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Colombia está sumida en el desgobierno, pero no desde hoy, sino desde el verano de 2022. Sin embargo, la última crisis del Gabinete es de unas dimensiones desconocidas hasta el momento. Por renunciar, hasta Iván Velásquez se ha largado. El último miembro del Gobierno original de Petro que quedaba en el cargo, ya que las otras dos ministras con esa condición, las de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, y de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, dimitieron el pasado domingo, deja el cargo en MinDefensa en un momento más que delicado para la seguridad del país. No lo digo yo, lo dicen las oleadas de ataques de las narcoguerrillas aún activas y a las que Petro ha dado munición.
Por mucho que la gestión de Velásquez haya sido un desastre, la falta de rumbo de Petro es aún peor. Su renuncia se produce, además, un día después de que lo hiciera el director de la Policía, el general William René Salamanca, cuyos motivos para dejar el Gobierno no están del todo claros. Quizá tenga que ver con el recrudecimiento de los ataques del ELN y las FARC en Arauca, Catatumbo, el Chocó y en el sur de Bolívar y la falta de una respuesta acorde. Y es que las disidencias han incrementado sus acciones, también en el Cauca, con ataques al Ejército y la Policía de por medio.
Lo cierto es que a un año de las presidenciales el programa de Petro no se concreta en nada pese al medio centenar de nombramientos de altos cargos realizados desde que tomó Nariño.
Ante esa situación, ha decidido recurrir a su antiguo jefe de campaña, el siempre polémico y lenguaraz Armando Benedetti, alfil de Uribe y Santos. El explosivo Benedetti ha sobrevivido a sí mismo y a un sinfín de escándalos, entre ellos los comprometedores audios sobre la presunta financiación irregular de la campaña de Petro y la denuncia de violencia doméstica presentada en España por su mujer, la arquitecta Adelina Guerrero Covo, que hoy niega haber sido maltratada ni amenazada por su esposo pese a que la noticia fue recogida por medios a uno y otro lado del Atlántico.
Esta maniobra ha causado malestar entre los congresistas de izquierda que consideran a Petro rehén de Benedetti, aunque quizás el movimiento tenga más que ver con la necesidad de mostrar algo de contundencia al electorado, más aún con Trump apretando de lo lindo. Esa bien podría ser la baza ante la demostrada inoperancia de un Gobierno que no ha hecho ninguna reforma de calado de las comprometidas. El acercamiento a las corrientes “santistas” tampoco es descartable, aunque esa jugada tiene tantas aristas que podría volvérsele en contra a la primera.
Dicho lo cual, nunca se ha visto semejante descontrol. Creo que ni siquiera en la Venezuela chavista ha habido tanto trasiego de carteras ministeriales, lo que me lleva al convencimiento de que el que sobra es Petro. A ver si se da por aludido.
