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Ruido y atención

No quisiera sugerir que no nos informemos o que dejemos de interactuar en redes sociales, pero la vida está en otra parte y si queremos aportar algo, hace más bien reconocer el ruido y alejarse.

22 de octubre de 2024
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  • Ruido y atención

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Recuerdo que, en los meses posteriores a la cuarentena, lo que más me repetían los amigos que me encontraba después del encierro era que habían dejado de ver noticias “por salud mental”. Me lo decían con cierta satisfacción de podérselo expresar a quien por ese entonces todos los días madrugaba a anunciar la actualización de las cifras de muertos o de camas de UCI disponibles.

Curiosamente, en conversaciones de amigos, muchos de los que habían dejado de consumir información, parecían ser tener una perspectiva más amplia y con menos sesgos que quienes estaban enterados de los últimos movimientos o novedades de algún tema.

Daniel Kahneman, el psicólogo ganador del Nobel y autor de Pensar rápido, pensar despacio decía que “una limitación general de la mente humana es su insuficiente capacidad para reconocer estados pasados del conocimiento o creencias que han cambiado”.

Fui reconociendo entre quienes limitaban su consumo de información, una decisión clave que les permitía tener mayor claridad sobre sus temas de interés, menos ruido para tomar decisiones.

Durante mucho tiempo quise limitar también mis fuentes, pero es imposible si usas redes sociales. “uno necesita una licencia para salirse de redes, para darse un descanso y poder regresar sin riesgo de que te elimine el algoritmo”, me dijo alguna vez una influencer.

Nos vamos agotando. De ver tanto y no ver nada.

De la superficialidad con la que vamos pasando por cada titular y lo poco profundo que se vuelve el terreno en el que terminamos construyendo nuestras certezas. Muchas veces recibí comentarios en Twitter que por cualquier opinión que yo daba reaccionaban diciendo que debería informarme mejor, como sugiriendo que mi opinión no tenía suficientes argumentos, que todavía me falta mucho por ver o conocer para pensar como pienso. Me mandaban a leer o me copiaban artículos de periódicos y me cuestionaban porque “¿usted es periodista y no sabía esto?”. El deber es estar informado 24/7, sobre todo lo que pasa en la ciudad, en el país, en el mundo, pero además también saber sobre cada tema, cada congreso y cada noticia.

Parece que hay que saber sobre todo y opinar sobre todo. Esa presión se siente hasta que nos pasa algo que altera nuestras rutinas, que nos hace detenernos. Hasta que sucede algo importante que no nos informa, sino que nos transforma.

Y entonces, en ese tiempo raro en el que por obligación dejamos de leer noticias, dejamos de consultar redes y dejamos de interactuar, reconocemos que todo eso que discutíamos a diario, que nos sacaba a flote tantas emociones, termina siendo irrelevante.

No quisiera sugerir que no nos informemos o que dejemos de interactuar y discutir en redes sociales, pero la vida está en otra parte y a estas alturas, si queremos aportar algo, hace más bien reconocer el ruido y alejarse.

Observar desde la distancia y elegir dónde podríamos poner nuestra atención y cuáles son los temas que la merecen.

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