Existen dos tipos de personas en el mundo: a las que siempre las pican los mosquitos y a las que no. ¿Las razones? Hasta hace poco solo se tenían conjeturas, la mayoría de ellas, sin sustento científico.
Sin embargo, a inicios de este año fue publicada una investigación en el repositorio académico bioRxiv que dio nuevas pistas frente a este interrogante. Científicos estadounidenses (de la Universidad de Rockefeller) se dieron a la tarea de probar la atracción de los mosquitos según el olor de la piel de los humanos –porque sí: los mosquitos pican también a otros animales–, determinando qué características son más o menos atractivas para ellos.
Los resultados dejaron en evidencia que los mosquitos pueden “distinguir de forma confiable” a un humano de otro según sus intereses, sobre todo, teniendo en cuenta el olor que emana cada uno.
Primero, unas claridades
Antes que nada, es importante precisar que más que mosquitos, se trata de mosquitas o zancudos hembra, pues son solo las de sexo femenino las que extraen sangre de humanos y otros animales, mientras que aquellos de sexo masculino se alimentan únicamente de tejido vegetal, néctar de flores o frutas.
Las zancudas necesitan sangre de otros vertebrados para poder desarrollar sus huevos y dejar descendencia. De ella extraen hierro y proteínas para continuar con el ciclo de reproducción.
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Estos animales –aunque pequeños– son considerados por científicos y académicos como unos de los más mortales del mundo –más que los tiburones o las serpientes– pues conviven con los seres humanos y pueden transmitir distintas enfermedades que, de tornarse graves, pueden llevar a la muerte. Uno de los más invasivos, especializado en huéspedes humanos, y con base en el cual fue hecho el estudio en cuestión, es el Aedes aegyptis que porta enfermedades como fiebre amarilla, zika, chikungunya y dengue, llegando esta última a generar alertas mundiales al poner, en 2019 por ejemplo, en riesgo a la mitad de la población mundial.
Una sensibilidad particular
La investigación hecha por la Universidad de Rockefeller señala que si bien hasta la fecha se sabía que los mosquitos eran capaces de detectar el CO2 exhalado por los humanos, el calor corporal y el olor de la piel (todos estímulos genéricos que significan que un animal de sangre caliente está vivo), poco se había aclarado en torno a los “mecanismos subyacentes” en este fenómeno.
De hecho, frente a esto se llegó a pensar que el RH de la sangre (si se era O+ u O-, por ejemplo) influía en ser o no más atractivo para los mosquitos. No obstante, al llevar a cabo una serie de experimentos, los datos resultantes fueron contradictorios.
Los mosquitos tienen distintos tipos de sensores, unos de larga distancia que determinan el contorno y el color de su huésped; unos de mediana distancia que detectan los olores; y otros de corta distancia que detectan dónde está exactamente el vaso sanguíneo para picar. Así lo explica Guillermo León Rúa, docente y coordinador del Grupo de Entomología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, y añade que la capacidad de sus sensores es tal, que incluso hay algunos, como los que transmiten la malaria, que pueden detectar olores a más de 50 metros. Los Aedes aegyptis aunque tienen esa misma capacidad, abarcan menos metros porque conviven más con el hombre, es decir, no necesitan oler a muy larga distancia.
Imanes de mosquitos
Durante un poco más de tres años de estudio, los investigadores llevaron a cabo más de 2.330 pruebas de comportamiento para encontrar a aquellos individuos que eran mucho más atractivos para los mosquitos, poniéndolos a “competir” entre ellos durante meses. El olor elegido para la atracción fue el emanado desde los antebrazos humanos, el cual fue “recolectado” en mangas de nylon que sirvieron, a su vez, como trampas.
Para clasificar a los individuos, de más a menos atractivos, desarrollaron un sistema de puntuación basado en cuántos mosquitos atraía cada sujeto.
La conclusión, en definitiva, fue que aquellos humanos que atraen más a los mosquitos producen más ácidos carboxílicos. Estos ácidos, explica Antelm Pujol, médico graduado de la Universidad de Barcelona, residente en Endocrinología y Nutrición, los produce el cuerpo por sí solo y, a la vez, son obtenidos a través de la alimentación. “Estos compuestos son muy importantes porque están presentes en multitud de procesos, por ejemplo, en la producción de energía (ciclo de Krebs) y en la estructura celular”. La cantidad de ácidos carboxílicos producidos, añade, dependerá fundamentalmente de la genética.
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Ahora bien, los olores emitidos por la piel son principalmente producto de la flora protectora que incluye a bacterias, hongos y parásitos.
De acuerdo con explicaciones de Rúa, estos microorganismos ayudan a degradar algunas “escamas” contribuyendo a ser barrera física y contribuyendo al sistema inmunológico.
Hallazgos de este tipo, coinciden ambos especialistas, son fundamentales para atrapar a los mosquitos a través de trampas adecuadas con base en sus atrayentes, lo que podría contribuir (en los casos en que sea necesario) a controlar las poblaciones y las enfermedades que causan. Así mismo, puntualiza Pujol, saber que la alta producción de ácidos carboxílicos es atrayente para los mosquitos podría permitir a futuro desarrollar estrategias terapéuticas para prevenir picaduras en personas específicas.
La prevención de picaduras debe ser clave a través de las medidas tradicionales de protección recomendadas por los expertos (sobre todo si viaja a lugares selváticos), entre las que se encuentran: usar ropa larga en brazos y piernas, cubrir las zonas de estancia con mosquiteros, usar repelentes amigables con el medio ambiente y evitar dejar aguas estancadas para evitar la reproducción de estos insectos.