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Viernes negro

Durante la semana pasada recibí diariamente más de quince mensajes anunciando promociones y el fin de semana sentí que había colapsado ese espacio personal.

03 de diciembre de 2024
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  • Viernes negro

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

El miércoles pasado abrí mi correo personal. Durante la licencia de maternidad me he dado el lujo de no revisarlo diario e intentar desconectarme de tanta información.

Ese día, mi bandeja de entrada me decía en negrilla que tenía 287 mensajes sin leer y más de 600 en correo no deseado.

Quería dedicarle tiempo a cada mensaje, recordé que hubo una época en la que los mensajes en la bandeja emocionaban mucho, nos escribíamos cartas por ahí que desaparecieron con la fugacidad de WhatsApp y la rapidez de otros dispositivos. Sin embargo, salí de lo que parecía una dura tarea en apenas 10 minutos.

De 287 mensajes en el correo, más de la mitad eran promociones y anuncios del fin de semana de Black Friday que ya estaba cerca.

¡Hola, Amalia! ¡Aprovecha el 50% de descuento en tiquetes al resto del mundo!

Querida, Amalia. ¡Te extrañamos! Ven a visitarnos esta semana que tendremos el 30% de descuento en toda la tienda.

Era fácil leer y borrar porque después del titular de la mayoría de mensajes podía reconocer la intención de mis remitentes.

Durante la semana pasada recibí diariamente más de quince mensajes anunciando promociones y el fin de semana sentí que había colapsado ese espacio personal.

Extrañé con nostalgia la época en la que recibía mensajes de mi mamá, cartas largas que ella me escribía, un tiempo en el que vivimos lejos y un espacio íntimo en el correo en el que mi interacción era solo con personas.

Comparado con ese bombardeo consumista de hoy, el correo pierde valor personal y perdemos un espacio virtual importante de conversaciones.

Entiendo que tanta información funciona bien para las marcas, que las ventas se triplican gracias al comercio electrónico y que si no usan este medio, posiblemente algunas marcas mueran.

Pero permítanme preguntarme por lo abrumador que puede ser para algunas personas y por la relación con el consumo que empezamos a tener cuando la mayor cantidad de mensajes que recibimos, son queriéndonos vender algo.

No me indigna y tampoco posaré como la más austera. Me dejo llevar muchas veces por esos mensajes que me dicen: Estuviste viendo este vestido, ¿qué esperas para comprarlo?

Pero le creo a Zygmunt Bauman cuando dijo que “el consumo se ha convertido en una forma de vida que redefine nuestra identidad”.

Y por ahora no quiero identificarme solo con lo que compro. Así que he decidido quitar mi suscripción de algunos de esos remitentes y dejé un mensaje automático que dice: no estoy interesada ahora, muchas gracias.

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