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Vejez

19 de noviembre de 2024
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  • Vejez

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

En una sociedad que le rinde culto a la juventud y en la que la apariencia resulta tan importante, el envejecimiento no es un tema de conversación, sino una realidad que debemos disimular a toda costa. Aparentar menos años es ahora importante incluso para quienes apenas están en sus veintes. Aquellos que ya han pasado de los 60 podrán no estar de acuerdo con tener que detener ese envejecimiento desde la apariencia, pero tienen que vivir rodeados de anuncios que venden esa idea de la eterna juventud en miles de productos.

“Envejecer es aprender a perder. Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro”, dice Delphine de Vigan en su libro Las gratitudes.

No, no queremos perder.

No queremos asumir que cada momento de la vida trae consigo renuncias, dolores y los descubrimientos propios de etapas que se diferencian, sobre todo porque, a pesar de seguir conservando nuestra esencia, vamos dejando ir otras cosas que sumaban a nuestra personalidad.

Además, se va aprendiendo a despedir.

Las muertes de las personas amadas sorprenden cuando ocurren en la juventud, pero ver morir a todo un círculo de amigos, ver morir a los hermanos y no tener vivos a los padres seguramente ofrece una perspectiva distinta de todo lo que pasa en la vida.

Suena triste, ¿no?

Pero, ¿por qué pensamos en perder y no en ganar?

Es curioso porque en otros lugares del mundo, como Japón, la vejez no tiene esa connotación que le hemos dado en este lado del planeta. En 2023, se publicaron datos oficiales que muestran que más de uno de cada diez habitantes en ese país tiene al menos 80 años, y la tasa de empleo de personas mayores está entre las más altas, con trabajadores de más de 65 años representando casi el 15% de la fuerza laboral japonesa. Los retos demográficos, que además son consecuencia de contundentes bajas de natalidad, los han llevado a buscar un sistema de seguridad social más sostenible, pero también a promover y pensar en la longevidad y la vejez productiva y saludable.

Se respeta, se admira y se piensa en los viejos.

Todo lo contrario sucede en este lado del hemisferio, a pesar de que tenemos una expectativa de vida mucho más alta que la de nuestros padres o abuelos.

Olvidamos que la longevidad es tal vez una victoria de la humanidad; la medicina avanza y la calidad de vida mejora, y entonces, con el tiempo, podremos cambiar esa narrativa que relaciona la vejez con el sufrimiento y que incide en cómo las personas mayores se ven a sí mismas y, en consecuencia, en cómo son tratadas por los demás.

“No estamos preparados para imaginarnos a los 100 años y con esos años extra de vida que la ciencia nos ha añadido de forma tan repentina”, dice Laura Carstensen en su libro Un futuro largo y brillante.

No estamos preparados, pero con suerte llegaremos.

Algo de tiempo deberíamos dedicarle a pensar cómo podríamos llegar mejor.

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