La publicación de Mattelsa sobre encontrarle algo positivo a todas las cosas que pasan en la vida -incluso la muerte de la mamá de cada quien- ha puesto a circular en redes sociales el término “positivismo tóxico”. Hay varias cosas a tener en cuenta sobre este asunto.
La primera es que el mensaje fue todo un éxito, al punto en que generó una discusión sobre su acierto o error. La segunda es que dicho mensaje está en la línea de una modalidad sexi del capitalismo. No en vano, al final se cita a Arthur Brooks. La tercera tiene que ver que la finalidad (el ethos) de todo está en la venta -en el consumo, dirían otros.
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¿Qué es el positivismo tóxico y por qué es problemático?
Respecto al término “positivismo tóxico” conviene decir que no se trata de un asunto nuevo. De hecho, en Cándido, Voltaire satiriza el optimismo filosófico de Gottfried Leibniz que lo llevó a decir que vivimos en el “mejor de los mundos posibles”.
¿En qué consiste el chiste de la obra de Voltaire? En algo sencillo: en demostrar el divorcio de ciertas ideas con el mundo que pretenden describir. Así, cada vez que Cándido afirma vivir en una realidad ideal una calamidad cae sobre él.
En el fondo, el optimismo filosófico y su bisnieto -el positivismo tóxico- surgen de la idea de que las cosas tienen una finalidad moral o ética. Dicho crudamente, la muerte de un ser querido pasa para que aprendamos algo de ella. ¿Es así? Tal vez no. Tal vez las cosas suceden sin una finalidad. Acaso las cosas son porque son.
Ahora, para comprobar la inscripción de la publicación a una variante cool del capitalismo basta echarle un vistazo a la hoja de vida del profesor Brooks.
Simpatizante del partido Republicano, Brooks es un estudioso de la economía: su licenciatura y su máster los cursó en este campo del saber. ¿Qué hace un economista dando consejos sobre la vida y sus aprendizajes? Por supuesto, la ética y la psicología no son terrenos exclusivos de la filosofía y de las humanidades.
Sin embargo, entender la formación de las fuentes sí deja entrever los sesgos profesionales de los autores. Cada quien cuenta la fiesta dependiendo de cómo le fue en ella. En consecuencia, un hombre de negocios enfocará la realidad desde la óptica de la rentabilidad.
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La conexión con el capitalismo emocional
Pensemos en la cita de Brooks en la publicación de Mattelsa. “Nunca, nunca, nunca desperdicies tu sufrimiento”. Las orejas del conejo se asoman en la palabra desperdiciar.
Si se piensa un segundo, se caerá en la cuenta que ese verbo tiene una fuerte asociación con la productividad. Es su contrario perfecto. Las cosas se desperdician si no son productivas. Y son productivas cuando incrementan el capital. (Lo potente del capitalismo es que ha hecho de la realidad misma una búsqueda de la productividad.
Las emociones, los sentimientos, los duelos, los amores se leen desde la óptica de qué se puede extraer de ellos). De nuevo, pensar que las cosas pasan porque sí sería “desperdiciarlas”, no meterlas en las lógicas de la producción. (Al respecto las ideas de Byung-Chul Han sobre el rendimiento -tan cercanas al taoísmo y al budismo- son pertinentes).
¿Por qué una marca de ropa se involucra en este debate?
Un punto que no se ha abordado en esta discusión tiene que ver porque una marca de ropa se mete en un tema tan espinoso. ¿Qué tienen que ver una camisa y un pantalón con estas cosas? A riesgo de sonar simplista digo: ¡todo! Las empresas ya no buscan la mera venta de objetos, sino la propagación de un estilo de vida, de una forma de encarar el mundo. El capitalismo es el mayor productor de símbolos del presente, solo equiparable con las religiones del pasado.
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