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Romantizar lo que está mal

hace 4 horas
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  • Romantizar lo que está mal

Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com

Hace unos días le decía a un amigo que, de una u otra manera, como ciudadano, debo darme a la tarea de prestar atención a las cosas que dice Gustavo Petro.

La verdad es que, en parte, lo hago porque me causa profunda perplejidad la forma como el presidente, con su retórica exacerbada, tiende a romantizar las cosas para justificar sus sesgos ideológicos.

¿Qué significa eso de romantizar las cosas? Por definición, no es más que acomodarlas para que se vean mejor, ocultando, minimizando o negando el verdadero fondo que hay en ellas.

Démosle el beneficio de la duda. Romantizar puede tener un lado positivo, puede ser bonito para unos o cursi y empalagoso, para otros, como aquella vez, septiembre de 2022, cuando el presidente Petro dijo en la Asamblea General de las Naciones Unidas que debíamos “esparcir el virus del amor por la vía láctea”.

Vaya y venga si a algunos les gusta ese tono romántico, al final, no hacen daño.

Pero todo cambia cuando esos matices poéticos tocan realidades que no soportan ninguna revisión por la objetividad de los hechos.

En Soledad, Atlántico, durante una larga y tediosa intervención, Petro demostró ese estilo recurrente. Una vez más, el M-19 fue objeto de romanticismo. La situación puntual fue la toma del Palacio de Justicia. Según Petro los guerrilleros –incluyéndose- se tomaron el palacio para pedir “Paz”.

“No señores, fuimos al Palacio, no yo personalmente –porque estaba preso– a pedir paz (sic)”, dijo.

Umm... preocupante, porque, a la larga, lo que hay es una intención de cambiar realidades que no soportan objeciones. La toma del Palacio de Justicia tuvo como propósito hacerle un juicio político al presidente de la época, Belisario Betancur, al que acusaban de traicionar la voluntad nacional de buscar la paz mediante el diálogo y la participación ciudadana. El M-19 consideraba que Betancur había traicionado la confianza de la nación al no cumplir su promesa de encontrar una solución pacífica al conflicto armado, y la toma violenta de este recinto era la forma de protestar y, por ahí derecho, destruir algunos expedientes judiciales.

Lo cierto es que fue un acto terrorista, donde murieron más de 100 personas, incluyendo magistrados, empleados y visitantes. Eso no tiene discusión y mucho menos justificación. La toma del Palacio fue un símbolo de la violencia y no de la búsqueda de la Paz. Un hecho doloroso que no aguanta ningún tono romántico.

La lista de ejemplos romantizados, si podemos llamarlo así, es amplia. Que los jóvenes de la primera línea son “héroes juveniles de la resistencia”, ignorando los actos violentos que cometieron. Que los miembros del Tren de Aragua son personas carentes de amor. Que la presencia de grupos armados en las regiones es “una manifestación de poder popular mal orientado”, que “no hay enemigos, hay hermanos que deben ser escuchados”, al hablar sobre el Eln... en fin.

En el contexto del país, romantizar las cosas le sirve a Petro para cargar con más ideología el ambiente en función de anular a los otros. Bien lo dijo el analista Hernando Gómez Buendía, hablando del gusto que el presidente tiene por el extremismo de las cosas: “En política, el problema es lo que uno le mete al país”.

Este romanticismo nunca será un relato épico ni poético y nunca consolidará un comportamiento intelectual por el que valga la pena creer. Lo cierto es que es de cuidado porque fácilmente se convierte en canto de sirenas.

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