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Fuera de tono. “The greatest hits”, de Ned Benson

15 de abril de 2024
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Samuel Castro

Miembro de la Online Film Critics Society

Twitter: @samuelescritor

Hay películas que comienzas a ver con todas las ganas de que te gusten. Por múltiples razones: un elenco talentoso, un director que respetas, que ocurra en una época en la que hubieras querido vivir. La premisa de The greatest hits, que estrenaron esta semana en Starplus era una de esas ideas que bastan para entusiasmarte: la protagonista puede viajar en el tiempo a distintos momentos de su vida con sólo escuchar la canción que sonaba entonces.

Por supuesto que es una idea maravillosa. Todos somos testigos del poder que tiene una canción para transportarte a un lugar y a un instante específicos. A esa noche de baile en que no te atreviste a dar un beso o a esa tarde lluviosa en que creías que no podrías aguantar tanto dolor. Le pasa lo mismo a Harriet, que intenta desesperadamente hallar la canción que le permita evitar el accidente en el que murió su pareja, mientras lidia con las presiones del mundo como muchos de nosotros: poniéndose unos audífonos que le permitan aislarse.

Aunque tiene otras fallas prominentes, como la escasa química entre sus protagonistas (desengáñense de la publicidad y las etiquetas de la plataforma, “The greatest hits no es una comedia romántica ni por equivocación) o que nunca nos presenta una escena que explique por qué Harriet se enamora de David o de Max (no parece ésta la película para animarnos con David Corenswet como el próximo Superman), el error más grosero de The greatest hits es que Ned Benson, el director y guionista, no consigue jamás que la historia vuele más allá de su idea, ni logra decidir qué tipo de película pretende hacer.

Se escabulle de la historia de viajes en el tiempo que pudo haber sido divertida o terrible, y aquí es apenas tonta, con una displicencia que hace inexplicable su afán por meterle a la imagen de Harriet esa especie de disonancia visual cada vez que viaja, como si además no confiara en que los espectadores podamos distinguir si es pasado o presente. Para intentar que la película sea un drama amable y polifónico, mete temas a empujones, como la malograda carrera como productora musical de Harriet (la escena en que vemos sus habilidades trabajando con Nelly Furtado es francamente patética) o la preocupación de David por la tienda de sus padres, como quien intenta arreglar una mala canción agregando instrumentos. Y fracasa en todos los aspectos de un drama romántico, haciendo que sintamos —error imperdonable— que los personajes se besan y tienen sexo sin un motivo lógico. Para terminar, además, en una moraleja centennial (si no puedes lograr que tu pareja cambie algo que te molesta de ella, a lo mejor quien tiene que cambiar eres tú) sin clímax ni emoción, que sólo agrega insatisfacción a una película que tenía mucho potencial y que se desinfla como esas canciones que comienzan con un riff poderoso y acaban en un estribillo deshilachado.

Ned Benson termina ofreciéndonos una canción sin personalidad ni melodía, parecida a muchas, pero obvia y olvidable. Casi como si sintonizáramos una emisora de reguetón.

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