El orden del universo no suele admitir cambios rápidos. El pasado sábado 2 de enero algunos medios de comunicación reportaron la primera noticia astronómica del año: la Tierra estaba a “tan solo” 147.093.051 kilómetros de distancia del Sol, el punto más cercano al que va estar a su estrella en 2021.
Así lo confirmaron observatorios como el de España o Quito. El fenómeno se repite año tras año y tiene consecuencias. Una de ellas, por ejemplo, es que mientras la Tierra estuvo más cerca del Sol aumentó su velocidad de traslación alrededor de él. Aunque usted no lo notó, ese sábado la Tierra se movió en el espacio a una velocidad de 110.700 kilómetros por hora (o, lo que es lo mismo, 30,75 kilómetros por segundo).
¿Tiene este comportamiento consecuencias perceptibles para la vida humana?
Ocurre porque...
Lo primero que hay que tener claro es que la Tierra es un cuerpo que se mueve en el espacio de diferentes formas. Además de girar sobre su propio eje en el sentido oeste-este, lo que causa la sucesión del día y la noche, la Tierra hace una traslación alrededor del Sol que le demora, para dar una vuelta, 365 días, 5 horas, 46 minutos y 46 segundos.
“Las órbitas alrededor del Sol no son un circulo perfecto. Son un movimiento deforme que produce una elipse. Como es así, hay una época del año en que la Tierra está más cerca del Sol y una en la que está más lejos de él”, explica Pablo Cuartas, profesor de astronomía de la Universidad de Antioquia. La primera se produce en los primeros días del año, tal cual pasó el 2 de enero, y se llama perihelio; la segunda ocurre en los primeros días de julio y se nombra afelio. En esta última la Tierra estará a poco más de 152 millones de kilómetros de distancia del Sol, su punto más lejano.
“Cuando la Tierra está en su perihelio se mueve más rápido, porque hay una fuerza de gravedad mayor: estamos mas cerca del Sol y él nos hala un poco más y eso produce que nuestro planeta aumente la velocidad en su traslación alrededor de la estrella”, señala Cuartas. Este cambio, cifrado en millones de kilómetros, es una modificación minúscula en la vastedad del universo e imperceptible para la vida humana.
Mientras la Tierra orbitaba en su punto más cercano alrededor del Sol, ya era invierno en el hemisferio norte del planeta. De hecho, este sábado 9 de enero ciudades como Madrid afrontaron emergencias por las fuertes nevadas que cubrieron sus calles con un manto blanco de más de medio metro de espesor. Según informaron a Efe fuentes de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), sobre Madrid cayó la mayor nevada desde 1971.
Esto ocurre porque el clima de la Tierra, explica el profesor Cuartas, no está definido completamente por el Sol.
“A pesar de que estamos más cerca, la diferencia en la cantidad de energía que nos llega del Sol en el perihelio es muy pequeña. Y además, la Tierra regula su propia temperatura a través de su atmósfera. Ella rechaza casi toda la radiación, excepto la luz visible y algo de ondas de radio. Es como una conchita. Efectivamente, sí hay un poco más de radiación, pero no para causar un cambio climático”.
La Tierra tiene modificaciones en su órbita porque interactúa con otros cuerpos, pero estos no son mayores. “Lo que sí se ha ido reduciendo es la velocidad de la rotación. El día en la Tierra es cada vez más largo”, señala Cuartas. Esta pequeña reducción se ha presentado desde que la Tierra se formó. Y sí podría tener consecuencias en un futuro muy lejano.
Cambios en el mañana
De nuevo, en un guiño a la perfección de la imperfección, la Tierra tampoco rota sobre su propio eje de forma recta.
“Está inclinada en un ángulo de 23° 27’. Este hecho causa las estaciones. A veces, por ejemplo, el hemisferio norte está medio apuntando hacia el Sol, y es cuando allí viven el verano y en el Sur el invierno. Nosotros no sentimos tanto esto porque estamos muy cerca de La línea del Ecuador, donde nos pega el Sol de forma muy continua”, señala Miguel Vásquez, astrónomo del Planetario de Medellín.
Este movimiento, como ya se ha dicho, dura alrededor de 24 horas. “Pero ese tiempo si se ve afectado por muchas cosas”, apunta Vásquez. Una de ellas, la marea generada por la Luna en lo que se ha llamado efectos de la marea gravitacional. “Así como la Tierra tiene momentos más cerca y más lejos del Sol, la Luna también tiene etapas en las que está más cerca y más lejos de nosotros. Sin embargo, sabemos que la Luna se está alejando de la Tierra en promedio unos tres centímetros por año. Eso es prácticamente nada, pero genera un efecto en las mareas”, apunta el astrónomo del Planetario. Esa consecuencia sobre la marea reduce el tiempo que demora el planeta en dar una vuelta sobre su propio eje, es decir, la duración del día y la noche.
La ciencia humana puede determinar esto con tanta exactitud gracias a las misiones Apolo de la NASA que tuvieron lugar entre 1969 y 1972. En ellas los astronautas instalaron en la Luna unidades de pequeños espejos. Desde aquellos años los astrónomos han lanzado rayos hacia ellas y esperado su rebote para determinar la distancia.
Si bien esto está ocurriendo, sus impactos en la vida humana a corto y mediano plazo no tienen mayor espacio de análisis. La duración del día ha aumentado a un ritmo de dos mili segundos cada cien años, determinaron en 2016 investigadores de la Universidad de Durham junto a expertos de la Oficina de Almanaque Náutico del Reino Unido. Es decir, habría que esperar dos millones de siglos para que el día en la Tierra durara 25 horas.
El alejamiento de la Luna promete un cambio en el ciclo lunar que afectaría la presencia de vida en la Tierra, en la que incluso tal vez los humanos ya no estén. Los tiempos del universo superan con infinidad el delicado espacio en el que el ser humano existe. Un tiempo que le ha bastado a esta civilización para ser consciente de su propia finitud, lo que es, también, comprender el “milagro” de estar aquí.