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Pintor con los pies en el Centro de Medellín

Diego es un personaje destacado del Centro de Medellín. Pintor con los pies, hace retratos en quince minutos.

  • FOTO Manuel Saldarriaga
    FOTO Manuel Saldarriaga
05 de junio de 2016
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Por John saldarriaga

A un niño, que tiene menos expresiones definidas y ninguna arruga, lo dibuja en menos de diez minutos. A un adulto, y más un mayor con arrugas profundas, en unos quince o veinte.

El retratista es Diego Armando Usma. Santandereano, antioqueño y rolo. Así se define este artista que dibuja y pinta con los pies, porque nació sin brazos, “no sé decirle por qué”.

Se establece en las tardes de jueves a sábado cerca de la entrada del Palacio de la Cultura. Sentado en una butaca y recostado en la reja que rodea el Palacio de Calibío, con los pies descalzos para tomar el lápiz entre el dedo gordo y el segundo del pie izquierdo y dibujar, por ejemplo, un caballo, mientras con el pie derecho sostiene el papel y, en determinado momento, esparce el negro del carboncillo, valiéndose de la planta, para formar sombras.

Los otros días se la pasa en el taller de su casa, en Boyacá Las Brisas, pintando y dibujando, más que todo por encargo, a personas que le dejan fotografías. Y pintando al óleo paisajes y bodegones. Y los domingos, se traslada a San Antonio de Pereira, en Rionegro, donde acuden tantos turistas que el trabajo es arduo y la plata se ve más.

Desde hace diez años se estableció en Medellín y dejó de trashumar por otros departamentos.

“Ofrezco los retratos porque es el tema más comercial de las artes plásticas. La gente lo pide con mayor frecuencia —explica—. Sin embargo, para mí, todos los temas son agradables; y las técnicas, interesantes”.

Al principio, los agentes de Espacio Público lo perseguían y lo obligaban a moverse de este sitio. Él les insistía que no lo echaran de allí, les argumentaba que no era mendigo y ni siquiera un vendedor ambulante, sino alguien dedicado a la cultura, que bien merecía estar en un lugar cultural y de arte como este. “Están las esculturas de Fernando (Botero), que es más reconocido que yo, sí, pero lo mío también es importante”. Y a fuerza de perseverancia lo dejaron quedarse. En estos diez años, uno y a veces dos dibujantes más ofrecen retratos en este lugar.

Diego Armando pinta también con la boca. La aprovecha, según cuenta, más que todo para fondear cuadros cuando pinta al óleo en su taller, pues se ha especializado más en el uso de los pies, con los que ha pintado incluso murales. Tiene uno en Bello.

Desde niño, Diego Armando se ha dedicado a la plástica. Como suele suceder con los artistas, en el colegio, los profesores debían llamarle la atención, porque prefería dibujar que atender las clases.

Ha mostrado cuadros suyos en exposiciones de Bogotá y otras ciudades y hace parte de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie.

—¿Se ha hecho algún autorretrato?

—Sí —contesta Diego Armando, acompañando este sí con una sonrisa—: he hecho como tres. Uno, cuando tenía ocho años; otro, como a los 16, y hace poco tiempo hice el tercero. Tengo 33”.

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