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Lo bueno, eso espero, es que más personas, seguramente, buscarán el libro, que es un buen pretexto para reflexionar sobre la compasión, sobre qué es vivir y morir libremente.
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
Apenas supe que se estrenaría la película, “Del otro lado del jardín”, basada en el libro homónimo de Carlos Framb conté las horas para verla, la lectura de ese libro, que llegó a mis manos husmeando en librerías de segunda, me marcó de una manera tan categórica hace unos 10 años que, desde entonces, tengo muy claro lo que es vivir y, por ende, lo que podría ser decidir morir, o acompañar a morir, sin misterio, sin dramatismos, sin cargo de consciencia.
Es clarísimo que Julián Román y Vicky Hernández son grandísimos actores, y ambos representan bien a Carlos Framb y a Luzmila, protagonistas de esta historia de sufrimiento y amor. La madre había perdido casi por completo la visión, a causa de la degeneración de la retina, de glaucoma y de cataratas; padecía osteoporosis y, como consecuencia de ella, una fractura de fémur la torturaba y la obligaba a caminar asistida por un bastón. Además, sufría dolores intensos y continuos producidos por la artrosis, un insomnio pertinaz, cefalalgia y una depresión que se manifestaba en llanto diario; por algo, ella había manifestado de manera expresa y recurrente el deseo de dejar de vivir y el hijo, Carlos Framb, emprendió la tarea de hacer consciente a su madre el derecho a poner fin a su vida de sufrimientos.
“Teníamos que salvar el hiato que mediaba entre sus creencias religiosas y mi postura escéptica, entre su concepción del suicidio como un pecado y la mía que lo entiende como un ejercicio de dignidad, libertad y honor. El nudo por desatar era Dios”, dice Framb en el libro, que es, además, un homenaje a su gran amigo y mentor, Ebel Botero, muy bien representado por Christian Tappan, y a quien le dedica sus reflexiones históricas y filosóficas sobre la muerte voluntaria.
Ahora, a la película le sobran varios artilugios, tal vez así hubiera logrado profundizar y construir personajes más íntimos en relación con la muerte asistida o voluntaria que, sin duda, aún es un debate abierto que no deberíamos dejar a un lado en nuestra sociedad, pero básicamente cojea el papel de la fiscal que acusa de homicidio agravado a Carlos Framb. Además de la pobre actuación de Juana Acosta, los guionistas le sumaron un drama innecesario, desde mi punto de vista, supongo que para enfatizar en ‘quien esté libre de pecado que lance la primera piedra’, la doble moral, pero el tema del aborto era sencillamente innecesario, ni qué decir que todo esto se vuelve el gran juicio del momento porque está en juego el ascenso de la fiscal. ¡Un novelón!
Lo bueno, eso espero, es que más personas, seguramente, buscarán el libro, que es un buen pretexto para reflexionar sobre la compasión, sobre qué es vivir y morir libremente. Como dice Norman Cousins: “la muerte no es la pérdida más grande de la vida; la pérdida más grande es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos; la verdadera tragedia consiste en vivir sin dignidad o sensibilidad”.