesgo de padecer enfermedad cerebrovascular, caries dental y cáncer de colon, señala Sandra Ivonne Pérez, docente de Nutrición y Dietética de la Universidad CES. “Si el consumo es frecuente pueden aparecer patologías como la diabetes, la hipertensión e incluso trastornos mentales como la ansiedad”.
Así mismo, si el cuerpo produce más insulina para regular el exceso de azúcar, puede haber una desregulación del apetito, dificultando identificar cuándo el hambre es fisiológica o emocional (ansiosa). Todo esto puede desencadenar sobrepeso u obesidad entre niños y adultos, “además, por exceso de consumo de azúcar se producen más células para guardar grasa, células que es difícil reducirlas a lo largo de la vida”.
Nada de esto le ocurrirá inmediatamente cuando se coma, por ejemplo, un McFlurry o algún dulce similar. Son consecuencias que se presentan conforme avanza el tiempo y de acuerdo a la frecuencia. Sin embargo, a corto plazo puede identificar efectos por el exceso: podrá tener hiperactividad, falta de concentración y aumento en la sensación de sed.
¿Y las calorías?
Los alimentos que consume a diario se transforman en energía, es decir, en calorías. La cantidad que debe ingerir depende de qué tanto gasto energético tenga su cuerpo. Por eso, la cantidad de calorías que necesita una mujer embarazada no es la misma que la que necesita una joven, una de la tercera edad o una deportista. Esta última deberá consumir muchas más que las demás.
Sin embargo, para ofrecer un dato de referencia, la OMS suele hablar de máximo 2.000 calorías diarias para un adulto sano, de ahí que productos como el nuevo McFlurry preocupen tanto en cuanto a su valor nutricional. Este aporta en total 520,17 calorías, las que debe tener, más o menos, un almuerzo completo y balanceado (con carbohidratos, verduras, proteína, etc).
Su aporte energético se corresponde con lo que los expertos llaman “calorías vacías”, explica María Victoria Benjumea, PhD en Salud Pública y docente de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia. “Son alimentos que solo aportan azúcares. No brindan ni vitaminas ni minerales, que también son importantísimos para la vida”.
En caso de que aún sabiendo todo esto desee comerse un postre de esa magnitud, las expertas recomiendan, por un lado, compartirlo con toda la familia —no comérselo usted solo—, por otro, “compensar” manteniendo un estilo de vida saludable: garantizando que su dieta incluya vegetales, frutas, agua y un gasto energético a través del ejercicio (al menos 150 minutos semanales de actividad física).
El papel del Estado
El consumo excesivo de azúcares está directamente relacionado con la obesidad, una enfermedad considerada por la OMS como una epidemia mundial. En Colombia, por ejemplo, según los datos más recientes de MinSalud, el exceso de peso afecta al 56,4 % de la población.
A propósito del tema, a finales de esta semana, el Ministro de Hacienda entrante, José Antonio Ocampo, ya había expresado que probablemente incluiría en el borrador de la nueva reforma tributaria un impuesto especial para las bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados.
Desde hace años esta medida ha representado un debate en el país debido a que se enfrentan dos posiciones: aquella que la defiende en razón de la salud pública y aquella que la rechaza para proteger de tributación a los grandes empresarios. “Hacerlo es importante en un país como Colombia. Los profesionales en nutrición podemos darles mucha educación a las familias, pero si en el supermercado no encuentran información clara van a seguir comprando lo que les hace daño. Asuntos como el correcto etiquetado son fundamentales”, puntualiza Castillejo.
De acuerdo con un informe elaborado por Dejusticia, un impuesto del 24 % en este tipo de productos tendría el potencial de reducir la obesidad en los hogares de ingresos más bajos entre un 5 % y un 10 %, y en los hogares de ingresos medios entre 5 % y 8 %.
Además de la cuestión económica, añade la nutricionista-dietista Natalia Oquendo Carvallo, es necesario sensibilizar a la población. Es decir, puede que si la gaseosa vale más, las personas prefieran una fruta y un yogur, pero “el impuesto por sí solo no generará un impacto, hay que promoverlo con una adecuada educación nutricional”.
A nivel macroeconómico, este costo adicional generaría recursos fiscales que serían útiles para la financiación de servicios, bienes y políticas públicas. Según el mismo informe, una sobretasa del 20 % al consumo de bebidas azucaradas generaría al menos un billón ingresos anuales para el Estado