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Del amor incondicional al amor libre: así son las relaciones actuales

¿Cómo es el amor en estos tiempos? Una reflexión a propósito de San Valentín.

  • La clave para un amor saludable es el el amor propio, el autoconocimiento y la empatía por el otro. FOTO: SSTOCK
    La clave para un amor saludable es el el amor propio, el autoconocimiento y la empatía por el otro. FOTO: SSTOCK
13 de febrero de 2023
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El amor se puede escribir, cantar, profesar y para cada persona es una experiencia diferente. Se siente y se experimenta de acuerdo a la época en la que se sitúan las personas. En la actualidad, por ejemplo, no predomina el ideal de un amor incondicional como el que se vivía hace décadas atrás, sino que puede pasar que se da un amor guiado por el capitalismo y los afanes de la productividad, explican los expertos, que busca vínculos basados en la premisa de que se puede obtener lo que se quiere y solo se busca una pareja para el goce, el disfrute y la pasión. O por el contrario, puede haber una presión de encontrar la media naranja apresuradamente porque sino “lo cogió la tarde”.

Hace dos décadas, la entrega y el compromiso incondicional eran esenciales en las relaciones, a pesar de que los deseos de ambos no encajaran en el mismo camino. Por eso algunas personas no pensaban en sí mismas para que funcionara su relación y renunciaron a sus sueños para vivir la vida en pareja.

En el siglo XXI se ha modificado este ideal de un amor eterno e incondicional y ha estado orientado a otras perspectivas.

La psicóloga Lina Alzate dice que las relaciones románticas actuales son más efímeras y poco entregadas que las de antes por una preferencia por lo individual y de perseguir los propios sueños.

“Ahora los individuos, hombres y mujeres, son más conscientes desde jóvenes de sus sueños y proyectos personales y a veces una relación de pareja no se sincroniza con estos anhelos. Las nuevas generaciones crecen dentro del inmediatismo y la velocidad en la que se mueve el mundo y esto hace que haya cambios rápidamente, no solo en las relaciones afectivas sino también en los trabajos y otros entornos en los que hay una alta demanda de compromiso, persistencia y respeto de tiempos de adaptación que hacen que las personas abandonen y se muden incluso tantas veces de barrio, ciudad y hasta país”.

En la contemporaneidad todo apunta hacia el individuo y a su satisfacción personal y algunos autores, dice Juan David López, psicoanalista y docente del curso Paradojas del Amor en el Siglo XXI en la UPB, han denominado esta época “narcisista” porque cada quien vela por sus propios intereses y si la otra persona no se acopla a eso será descartado.

Además, las expectativas están más enfocadas en la intensidad de la interacción que la duración del vínculo.

“Ya no hay promesas de amor eterno, sino que se da una forma de entrega intensa, con la idea de que valga la pena lo compartido, así no dure mucho tiempo. Es la inmediatez del mundo actual que se refleja también en las relaciones de pareja”, cuenta Rodrigo Mazo, director de la Facultad de Psicología de la UPB.

Derribar los ideales

En el imperio romano, cuenta Juan David López, el amor y la familia se concebían solo a partir de la monogamia heteronormativa (hombre y mujer que estaban juntos para siempre) que existía para que las personas se arraigaran a un territorio, consolidaran un núcleo que promoviera la productividad del imperio y poco a poco se le añadían asuntos más morales con la llegada del cristianismo.

La psicóloga Juliana Santamaria Sáenz dice que la exclusividad y la monogamia se relacionan con el catolicismo y por eso predominó tanto tiempo. Ahora, hay otros tipos de manifestaciones de amor como la poligamia y las relaciones abiertas que se modifican por corrientes como el feminismo y se da una reivindicación del amor.

Estos fenómenos sociales son la causa de que surjan modificaciones importantes como la transformación del rol de la mujer y del hombre en la sociedad, incluso en las relaciones amorosas en las que cambian las expectativas.

Por ejemplo, ya la mujer no es la que se debe quedar en la casa cuidando a los hijos y el hombre no es el único encargado de llevar el sustento económico. “Ahora la mujer se ha permitido soñar y sentir el amor distinto, se ha transformado ese amor romántico y cada pareja genera sus propias expectativas y reglas dentro de la relación”.

En otras sociedades como la griega el amor se concebía como un complemento para suplir lo que le hacía falta a la otra persona, explica Carlos Antonio Garzón Betancourt, psicólogo del Hospital Digital de la Facultad de Medicina de la U de A, y se estaba en la búsqueda de la media naranja que significaba un amor idealizado muy apartado de lo real, sujeto a las expectativas que tenía cada persona.

Dice el psicólogo Garzón Betancourt que para tener un amor libre hay que derribar los ideales del amor eterno y la incondicionalidad, además de trabajarle al amor propio y a una construcción conjunta de la relación y de lo que se quiere conseguir juntos.

“Lo que ahora se promulga es un amor en el que cada quien pueda ser libre sin condicionarse rotundamente al otro y eso implica reconocer a la pareja como un ser humano; alguien que tiene deseos, fantasías e incluso reconocer que no se es todo para esa persona”, agrega el psicólogo Carlos Antonio.

Continúa diciendo que es una posición “más humilde”, esa de reconocer que no se es todo para la pareja y es difícil renunciar al ego.

Una relación contemporánea puede ser más efímera. La explicación está en las etapas de una relación. Por ejemplo, la primera que es la del enamoramiento —donde hay atracción sexual, altas expectativas y el compromiso es bajo— suele ser la mejor para la mayoría de personas, mientras que en la segunda que es la del “ajuste”, donde se regula la vida sexual, aumenta el compromiso (la fidelidad) y se conocen los defectos de la otra persona, es donde las personas tienden a abandonar al otro.

“Estamos pobres de comunicación asertiva en la actualidad. Si una persona encuentra algo que no le gusta de su pareja se puede ir. Hay baja tolerancia a la frustración. Además, hay cierta adicción y tendencia a la búsqueda de la sensación del enamoramiento. Entonces por eso las relaciones ya no son tan duraderas”, cuenta la psicóloga Santamaría Sáenz.

Otro factor importante es el deseo, que es el que mueve a las personas a buscar lo que quiere en un amor romántico y para cada uno puede ser distinto: un compromiso serio para durar varios años, una compañía casual con encuentros sexuales nada más, compartir su amor con varias personas a la vez, dejar que su pareja explore con otras personas y otras más.

De esos deseos surgen los diferentes tipos de amor en la actualidad y es en ese momento en el que, dicen los especialistas, el gran ideal se acaba porque ya son tantos ideales que es imposible concebir uno solo.

Incluso, el deseo puede variar en cada persona y desear en un tiempo un tipo de amor y en otro momento querer algo diferente.

Tipos de amor

En esa búsqueda del deseo propio puede haber personas que no se identifiquen con la monogamia, que es la más común en la cultura occidental y consiste en construir un vínculo duradero con una sola persona y hay exclusividad sexual y afectiva. Para algunos esto no funciona porque no comparten pensamientos en áreas como la fidelidad y allí es donde se puede ahondar en las otras formas de amar.

Santamaría dice que en las relaciones abiertas hay más flexibilidad porque no hay un vínculo sexual o afectivo exclusivo y hay una reflexión en la que se está dispuesto a ceder para que funcione de acuerdo a lo que se busca. Debe haber acuerdos porque es claro que se pueden sentir celos, pero la conversación es clave.

De relaciones abiertas se conocen las relaciones swinger que son las que permiten estar sexualmente con otra pareja. Es un vínculo exclusivamente sexual y debe ser un intercambio de parejas. También una de las personas puede preferir ver, pero todo se debe dar en un mismo lugar.

Están las relaciones poliamorosas que son en las que se mantiene una relación amorosa no monógama de manera simultánea, es decir, de tres o más personas con consentimiento en una misma relación.

También están las relaciones híbridas, que son en las que una de las dos tienen el derecho de tener relaciones sexuales con otras personas mientras que la otra sí tiene exclusividad.

Y hay más variaciones, pues se pueden definir las personas con las que sí pueden estar y con las que no, e infinitos acuerdos que van definiendo los deseos según cada persona.

Comuníquese asertivamente

La responsabilidad afectiva es un discurso contemporáneo que, según cuenta el docente Juan David, se pregunta por el efecto de la manera en la que se relaciona con la pareja y cómo puede influir este comportamiento en la persona y viceversa.

Para la psicóloga Juliana es la capacidad que se tiene de identificar cómo las emociones, acciones, palabras y hasta los gestos influyen en la otra persona y cómo se hace cargo de eso.

“Para tener una buena responsabilidad afectiva la clave es el autoconocimiento. Si yo me conozco y sé que puedo ser hiriente cuando veo que no me gusta algo de la otra persona y se tienen conductas pasivo-agresivas como comentarios con tintes sarcásticos, indirectas, chistes, es importante mejorar esa conducta. Hay que reconocer nuestras emociones, tener una comunicación asertiva, es decir, no comunicar con la intención de destruir al otro”.

Esta responsabilidad es importante en cualquier tipo de amor porque es a partir de la conversación y la comunicación asertiva que se establecen los límites y los acuerdos.

Incluso, Rodrigo Mazo Zea explica que la romantización del amor hace que todo gire en torno a la otra persona y no debe ser así. Lo que ocurre es que se presenta una dependencia afectiva y una especie de irresponsabilidad emocional, en la que el estado de ánimo depende de las condiciones de la relación.

“Si se pasa por un buen momento afectivo, se tiene una sensación de felicidad, si no, todo es una desgracia”, cuenta.

Por eso, pregúntese qué tipo de relación quiere vivir y aprenda a ser asertivo con su pareja o parejas. Depende de su deseo individual.

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