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Tanto ruido

Sé que somos un país bulloso y tampoco se trata de cambiarnos lo que hemos sido, pero si las reglas se exponen con claridad, podríamos tener menos muertes por intolerancia y más niños sanos y sin problemas por falta de concentración”.

17 de diciembre de 2024
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  • Tanto ruido

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

No hay diferencia, tan ruidoso puede ser el entorno escolar de un niño, como su transporte a casa o como su habitación si abre la ventana.

Hay una edad en la que los niños se hacen más sensibles al ruido, casi siempre es entre los 4 y los siete años y se nota porque constantemente están tapándose los oídos y haciendo muecas de desespero. Los niños son el mejor espejo para todo y ese momento en el que aún tienen sus sentidos al límite, es clave para su desarrollo y su memoria. Según la OMS, el ruido ambiental puede afectar la atención de los menores, se ha identificado que los niños expuestos a entornos ruidosos presentan mayores niveles de estrés y ansiedad y eso puede derivar en problemas de salud mental a largo plazo.

En alguna conversación de amigos expuse esto y alguien me dijo: pero, ¿no son los niños los que más ruido hacen?

Me quedé pensando en esa confusión torpe que nos hace creer que el ruido que hacen los niños es igual al ruido ambiental, a la unión de todos los sonidos que puede producir un barrio, una vía o cualquier lugar. Cuando leí por primera vez a Virginia Woolf, recuerdo que sentía como si muchos de sus personajes no pudieran pensar bien por el ruido que había siempre afuera, cuando se abría la ventana, cuando se escuchaban las campanas de la iglesia o cuando “los ecos del ruido de la calle, se colaban en sus pensamientos”. Siempre sentía que muchos de sus personajes no podían pensar en paz.

Esa sensación de no lograr concentrarse porque al mismo tiempo hay muchos sonidos que llegan a la mente y que van llenando una copa de paciencia que mantenemos casi siempre por la mitad, es tal vez la que pueden experimentar muchos niños en entornos escolares ruidosos o en barrios donde siempre hay música sonando, carros pasando y gente hablando fuera. Ya sé que somos un país tradicionalmente bulloso y que tampoco se trata de cambiarnos lo que hemos sido siempre, pero si las reglas se exponen con mayor claridad, no solo podríamos tener menos muertes por intolerancia, sino también más niños sanos y sin problemas por falta de concentración.

La OMS también ha señalado que por lo menos el 20% de los niños que viven en áreas urbanas, viven en barrios que superan los 65 decibeles y esto sumado a la falta de atención que nos dejan las redes sociales, podría tener consecuencias graves en varias generaciones. El aumento de los niños con trastorno de atención o TDAH puede seguir creciendo silenciosamente hasta generar alarmas en el sector académico y en las familias.
¿Cómo crecen los niños que no conocen el silencio?

Según la red de ciudades cómo vamos, el 52% de los habitantes en Medellín está insatisfecho con el ruido y como el ruido se siente, sobre todo, en la mente, las consecuencias son fatales. Ojalá la implementación de la ley contra el ruido sea bien recibida por la gente que todavía hoy, argumentando que es cultural, desconocen las consecuencias de vivir en ciudades en las que pocas veces se encuentran espacios en silencio.

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