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La evidencia es clara: una buena salud mental en edades tempranas sienta bases sólidas para generaciones más productivas y menos violentas.
Por Isabel Gutiérrez R. - JuntasSomosMasMed@gmail.com
La Terapia Cognitivo Conductual (TCC) aparece como uno de los hallazgos más relevantes de la psicología moderna. Se trata de una intervención respaldada por evidencia científica robusta, cuyo enfoque práctico y sistemático brinda herramientas concretas para abordar trastornos tan diversos como la ansiedad, la depresión y los comportamientos agresivos.
En un país como Colombia, donde la pobreza, la violencia y la incertidumbre económica afectan el desarrollo infantil y adolescente, la TCC representa una alternativa viable para promover la resiliencia y mejorar la salud mental a gran escala. Estudios recientes demuestran mejoras significativas en indicadores de bienestar psicológico cuando la TCC se aplica de manera temprana, reduciendo la probabilidad de que los jóvenes desarrollen patrones disfuncionales que comprometan su desempeño académico, su interacción social y su capacidad de insertarse productivamente en la sociedad.
La principal fortaleza de la TCC radica en su enfoque de resolución de problemas: ayuda a detectar y reconfigurar pensamientos distorsionados, mientras fomenta la autorregulación emocional y el establecimiento de conductas más saludables. Es un enfoque que se adapta con facilidad a diferentes contextos y que, a diferencia de otras terapias, enfatiza la adquisición de habilidades prácticas con efectos a largo plazo.
Invertir en TCC no es un lujo, sino una necesidad. Colombia afronta desafíos históricos en materia de violencia y desigualdad, y la falta de atención a la salud mental de los jóvenes perpetúa este ciclo. Una política pública que incorpore la TCC en colegios, centros comunitarios y programas de prevención podría reducir la deserción escolar, la violencia intrafamiliar, la participación en actividades criminales y la perpetuación de patrones que afectan comportamientos colectivos.
La evidencia es clara: una buena salud mental en edades tempranas sienta bases sólidas para generaciones más productivas y menos violentas. Ignorar esta realidad implica resignarse a una sociedad con altos niveles de conflicto y bajos índices de bienestar. Por el contrario, apostar por la TCC es reconocer la importancia de intervenciones sostenibles que incidan directamente en la capacidad de los jóvenes para enfrentar adversidades.
El gran dilema de los funcionarios públicos está en como invertir los recursos escasos en programas que entregan mayores beneficios y mejores resultados. La TCC aparece como una alternativa de política pública que ya ha sido probada en distintos contextos. Ofrecer TCC a temprana edad no solo salva vidas y reduce el sufrimiento individual, sino que también promueve la estabilidad y el bienestar colectivo.
Hoy en EAFIT estamos acompañando distintas iniciativas de trabajo con jóvenes y niños en TCC. En nuestra colaboración con la Alcaldía de Medellín para la estrategia Parceros, por ejemplo, hemos observado mejoras significativas en los síntomas de depresión y ansiedad, así como en la disposición a estudiar de jóvenes participantes. Cada peso invertido en este programa ha tenido unos retornos sociales enormes, que se materializan en un mayor bienestar para los participantes, sus comunidades, y la ciudad en general. La TCC puede marcar un antes y un después para niños y jóvenes, y, en consecuencia, para el futuro del país.