La música, la TV y el cine se han encargado de mostrar las historias de alguien que se ganó la lotería y le dio un giro de 180 grados a su existencia. Hacerse rico por obra y gracia del azar es la fantasía del trabajador promedio y las filas que se hacen en las casas de apuestas son el reflejo de ello.
La ilusión de “pegarle al gordo” ha hecho que la Lotería de Medellín actualmente esté vendiendo entre $2.500 y $2.600 millones a la semana. Y con corte al 5 de junio, ya la facturación superaba los $47.000 millones.
Claudia Wilches, la gerente de esta empresa estatal, habló con EL COLOMBIANO y detalló que esas cifras ya “vamos mejor que el año pasado” y el público apostador comprende un rango de entre 40 y 80 años.
Es decir, este no es un juego que solo le interese a los adultos mayores, como generalmente lo creen quienes ven a la población de la tercera edad mirando resultados en las casetas.
En lo que va de 2023, el premio mayor de $10.000 millones ha caído cuatro veces y ya superó el promedio histórico, toda vez que normalmente cae tres veces en un año.
“El premio mayor ha caído dos veces en Medellín, una en Sincelejo y otra en Popayán. Ha caído varias veces y eso puede ser porque, primero, estamos vendiendo mucho más. Y segundo, en la medida en que cae más, la gente se anima a comprarla más”, indicó la gerente.
No es un mito urbano
Una creencia popular apunta a que las loterías explotan el deseo de riqueza para vender sus billetes aunque en realidad nunca hay ganadores.
Ese pensamiento se ha acentuado porque los afortunados prefieren no mostrarse ante los medios y queda la sensación de que, detrás del sorteo solo hay “fantasmas”.
“A lo mejor, incluso antes de llegar a este pupitre yo también decía: eso no cae, pero sí cae. Es más, en diciembre pasado cayó el extra ($20.000 millones). Entonces eso hace que las ventas se incrementen y obviamente las posibilidades de que caiga son mayores”, comentó.
Con las historias de quienes llegan a reclamar sus premios se podría escribir un libro completo. Cuando el ganador llega al Edificio de la Beneficencia, lo hacen seguir hasta un pequeño cuarto en el que validan que su billete sea genuino, corroboran su identidad y le hacen seguimiento para descartar que esté relacionado con lavado de activos.
Al estar allí, a muchos les tiemblan las manos, no miran a los ojos de los funcionarios que los atienden y algunos prefieren no hablar, la paranoia reina entre ellos.
Los ejecutivos les piden que cuenten cómo y en dónde compraron el billete, pero la mayoría prefiere agilizar el trámite y salir rápido, cada persona que se les acerca es sospechosa. Por eso, la gerente opta por darles su espacio.
Uno que otro suelta la crónica, pero ponen como condición que sus voces no sean grabadas y que no se tome ni la foto de sus uñas.
Wilches recordó especialmente la historia de una ganadora tolimense, cuyo municipio de origen quedó bajo reserva del sumario. Solo detalló que se trataba de una trabajadora por cuenta propia que vendía chicles, cigarrillos y otros dulces. Un día salió al rebusque y no vendió nada. Para acabar de ajustar, llovió muy fuerte y los clientes no asomaron.
Por casualidad, pasó el vendedor de lotería y trató de engancharla con la retahíla de siempre: “Compre este billete que es el ganador”. Ella estaba reacia a gastar lo poco que tenía en una compra que no le generaba ningún bienestar inmediato. Sin embargo, lo compró. Fue su hija quien le informó que el premio mayor había caído en su municipio y cuando revisaron, efectivamente, tenían el número de la suerte.
La situación económica era tan regular, que pidieron plata prestada para pagar los pasajes hasta Medellín y así cobrar el premio de $9.000 millones, un dinero que les cayó de perlas porque días antes se les había quemado la casa, pero salvaron el billete.
¿Vuelven a la pobreza?
Según Alfio Bardolla Training Group, una sociedad de formación financiera, el 75% de los ganadores de la lotería quedan arruinados a la vuelta de cinco años. No obstante, muchos que no se la ganan igualmente pueden perderlo todo cuando desarrollan adicción por las apuestas (ludopatía), dado que este trastorno puede derivar en la bancarrota de quienes lo padecen. En Colombia, según un estudio de la Universidad Nacional, el 19% de la población lo sufre.
En todo caso, al consultarle a la gerente si le hacían seguimiento a los nuevos ricos contestó: “A mí no me consta ese dato, lo he escuchado muchas veces, pero la verdad es que los ganadores no aceptan ningún tipo de ayuda, muchos lo hacen por temor y uno no los juzga”.
Finalmente, se refirió a Raspa y Listo, un producto con el que están diversificando el portafolio para mantenerse vigentes en el mercado (ver Radiografía). Así mismo, están sacando billetes coleccionables, en los que incluso ya salieron impresas varias obras del maestro Fernando Botero.
Lo cierto es que las perspectivas con el negocio son optimistas y la meta es continuar como la lotería más vendida del país para transferirle más recursos al sistema de salud colombiano, en lo que va de la actual administración se han girado más de $330.000 millones.