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Anecdotario

Con mi diploma de grado, tres raspao en literatura, deserté de la Universidad de Antioquia. De la mano del nonagenario maestro Antonio Pardo García hice las prácticas en Todelar-Bogotá. Pardo regalaba el pescado y enseñaba a pescar.

06 de febrero de 2025
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  • Anecdotario

Por Óscar Domínguez Giraldo - oscardominguezg@outlook.com

Envejecer no solo es ennietecer, cambiar de médicos, coleccionar arrugas, tener al día la póliza exequial, bajar y subir escaleras agarrado del pasamanos, usar bastón, olvidar dónde dejaste las llaves o las gafas.

Envejecer también es dar consejos que jamás habrías seguido de joven, y contar anécdotas. Como estamos ad portas del 9 de febrero, Día del Periodista, retomaré algunas:

Cualquier día recibí una llamada de la oficina de José Fernández Gómez, director de la revista VEA, importada de Chile por Jenaro Medina. El español de bigotico libidinoso quería ficharme para el semanario.

Le pregunté cuando me dio tiro: Como me ha invitado a trabajar en una revista especializada en crónica roja, ¿puedo pensar que le va a bajar a la cuota de sangre?

Su respuesta fue fulminante: “Aquí el que piensa soy yo. Yo quiero sangre con arte”. Y me mostró una lámina de la Gioconda que tenía colgada en la pared con los muñones de los que manaba sangre. “Quiero sangre con arte”, me explicó. Me pidió que me inventara algunas crónicas de prueba.

Me inventé dos muerticos y le encimé un atraco medio rocambolesco que había padecido. Jamás volví a saber del famoso hombre de televisión.

Años atrás, yo había trabajado en Vea. Don Jenaro, el director, veía el gusano donde los demás mortales no veíamos la res de la crónica, el fuerte de la publicación. Nos decía a los reporteros que nos iniciábamos (bueno, en el destino periodístico siempre seremos aprendices): Un buen periodista no puede tener mala suerte, ni carecer de fuentes.

El novelista y periodista argentino Tomás Eloy Martínez anduvo por estos pagos dando talleres de periodismo. De pronto soltaba perlas como esta: el periodismo es un oficio para vivir y para la vida. O sea, nos permite crecer intelectualmente y ganarnos los garbanzos, como decía su paisano, un tal Cortázar.

En una feria del libro bogotana le montamos la perseguidora al gran reportero polaco Ryszard Kapuściński a ver si se nos pegaba algo de su destreza para escribir. Nos dejó esta convicción suya: “Una mala persona nunca puede ser buen periodista”.

Con mi diploma de grado, tres raspao en literatura, deserté de la Universidad de Antioquia. De la mano del nonagenario maestro Antonio Pardo García hice las prácticas en Todelar-Bogotá. Pardo regalaba el pescado y enseñaba a pescar.

En 1989, la directora de El Colombiano, Ana Mercedes Gómez Martínez, me reclutó para las páginas editoriales. Su consejo a los periodistas era: “Un reportaje sin humanidad y respeto, no es buen periodismo”.

El maestro Alberto Acosta, de Itagüí, fundador de periódicos y noticieros de radio y televisión, me contó por qué jamás sacaba vacaciones: No me crea tan pendejo: ¿pa-pa-pa que se den cuenta de que no hago falta?

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