Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Es hora de avanzar hacia una economía que dependa menos de los combustibles fósiles y más de energías renovables, respetando los derechos de las comunidades afectadas por la transición.
Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev
Los recientes eventos climáticos extremos confirman que la crisis ambiental no es una amenaza lejana, sino una realidad que ya golpea con fuerza. El Amazonas, el río más caudaloso del mundo y uno de los mayores reguladores del clima global, está atravesando una sequía devastadora que pone en riesgo su capacidad de absorber carbono y preservar la biodiversidad. Al mismo tiempo, en el Sahara, lluvias torrenciales han generado unas inundaciones sin precedentes recientes registradas, evidenciando patrones climáticos cada vez más erráticos. Estos fenómenos muestran cómo los ecosistemas del planeta están llegando a su límite, mientras la comunidad internacional sigue sin actuar con la urgencia que la situación demanda y quedándose en discursos que poco cambian la realidad.
En este contexto, Colombia tiene en sus manos una oportunidad histórica de poner el debate sobre la mesa. En los próximos días, Cali será sede de la COP de biodiversidad, un espacio crucial para avanzar en acuerdos que pongan freno al deterioro ambiental. Este evento debe convertirse en algo más que una vitrina diplomática: es una oportunidad para exigir compromisos reales que no solo se queden en el papel. Los tomadores de decisiones que se reúnan allí no pueden permitirse más postergaciones. El tiempo se agota, y la oportunidad de preservar los ecosistemas del planeta, como el Amazonas, depende de decisiones valientes e inmediatas.
La transición energética es parte fundamental de esta transformación. Sin embargo, para que sea efectiva, debe ser justa. Los países que más emiten gases de efecto invernadero –las grandes potencias económicas– deben asumir su responsabilidad histórica y liderar con acciones concretas. No se puede permitir que las naciones en desarrollo, con menos recursos, carguen solas con el peso de la transición. La cooperación internacional debe garantizar financiamiento, tecnología y apoyo para que la transición hacia energías limpias no agrave las desigualdades, sino que abra oportunidades para todos.
Hasta ahora, los compromisos de las grandes potencias han sido insuficientes. Las promesas de alcanzar “cero emisiones para 2050” parecen haberse quedado en el papel nada más. Los acuerdos internacionales deben pasar del discurso a la acción, priorizando la protección de ecosistemas estratégicos como la Amazonía y las selvas tropicales, que son fundamentales para mitigar el cambio climático.
Cali podría convertirse en el punto de inflexión que el planeta necesita, siempre y cuando los líderes presentes actúen con visión y coraje. Es hora de avanzar hacia una economía que dependa menos de los combustibles fósiles y más de energías renovables, respetando los derechos de las comunidades afectadas por la transición. La solución pasa por poner la vida en el centro, reconociendo que no puede haber justicia social sin justicia ambiental.
El Amazonas se seca, el Sahara se inunda, y la realidad climática no esperará más. El mundo necesita una respuesta colectiva a la altura de la crisis. Si esta COP en Colombia logra acuerdos concretos con voluntad política y compromisos efectivos, podría ser el comienzo de un cambio real. Pero si fracasa, nos quedaremos una vez más con discursos vacíos mientras el reloj avanza hacia un futuro cada vez más incierto.
Este portal utiliza datos de navegación/cookies propias y de terceros para analizar información estadística, optimizar funcionalidades y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias. Si continúa navegando, usted estará aceptando nuestra política de cookies. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información en nuestra politica de cookies